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HojoShogen · 100+, M
El vagabundo se encontraba tranquilamente bajo el santuario de las sombras de un árbol azaroso en medio de una arboleda, sentado y con la espalda recostada sobre las faldas del tronco, escondiéndose en la frescura donde la luz del sol le chocaba parcialmente sobre su atezada y curtida piel, colándose intermitente a través de las frondosas ramas, tremulantes dado a las perpetuas caricias del viento. Llevaba ya un rato bebiendo de la botella de calabaza que le acompañaba en todas sus aventuras, esta contenía una considerable porción de licor de arroz, barato y carente de fineza, más cumplía su función, y en ello se veían los rubores en sus mejillas y su mirada despreocupada y perdida en las peripecias de la naturaleza.

Un momento de paz entre batallas, si bien su elemento era el choque de los aceros, un pequeño descanso de vez en cuando resultaba algo relajante y fresco. Todavía vestía de sus ropas de batalla, estas constaban de una chaqueta negra que se encogía en su cinto al ser rodeada por un cinturón obi de tela oscura, cual sirve de sopor de su katana y cuchillo tanto envainados, un hakama negro que se ajustaba en sus tobillos por las piezas de tateage y suneate que protegían desde la rodilla hasta abajo. Sobre estos atavíos llevaba distintas placas de armadura azabache que conformaban un set incompleto que desprotege su vientre desnudo y muslos, como si fuera una especie de broma de mal gusto dedicada a los individuos acorazados que enfrentaba diario, ellas constabas de un solo Dō que pendía de su hombro izquierdo sobre las placas de sode que resguardan sus hombros y se conectaban al yodare-kake que protegía su garganta y el superior de sus pectorales, finalmente quedando solo aquellas que guardan sus brazos, planchas que formaban desgastadas mangas de kote que protegían desde su codo hasta los nudillos.

Por alguna razón, sus instintos cuasi-animales le dieron alerta, ¿Un enemigo o serían los delirios de un borracho? Una pregunta que no venía al caso, simplemente se puso de pie y se posicionó en dirección general de dónde su intuición apuntara, con una mano apoyada sobre el pomo de la tsuka del sable y la otra, sin más, siguió balanceando el recipiente sobre su boca, bebiendo lo que quizás pudiera ser el último trago antes de una batalla.
 
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Hisashi · 26-30, M
**En un instante su respiración se apaga, siente un brío silencioso rayando el aire, pero es incapaz de detectarlo a simple vista. Su flanco expuesto por la roca le valdrá al rival un primer golpe directo, contra su cabeza. Por fortuna es que su sombrero de latón y de paja es que absorbe todo el daño, cubierta esta su soltura de latón y de acero, dado su condición de provenir de un pueblo herrero vietnamita. Eso salvaguardarda en una primera instancia su cabeza, a coste de perder su emblemático gorro desde su cabeza hasta quedar colgado de su espalda.

Su pipa arde con fuerza en sus labios, gruñendo en pequeño renacuajo actua con igual velocidad ante la embestida ajena, conoce a pesar de que su técnica sea distinta al arte japones de la espada. Aparece desde el flanco opuesto y sus deseos son seccionar a Cham Cham.

Madera y acero es lo que cruzará, sus rodillas flexionadas, su guardia alta al frenar la katana contra su espada. Madera se oye crujir, no desenvaino, sino que ambas manos sostienen al arma desde su empuñadura, dejando que la katana atraviese el estuche unos cuantos centímetros hasta tocar el filo de su dao. Ahí dejará que el arma ajena repose, siendo más dificultosa su salida que de haber tocado contra la simple espada, pues el riesgo de que la katana quede presionada entre la astillada madera es probable. La ofensiva del pescador se hace avecinar. Esta cerca, muy cerca de su rival, a pesar de su corta altura su porte le permite cruzar ojos contra el. Emula que empuja, aunque su fuerza no se compara a la de un adulto, y parece que planea desenvainar su espada, el sonido del acero es clave, pocos podrían no preocuparse por esa falsa maniobra de finta.

ChamCham además de ser un pendejo, es tramposo. Y eso reluce en su espontaneo arte de guerrear, sus labios resuenan al unirse, como si inhalara desde su pipa pero en vez de exhalar humo, escupiera su propio elemento de fumar como un violento dardo. Su diseño anteriormente se había relatado, era una pipa en forma de lapiz pero también de aguja, cuya punta encendida parecía capaz de servir para dar una estocada directa. Cosa que así fue, de sus labios salía propulsado aquel dardo hacia el rostro ajeno a una considerable fuerza, no sería un golpe mortal pero a la boca o ojos del rival valdrían para cegarlo, pues de su punta saldría el cúmulo de cenizas encendidas y apagadas que valdrían para causar una muy molesta ceguera temporal o importantes daños a la vista del rival, acompañados por su soplido permitirían que el viento sea a su favor. El rugido de un pequeño dragón.**
theDevilRaianKure · 26-30, M
-El movimiento del contrario seria bastante sorprendente para un humano normal, pero Raian precisamente no es un humano normal, La velocidad, la fuerza y resistencia de los miembros del clan Kure pasan de sobre manera a los humanos normales y El es la prueba viviente de eso, pudo ver el sprint que había hecho el contrario y el pisotón sobre su pie no genero un daño significativo para el ya que ni siquiera le hizo molestia.
El Rubio haría su contra jugada cuando noto que el contrario comenzó con la acción que daría paso a el ataque,no permitiría que fuera ni siquiera un daño mínimo por lo que haría uso de todo su cuerpo en un empujón a esa corta distancia, su velocidad marcaría la diferencia ya que lo haría en lo que este comenzaba su ataque, apegándose a el contrario para no dejar un lugar cómodo para terminar de desenfundar y así usaría toda su gran fuerza y el empuje de sus piernas para dar la acción de aquel potente empujón que haría uso de la fuerza implacable de todo su cuerpo y no era para menos ya que como se había mencionado antes, Raian al ser miembro del clan Kure sobre pasaba la fuerza de cualquier humano.-

¡NECESITARAS MAS QUE ESO PARA DARME FIN! ¡TE DIJE QUE NO ME DECEPCIONARAS!

