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AsC1578214 · F
Una sensación fría le recorrió la espina dorsal en el instante mismo en el que la aparición retiró por completo la mascara que portaba y un rostro cansado se mostró ante ella. Aún no lo creía, pero las palabras del hombre la hicieron sacudirse un poco; como si estuviera sintiendo el escalofrío anterior, pero en mayor escala.
"Tienes que escucharme", nada bueno venía tras esa oración. Siempre había un apocalipsis, un enemigo, una muerte... Ni siquiera el que su amado estuviese vivo (fuese como fuese) la hacía pensar en algo menos fatídico.
—No puedes ser tú. ¡Estás muerto! Moriste hace tanto. ¿Qué mierda es esto?, ¿quién está jugando con mi mente?
Ira. La profunda y ardiente sensación subía por su esófago y quemaba su garganta; el coraje por los años transcurridos, por las lágrimas derramadas. ¿Quién?, ¿quién era tan cruel como para torturarla de esa manera? Sentía un picor en las manos que la hacía querer tomar una de sus flechas y lanzarla directo al corazón del verdugo que la hacía ver cosas, pero no las tenía a la mano... Aunque un afilado cuchillo descansaba oculto en los pliegues de su pantalón.
—Desaparece. Vete, esto es cruel... Demasiado...
Lágrimas brotaron de sus ojos, pero las palabras no le hicieron justificia a sus acciones pues de inmediato saltó hacia él para abrazarlo. Pese a toda lógica. No pudo pelear contra el impulso de sentir nuevamente la figura de la persona que más amó en la vida.
"Tienes que escucharme", nada bueno venía tras esa oración. Siempre había un apocalipsis, un enemigo, una muerte... Ni siquiera el que su amado estuviese vivo (fuese como fuese) la hacía pensar en algo menos fatídico.
—No puedes ser tú. ¡Estás muerto! Moriste hace tanto. ¿Qué mierda es esto?, ¿quién está jugando con mi mente?
Ira. La profunda y ardiente sensación subía por su esófago y quemaba su garganta; el coraje por los años transcurridos, por las lágrimas derramadas. ¿Quién?, ¿quién era tan cruel como para torturarla de esa manera? Sentía un picor en las manos que la hacía querer tomar una de sus flechas y lanzarla directo al corazón del verdugo que la hacía ver cosas, pero no las tenía a la mano... Aunque un afilado cuchillo descansaba oculto en los pliegues de su pantalón.
—Desaparece. Vete, esto es cruel... Demasiado...
Lágrimas brotaron de sus ojos, pero las palabras no le hicieron justificia a sus acciones pues de inmediato saltó hacia él para abrazarlo. Pese a toda lógica. No pudo pelear contra el impulso de sentir nuevamente la figura de la persona que más amó en la vida.
AsC1578214 · F
Tal vez lo más sorprendente de todo fue oír su voz una vez más y es que, a pesar de ya haber procesado lo real que era ese momento, el timbre tan peculiar de Wally se volvió la gota que derramó el vaso en el interior de Artemisa. Sendas lágrimas brotaron y resbalaron sin pausa desde sus mejillas hasta los bordes de su mentón, y dejó de sostenerse del espejo sólo para poder limpiarse aquellas gotas que se estancaron en su mirada; no quería perderse ni un segundo de lo que estaba viendo o era posible que él volviera a salir corriendo antes de que ella siquiera pudiese mover un músculo. Tal como el fatídico día de su muerte.
—¿Cómo...? —pese a todas las preguntas que rondaban por su cabeza, la lengua únicamente se movió para poder formular esa a medias. Quien tuviera una segunda oportunidad con un ser querido fallecido seguramente se guardaría las dudas para después, pero no ella, pues cuando estuvo en el limbo él la alentó a soltarlo al fin. Fue Wally quien le dijo que siguiera viviendo, que buscara un nuevo amor. ¿Por qué había hecho eso si al final iba a volver a la vida?, ¿por qué no le había comentado de esa posibilidad en aquel encuentro? Se sintió ligeramente traicionada, recelosa. ¡Qué maremoto de emociones! Y lo peor era que no podía hacer caso a una sola, ¿cómo concentrarse ante esa situación?
