—Su rostro quedó inexpresivo, como si estuviera perdido en el vacío desde que ingirió aquella infusión a base de esa extraña hierba. Aún así, sus acciones eran bastante torpez pero decididas, o eso parecía, sin embargo no era coherente. Su cuerpo ardía y la cabeza le daba ligeras vueltas, sentía todo en cámara lenta, incluso las voces eran como ecos a la distancia.—
Aunque vio la tetera, no pudo entender del todo, hasta recibirlo en sus labios, que sintió el ligero sabor conocido, pero opacado en seguida por el metálico de su propia sangre.
Gruñó un poco por la mordida y lo nalgueó como respuesta instintiva, sin tardar en acariciar el mismo glúteo por encima de la tela.
—Espera, espera...
Abrazó su cintura y se sentó, para acercarse poco a poco a la mesita, manteniéndolo abrazado sobre él. Sirvió una taza de la infusión y al olerla la reconoció como la misma hierba que él solía fumar y era tan popular en la ciudad. Suspiró y volvió a besar sus labios, aunque con suavidad.
