fue la sonrisa que mostró. Había en ese aperlado gesto un mínimo aire travieso; de ser un forastero, poco conocería la actitud cerrada de la soberana. – Es inusual inviten a bailar a.. — Dio una breve pausa. No, tampoco quería asustarlo. Ni mostrarse como una amenaza — Tan.. Mala danzarina. —

Ni bien terminó sus palabras, lo guió a la extensa pista. Sirvientes y arcadianos estaban tan concentrados en divertirse que, nadie miró con extrañeza la presencia de la Regina entre ellos.

La música se suavizó hasta quedar en silencio; pronto, la orquesta se reanimó y dio pie a una tonada más.

Hizo un pequeño gesto formal al inclinar ligeramente la cabeza al frente. Si bien quería huir a un lugar más privado, las enseñanzas sembradas desde niña la obligaban a mantenerse ahí y convivir.

— La danza es el lenguaje oculto del alma. Desde este lugar puedo notar la brillantez y libertad de ellos al bailar, y dudo pueda hacer algo mejor que eso. —

Dio una rápida "ojeada" a su mano, donde hizo posar la propia. — Le advierto que no soy diestra en esto. No como mi hermana, ó aquella mujer. — Más que un acto de rebeldía, hablaba con la verdad. Pasó toda su niñez devorando libro tras libro, escapando de las lecciones matutinas de danza. En su adolescencia y, ahora adultez, se arrepentía de haberlas evitado. ¿No sería tan complicado, no? Sólo mecerse de un lado a otro con la misma suavidad de una pluma de ave al caer y ser llevada por la brisa. Sonaba sencillo.

— Me imagino que usted debe ser un gran bailarín. Ó más bien, un valiente. — Pequeña [...]

Como si le hubieren leído la mente, la sorpresa se reflejó de inmediato en la mirada de Kassia, mientras desprendió los labios del brebaje. Sus ojos oscilaron a un costado, donde encontró a uno de los participantes del alegre festejo. Era un reino pequeño y la memoria de la Reina no era tan mala; en otras palabras, no recordaba haberle visto antes pero.. Bajo un antifaz cualquiera pasa desapercibido.

Dejó la taza sobre la mesa. ¿Cómo no le notó antes? Culpaba el ensimismamiento a su pensar y esa ansiedad naciente, que rogaba por culminar con la fiesta. Pero como toda regente, no dejó ver a nadie esas emociones. Ó eso pensó hasta el comentario que irrumpió su quietud.

— Curiosa es la última palabra que utilizaría para describirla. — Con las manos enlazadas a la altura del vientre, Kassia acortó la mínima distancia que les separaba. [...]

sabía lo que Loki tramaba allí, si tenía intenciones buenas, malas, o solo estaba siendo curioso. Dedicó unas palabras más a la reina antes de ofrecerle su mano-

Tal vez preferiría estar en la comodidad de sus aposentos, pero apuesto a que es capaz de bailar mejor que la pareja de allá. ¿Qué me dice? ¿Sería mi acompañante?

era él quien se 'escondía' a conveniencia utilizando sus habilidades para crear ilusiones, pero una vez puso un pie en el palacio solo lo rodeaba gente que ocultaba sus rostros. Él, por supuesto, había hecho uso de sus habilidades antes de entrar para copiar la forma de vestir de los varones y evitar llamar de más la atención. Vistiendo con un traje negro formal y un antifaz del mismo color con detalles en dorado, se abrió paso por entre la muchedumbre. Fue conveniente que dedicaran unos minutos a presentar a la reina que poseía aquel lugar, ya que después, el conocido como Dios del engaño supo a quién acercarse-

Una curiosa fiesta, si me permite opinar.