Fue casi un milagro (el segundo en la noche, al parecer) el que sus pies al fin dejaran de temblar se movieran y que sus piernas respondieran a quién sabe qué razón. Emprendió carrera para acortar la distancia que los mantenía alejados. Cada metro más cerca dejaba notar las diferencias en él, en su cuerpo, en su rostro. Lo entendió a escasos pasos de él y lo que apuntaba a ser un cálido momento se desvaneció conforme ella refrenaba su andar.
Ese no era su Wally. Su Wally había muerto hacía tantos años atrás que debía verse más joven, menos alto, con las facciones más suaves.
Un espejismo de algún enemigo. Un reemplazo. Era posible que lo de Roy se hubiese repetido y fuera un clon. Cualquier excusa sonaba más plausible.
Las etapas de toda perdida son cinco: Negación. Ira. Negociación. Depresión. Aceptación.
Artemisa había pasado por todas ellas ya. Y aún así reconoció la sensación en su pecho de lo que creyó se había ido por siempre.
Negación.
—¿Quién eres?
—¿Cómo...? —pese a todas las preguntas que rondaban por su cabeza, la lengua únicamente se movió para poder formular esa a medias. Quien tuviera una segunda oportunidad con un ser querido fallecido seguramente se guardaría las dudas para después, pero no ella, pues cuando estuvo en el limbo él la alentó a soltarlo al fin. Fue Wally quien le dijo que siguiera viviendo, que buscara un nuevo amor. ¿Por qué había hecho eso si al final iba a volver a la vida?, ¿por qué no le había comentado de esa posibilidad en aquel encuentro? Se sintió ligeramente traicionada, recelosa. ¡Qué maremoto de emociones! Y lo peor era que no podía hacer caso a una sola, ¿cómo concentrarse ante esa situación?
Fue casi un milagro (el segundo en la noche, al parecer) el que sus pies al fin dejaran de temblar se movieran y que sus piernas respondieran a quién sabe qué razón. Emprendió carrera para acortar la distancia que los mantenía alejados. Cada metro más cerca dejaba notar las diferencias en él, en su cuerpo, en su rostro. Lo entendió a escasos pasos de él y lo que apuntaba a ser un cálido momento se desvaneció conforme ella refrenaba su andar.
Ese no era su Wally. Su Wally había muerto hacía tantos años atrás que debía verse más joven, menos alto, con las facciones más suaves.
Un espejismo de algún enemigo. Un reemplazo. Era posible que lo de Roy se hubiese repetido y fuera un clon. Cualquier excusa sonaba más plausible.
Las etapas de toda perdida son cinco: Negación. Ira. Negociación. Depresión. Aceptación.
Artemisa había pasado por todas ellas ya. Y aún así reconoció la sensación en su pecho de lo que creyó se había ido por siempre.
Negación.
—¿Quién eres?
AsC1578214 · F
Las llantas emitieron un chirrido terrible en dos ocasiones. La primera fue cuando la vuelta se dio de manera inusualmente rápida y la segunda fue cuando el freno recibió un pisotón a fondo. La figura delante del parabrisas le confirmó lo obvio, era flash, y posiblemente se había colocado frente a ella para frenarla de un posible escape. ¿Ahora qué? Artemisa colocó el freno de mano y apagó las luces delanteras para no cegarse a sí misma al salir del auto. Mientras empujaba la puerta para cerrarla y afianzaba sus pies al asfalto se preguntó si Dick lo habría enviado a buscarla, o tal vez Roy, maldijo para sus adentros, prefería recibir charlas incómodas de Queen. Al menos el no se parecía a Wally...
¿Wally?
