El Monje de Tindalos, aquel que tenía una altura erguida infame de más de dos metros, se quedó allí, separado de “El Curioso” a la distancia mencionada y bajando su rostro vomitivo ocultó este tras la penumbra negra que proyectaba su capucha.

- "Dame una razón, oh, Repositorio Mortal, por la cual no use vuestro cuerpo como alimento de Vampiros Estelares y la energía, tanto vuestra como de la entidad que se esconde dentro, como manjar de los Dioses Exteriores."

La voz imponente de “El eterno” se escuchó proveniente del ser a su frente, aquel que comienza a ser rodeado por una estela purpúrea producto del maná corrupto que se agolpa en el interior de su extraterrestre cuerpo humanoide.

- "Dame una razón, solo una, oh, Repositorio Mortal, por la cual no cobre con vuestra vida lo que por derecho se me debe."

El heraldo del horror cósmico ni se molestó en hacer acto (...)