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SylphideQ · 31-35, F
-Entraron a la cabaña de golpe, luego cerró la puerta detrás de ella, una mísera pieza de madera que les compraría apenas y un segundo. Pero nadie los seguía, y la oscuridad del recinto podría protegerlos unos instantes. Necesitaba un momento para pensar, para darse cuenta que su espalda sangraba, para mirar en los ojos aterrados de sus hijos e intentar explicarles lo que ocurría. Eva seguía llorando, ahora pidiendo a su padre. Los ojos de Roy estaban llenos de lágrimas, haciendo la misma pregunta con una angustiada mirada que le partió el corazón, y finalmente la quebró. Cayó de rodillas en el suelo de ese lugar, abrazando con fuerza a sus pequeños contra su pecho, y rompió a llorar. Nunca se había sentido tan perdida, tan incompleta sin Dan, tan aterrorizada por sus hijos. Pero el tiempo valía oro, se limpió el rostro con la manga del vestido y los miró.- Esto es lo que vamos a hacer.. -Y comenzó la explicación.-
Soren · 100+, M
-Diezmaron repasando los momentos más fijos, en donde los espadones recibían los estoques del matarreyes, más no era suficiente, demasiados al mismo tiempo lanzaban puñeteras estocadas, y con la poca brutalidad en su mirada quebrada, fue cayéndo de rodillas debido a los cortes entre aquella coraza de su propia piel, piel que alguna vez penetraron espinas, piel que disfrutó solo una mujer, piel que se quebró con un último espadón, que directamente, le atravesó la boca del estomago.- ¡AAAHG! -Un grito agónico sobresalió aquellos labios, en fervores sangrientos, puros como los pocos momentos que pasaron ante sus ojos, recuerdos, y el sacrificio que pudo lograr. Tarde, muy tarde, pues todo se borró de tan solo voltear a ver a el rostro de quién le había hecho caer.- F-freya... -Finalmente, un último latido, un último cerrar de ojos, la última vista a su casa, dictó la voz al final, quién condenó al espadachín.- Se te condena... A la perpetuad de la prisión de Ancrath.
SylphideQ · 31-35, F
-Los sonidos se acumulaban con estruedo ante ellos, aumentando la confusión que hacía estallar a su cerebro. ¿Quién, quién quería hacerles daño después de tantos años? Sintió a la pequeñita Eva temblar descontrolada contra su propio pecho, aferrando las manitas a su ropa y deshaciéndose en lágrimas y sollozos bajos. Pudo ver el rostro de Roy mugriento y aterrado, dentro de un shock del cual lo sacó tomándole la mano, y con todo el dolor de su corazón, dejó atrás a su esposo y echó a correr. Ya habían hablado anteriormente sobre ello, sobre una ruta de escape a una cabaña oculta con provisiones temporales. Rechinó los dientes en rabia a medida que se abría paso entre la maleza que ocultaba un camino a propósito. Quienquiera que hubiese roto la paz de su familia para enseñarle el miedo a sus hijos iba a pagarlo caro.-
Soren · 100+, M
-Cursó el ritmo violento de su cuerpo, por delante de su amada y sus dos niños, la casa ardía en llamas, y negro como aquitrán, el caballero negro volvía ante las fauces de su espadón abismal. Un tajo hacia su norte libró la puerta, justo para cuando ellos saliesen, y al grito eufórico de su atronadora voz, expresó.- ¡LLÉVATE A LOS NIÑOS! ¡DESPUÉS LOS ALCANZARÉ! -Galopes, estruendos, más cañonadas y pocas armaduras fueron audibles al charcotear el lago, donde finalmente terminó por oírse, los correres intensos de sombra en dirección de la mujer. Dante no se preocupó luego de esto, realmente se quedó a combatir a pesar de las heridas perpetrando su cuerpo, si... Tenía que ganar tiempo para su mujer, por ello, sin pensarlo, empezó a luchar espada contra espada, con alrededor de cién hombres que incrementaban el número entre el patio principal.-
SylphideQ · 31-35, F
-La sensación llegó tardía, pero cuando su instinto de peligro llegó y derramó la amenaza en ella primero atinó a cubrir a sus pequeños con el cuerpo. Los cristales se rompieron, la oscuridad cubrió el hogar por instantes y por segundos olvidó respirar, los brazos aferrándose al fuerte que hacía con su esposo sobre Eva y Roy. Cuando ese instante decisivo fue pasando, un ardor en su espalda la hizo sisear por instinto. Había algo clavado profundamente en su espalda, y la pérdida de sangre por esa herida la había hecho palidecer. No dejó que sus hijos lo vieran, apenas intentaban levantar sus cabecitas los hacía mirar hacia el suelo con caricias sobre su cabello.- Niños, rápido. Tenemos que salir de aquí... -Escuchó a Roy protestar, pero sólo lo apuró a levantarse. Cargó a Eva en su brazo derecho.- Sin preguntas, nos vamos.