-La paciencia de Raian había comenzado a acabarse, aquellas jugarretas que solían utilizar los peleadores con armas para acabar rápido con los débiles no le gustaban, si volvía a sentir algo de ese estilo estaba decidido a usar las técnicas del clan Kure para ponerle fin a aquel enfrentamiento que estaba por sobre el pedido de asesinato-
theDevilRaianKure · 26-30, M
Asi que tu eres a quien yo debo matar, tu aura es interesante, ¿Me estabas esperando? <3

-su presencia era abrumadora, un joven bastante deseoso por someter a el objetivo de su misión, no le interesaba quien sea, el esperaba que sea fuerte para poder someterlo, el unico deseo de Raian Kure era aplastarlo con su propia fuerza bruta sin necesidad de las tecnicas de su clan (Las cuales se dicen que pueden quitar la vida y otorgarla). Es dificil describir su aparición ya que su aparicion fue al mas puro estilo de un villano de anime, aprovecho una leve ventisca para mostrarae ante el Samurai-

Debo matarte, pero no me dieron ordenes de como hacerlo, espero que seas fuerte y no me decepciones jajaja~

-Su actitud sobrante era lo que lo ponia siempre en desventaja ante algun enemigo que usara tecnicas, Raian si bien sabia muchas artes marciales, con o sin armas, preferia hacerlo a su estilo bruto y salvaje, la mejor forma de acabar con un enemigo era demostrar que sus tecnicas no servian con alguien como el.

Vestido con ropa casual y poco deportiva (Siento esta compuesta por:unos zapatos blancos, unos Jeans grises y una camisa azul oscuro) mostraban su poco compromiso con el encargo, despues de todo, asumia que saldria victorioso, como siempre lo habia hecho-
Hisashi · 26-30, M
**Y si que es hostil, Cham Cham muchas veces era juzgado por su tamaño (que no superaba el metro con sesenta) y sus pintas de extranjero. A decir verdad odiaba Japón y también a los japones por su cultura imperialista y odiosa con los demás pueblos incluyendo el vietnamita, desde que había llegado al Sol Naciente es que su vida estaba rodeada de problemas de todo tipo, e incluso vagabundos que intentaron robarle. Se olvidaban que el era Cham Cham, el Fantasma de Wuitan, el brazo armado de la Resistencia Vietnamita frente a los europeos e imperialistas, y aquel que quisiera hacerle daño muchas veces encontraba su cabeza arrancada del tronco con un solo movimiento de su sable. No podría decir que estaba siendo seguido, pero que muchos enemigos le buscaban era algo cotidiano por lo que podría decirse que percibir cambios en el entorno era uno de sus grandes artes; Vietnam (su tierra natal) le permitió encontrar comodidad en las selvas aun mas tupidas que los bosques japoneses, por lo que solo un importante asesino podría resultar aquel pequeño gusano. El pequeño freno, había oído algo, o quizás era su intuición la que se prendió, ese "instinto" que los depredadores tienen al sentir una presencia, una mirada, algo.

De donde venía no lo sabía, ni tampoco de que flanco podría ser atacado o asediado ¿Pero que separa a una presa de un depredador? El miedo, y el deseo de huir. Cham Cham se quedo en su lugar, su pipa vibro al percibir una fuerte inhalación y pronta exhalación de tabaco. Sus piernas a pesar de cortas, resaltaban tan fuertes como las de un carnero bajo la tela de su pantalón al flexionarse y sus rodillas tan solo bajar unos centímetros. El jovencito acaricio con su mano diestra el Dao, moviendolo de su cómodo lugar en la cintura para alcanzarlo suavemente hasta altura del pecho, todavía sin desenvainarlo quedando su cadena colgando desde la punta la funda hasta su superficie solo alzarlo hacía arriba que de ver algo, atacaría sin pensarlo. Sus ojos, sus ojos por debajo del sombrero brillaban con lo que muchos guerreros llamaban <<Una mirada asesina>> que permitía traducir que su presencia se hacía manifiesto como un pequeño tigre que se pone en cuclillas antes de saltar por la primer señal que notaría de la presencia rival.**
Hisashi · 26-30, M
**Cham Cham estaba en medio de aquel sendero natural. Apenas un niño de no más de 16 años pero ya con hábitos de adulto, fumaba una corta pipa metálica cuyo diseño estaba entre un lápiz y una varilla o aguja, que emitía leve humareda al quemarse el tabaco en ella. Sus botas hacían metálico sonido por las placas de metal que se encontraban debajo para evitar resbalarse en algún bote o el fango. El color bermellón de sus prendas era muy sobresaliente y encantador a pesar de estar bastante raidas por la suciedad del bosque. Tenia la mirada perdida de ojos miel escondidos por el reflejo de su sombrero cónico típico de china o Vietnam, que reflejaba los símbolos de latón y chapa de su pueblo Herrero del río, formando una ornamentada línea entre la paja de su gorro que recubria todo su borde. Una cadena oxidada cruzaba su espalda y sostenía un sable dao guardado en una funda de madera. Caminaba sin más preocupaciones que pensar que comería en la noche, si es que lo hacía.**