Una vez sus ojos se acostumbraron a la oscuridad del lugar no le hizo falta avanzar más de dos pasos para ver inconsistencias en su primera visión. El cabello desordenado y pelirrojo era característico de Kid Flash, de Wally. ¿Sus ojos le mentían?, ¿realmente estaba tan rota como para hacerse visiones de su ex novio muerto? Esta vez estaba segura de no haberle pedido a Zatanna que la dejara ver a Wally en el limbo, ella había tenido su cierre, se había despedido. El dolor reciente era por el recuerdo, sí, pero uno activado a raíz de Conner. Entonces, ¿por qué?
—¿W-Wally? —su voz emitió un sonido lastimero, tembloroso. Tenía la garganta seca de súbito y las manos, al igual que las piernas, parecían poseer un tic nervioso que las hacía agitarse sin control. Pudo oír la voz de Jade en su cabeza, "te ves débil, hermanita. ¿Ya olvidaste el entrenamiento? Deberías ser buena en esperar lo inesperado". Fue hasta ese momento que su cerebro realmente procesó cada paso que había dado ese día. Esa no era una ilusión, no era un sueño. Estaba pasando.
A diferencia de aquella vez en el limbo, en la que se lanzó a sus brazos sin dudarlo, Artemis no pudo ni quiso dar un paso más cerca. Pensó en su duelo, pensó en su avance, pensó en su nueva relación (que le supo insulsa de repente). Ella ya había empezado a dar vuelta a la página. ¡Tanto le había costado! ¿Debía estar feliz de verlo?, ¿debía estar molesta porque no volviera antes?, ¿cómo había revivido? Eran tantas preguntas.
Su diestra se aferró al espejo lateral del auto, como si con ello buscara sostenerse para no caer, y su rubia cabellera se agitó con el pasar el viento, tal como antes. Sólo que esta vez no se sintió como una brisa fresca que despejaba su mente; esta vez fue el factor que hizo caer las lágrimas contenidas en su mirada.
¿Wally?
Una vez sus ojos se acostumbraron a la oscuridad del lugar no le hizo falta avanzar más de dos pasos para ver inconsistencias en su primera visión. El cabello desordenado y pelirrojo era característico de Kid Flash, de Wally. ¿Sus ojos le mentían?, ¿realmente estaba tan rota como para hacerse visiones de su ex novio muerto? Esta vez estaba segura de no haberle pedido a Zatanna que la dejara ver a Wally en el limbo, ella había tenido su cierre, se había despedido. El dolor reciente era por el recuerdo, sí, pero uno activado a raíz de Conner. Entonces, ¿por qué?
—¿W-Wally? —su voz emitió un sonido lastimero, tembloroso. Tenía la garganta seca de súbito y las manos, al igual que las piernas, parecían poseer un tic nervioso que las hacía agitarse sin control. Pudo oír la voz de Jade en su cabeza, "te ves débil, hermanita. ¿Ya olvidaste el entrenamiento? Deberías ser buena en esperar lo inesperado". Fue hasta ese momento que su cerebro realmente procesó cada paso que había dado ese día. Esa no era una ilusión, no era un sueño. Estaba pasando.
A diferencia de aquella vez en el limbo, en la que se lanzó a sus brazos sin dudarlo, Artemis no pudo ni quiso dar un paso más cerca. Pensó en su duelo, pensó en su avance, pensó en su nueva relación (que le supo insulsa de repente). Ella ya había empezado a dar vuelta a la página. ¡Tanto le había costado! ¿Debía estar feliz de verlo?, ¿debía estar molesta porque no volviera antes?, ¿cómo había revivido? Eran tantas preguntas.
Su diestra se aferró al espejo lateral del auto, como si con ello buscara sostenerse para no caer, y su rubia cabellera se agitó con el pasar el viento, tal como antes. Sólo que esta vez no se sintió como una brisa fresca que despejaba su mente; esta vez fue el factor que hizo caer las lágrimas contenidas en su mirada.