-Su voz grave resonó en las cercanías, pero la había dedicado especialmente a Kassia. Estaba de pie cerca de ella, aunque a una distancia normal evitando incomodarla. Evitó también comentarios en lo referente a su atuendo, ya que era alguien perspicaz y pudo notar que a ella no le gustaba realmente. Quién

-Si por algo se caracterizaba Loki era por su sed constante de conocimiento, viajar aquí y allá a mundos que ni siquiera su propio hermano imaginaría que existían. ¿Por qué hacerlo? Quizá siempre buscó su propio lugar, había crecido toda su vida en Asgard pero le era difícil recordar si alguna vez se sintió como uno más allí. Su vida había sido más complicada de lo que le hubiera gustado, abandonado y adoptado desde pequeño, tratado diferente e ignorante de la realidad hasta una edad avanzada. Desde que había perdido el propio Asgard, a prácticamente todo su pueblo y tras fingir su muerte una vez más, había vuelto a viajar.

El destino lo llevó a Arcadia, un reino en el que nunca había estado antes pero que, sin duda, le intrigaba. Quería ver qué tenía este para ofrecer, conocer sus costumbres, fiestas y problemas y para su suerte, una mascarada se hubo organizado a pocos días de su llegada. Tan curioso resultaba para él ese evento en el que nunca antes había participado, normalmente

Tal vez un baile no había sido tan mala idea.

Se entregaría con la misma alegría a esas danzas, no desde lo ocurrido con Ánh. Katherine le dio una suave palmada al hombro, indicándole en silencio que era hora de presentarse. Kassia llenó sus pulmones con el aroma a lavanda de su habitación y asintió, poniéndose en pie, encaminándose al gran salón. El vestido beige que le aconsejaron usar era ridículamente pomposo, prefería usar otro tipo de atuendos que la dejaran moverse con libertad. Pero bueno, era requisito.



En la pista del salón se hallaba una pareja bailando. Ella era tan liviana como hábil en la danza y su compañero se movía con la misma elegancia y encanto propio; a saber si se trataba de uno de sus sirvientes y una mujer del reino. Tras ser presentada y aplaudida, Kassia se resguardó de la algarabía al acercarse a una mesa con toda clase de bocadillos y bebidas, haciéndose de una taza con té de menta, su favorito. Tras dar un sorbo, volvió la mirada al festejo.

de haber regresado a Arcadia. Kassia, por otro lado, estaba poco convencida de un baile. Tanto sirvientes como las personas de su reino se mezclaban en esa fiesta, todos con una máscara sobre sus rostros, fingiendo ser diferentes por una noche, olvidando que estaban en el exilio que, día a día, iba apagando tan magnífica cultura.

— No puedo creer que Nerea me haya convencido de esto— Mencionó entre un refunfuño y un intento de susurro, mientras que Katherine, una de sus tantas damas de compañía, terminaba de tejer las trenzas características de la familia real. Aquella mujer de tez morena reía con los comentarios de su reina; todos conocían la actitud reservada de Kassiane que, para la temática de esa noche, bien podía servir como su antifaz. Katherine acercó la máscara de color ocre, con ornamentos enrollados a lo largo y ancho del material, hasta que Kassia la hubiese tomado y colocado en su sitio. Ésta se miró al espejo. "Es absurdo",pensó. Ella sabía que jamás..

El palacio Arcadiano no sólo fungía como una especie de presidencia para el reino, era también el sitio ideal para las celebraciones anuales y lugar donde la princesa Nerea podía cumplir sus más fantasiosas ideas para mantener avivado el espíritu en su gente. Era un palacio prestigioso, con paredes antiguas como un viejo diario donde cientos de historias fueron escritas desde la fundación de Arcadia; ahí se consumó el amor entre Celanea y Arzchel, pero además se presenció la traición del caballero más leal que la historia hubiese conocido. Cada habitación tenía un pasado oculto; desde las canciones de cuna que Kassia y Nerea escuchaban en la cuna hasta el batir metálico entre las espadas de su padre y el traidor. Pero esa noche decidirían dejar tan mal sabor de boca en el pasado, y ofrecer a su pueblo un sorpresivo baile de máscaras.

Nerea, seguramente, ya estaba en el salón principal, engalanando sus habilidades marítimas tras tener poco tiempo(..)