AsC1578214 · F
Las malas noticias no paraban de llegar, una tras otra, tras otra... Y con aquellas fatídicas palabras las representaciones holografícas de los caídos empezaban a llenar una sala que todo héroe prefería evitar; pese a que la leyenda "en memoria de..." estuviese ya de por sí grabada a fuego vivo en las almas de todos aquellos que sabían que pudieron haber hecho algo para evitar que la muerte tocara a la puerta de la liga.
Los mentores se lamentaban. Los compañeros lloraban. Los amigos y las parejas quedaban marcadas de por vida. La despedida del último fallecido había tardado en realizarse y cada quien la había decidido vivir a un modo particular. Artemisa, por ejemplo, trataba de mantenerse ocupada al recurrir a las misiones para tapar sus sentimientos con la violencia de sus golpes; si empleaba su tiempo en salvar gente, no le quedaría ni un sólo minuto para llorar. Sabía que era una mala manera de vivir su duelo, pero tristemente era un aprendizaje que cargaba desde su infancia y le era difícil sacudirselo.
Gracias una vez más por los traumas, Sportsmaster.
Sin embargo, siempre llegaba ese momento del día donde había una aparente paz que la obligaba a ir a casa, y aunque la idea de ser recibida por Roy y Lian era tentadora, la fotografía del grupo en el recibidor y la que tenía con Wally en su mesa de noche le causaban náuseas y más culpa. Fue por eso que decidió dar una vuelta en el auto sin rumbo fijo, con suerte recibiría la llamada de Oráculo pidiendo su apoyo en alguna misión antes de que tuviera que pisar su hogar para intentar dormir. El aire frío de la madrugada se sentía bien al colarse por la ventana abierta y remover su rubia cabellera, pero no fue eso lo que distrajo el rumbo de sus pensamientos.
Había una luz, un rayo, una señal que ella conocía bien. ¿Sería flash? No, era al último que quería ver en ese instante.
Se apresuró, aunque sabía que si él quería no podría huir ni con todos los caballos de fuerza de su auto, a poner la marcha en reversa y pisar el acelerador. Daría vuelta en U y se iría de ahí antes de ser interceptada. Qué fastidio no poder huir ni de un modo ni de otro, de aquello que evitaba.
Los mentores se lamentaban. Los compañeros lloraban. Los amigos y las parejas quedaban marcadas de por vida. La despedida del último fallecido había tardado en realizarse y cada quien la había decidido vivir a un modo particular. Artemisa, por ejemplo, trataba de mantenerse ocupada al recurrir a las misiones para tapar sus sentimientos con la violencia de sus golpes; si empleaba su tiempo en salvar gente, no le quedaría ni un sólo minuto para llorar. Sabía que era una mala manera de vivir su duelo, pero tristemente era un aprendizaje que cargaba desde su infancia y le era difícil sacudirselo.
Gracias una vez más por los traumas, Sportsmaster.
Sin embargo, siempre llegaba ese momento del día donde había una aparente paz que la obligaba a ir a casa, y aunque la idea de ser recibida por Roy y Lian era tentadora, la fotografía del grupo en el recibidor y la que tenía con Wally en su mesa de noche le causaban náuseas y más culpa. Fue por eso que decidió dar una vuelta en el auto sin rumbo fijo, con suerte recibiría la llamada de Oráculo pidiendo su apoyo en alguna misión antes de que tuviera que pisar su hogar para intentar dormir. El aire frío de la madrugada se sentía bien al colarse por la ventana abierta y remover su rubia cabellera, pero no fue eso lo que distrajo el rumbo de sus pensamientos.
Había una luz, un rayo, una señal que ella conocía bien. ¿Sería flash? No, era al último que quería ver en ese instante.
Se apresuró, aunque sabía que si él quería no podría huir ni con todos los caballos de fuerza de su auto, a poner la marcha en reversa y pisar el acelerador. Daría vuelta en U y se iría de ahí antes de ser interceptada. Qué fastidio no poder huir ni de un modo ni de otro, de aquello que evitaba.