Soren · 100+, M
-De la nada sus ojos pesaron, como dos marchitos amaneceres, aunque vagantes aún en la despierta figura, pero algo estaba mal, las hojas de los árboles junto al río se movían con frecuencia. La sospecha fue clara, un brillo tenue resaltó la punta de un cañón, y al aferre de su cuerpo, lanzó a su mujer a un lado, al conjunto de sus dos hijos, con él dando la espalda encima suyo, como si de una coraza se tratase.- ¡Tapense los oídos! ¡Carajo! -Bastaron unísonos estruendos, para reventar la corteza principal de la casa, la fachada de el ventanal enorme. Justo en aquella sala, solo un poco más lejano a su posición, el primer estallido reventó su espalda de quemazón contundente, tan vaga como la madera y el mármol ardiendo sin fín, de todas formas no era momento para detenerse, en su dolor profundo por las heridas, se irguió hacia adelante, rebuscándo la paz de sus dos pequeños. Se sorprendió en lo que vió, estaban bien, todos juntos.- Bien... Ahg... Tenemos que huir.
SylphideQ · 31-35, F
-Le causó mucha gracia ver a sus pequeños siendo complacidos por su padre, y los dos, a pesar de lo ocurrido lo abrazaron con fuerza. Eva tan pequeña mordisqueó y babeó la camisa de su padre por su edad, pero finalmente la edad de ambos los hacía inmunes a lo que había ocurrido. Ella sólo se abrazó al brazo de su hombre y contempló agradecida a sus dos pequeños, considerándose tan bendecida y afortunada, tan feliz de que ese hombre estuviese a su lado y y la hubiese elegido para procrear a esos magníficos seres. No había forma de que considerarse ese momento imperfecto, pero deseaba a ese ser, un profundo beso en su mejilla lo dejó muy claro, pues se prolongó más de lo normal, buscando darle un mensaje.- ~
Soren · 100+, M
Hey, hey... Enanita, ahora tú no. -Carcajeó de lado, pues la ternura le adornó esa coraza llena de oscuridad, no dudó ni un segundo en cargar a sus dos pequeños, uno por cada pierna, en donde sus diminutos cuerpos se resguardaban por los muslos del gran hombre. Momentos tardó en acomodarse, y finalmente recibir los tres cuerpos de su familia apegándose contra sí, fue una imagen muy hermosa, tanto que no quería que se acabara, ya que, siempre la luz en ese lugar era baja, tapada por las montañas, pero fija como un atardecer interminable, ayudado por las hojas de cerezos rondando.-
SylphideQ · 31-35, F
-Se llenó de risas cuando Eva fue a hacer justicia a su hermano con sus pequeños y torpes pasos. Ella se abrazó a la pantorrilla de su padre, y con sus dientes incompletos comenzó a mordisquear la orilla de la bota de cuero de su padre, simulando gruñidos de una bestia que sonaban como balbuceos. Ella rió, luego tomó asiento a lado de su esposo y se recargó en su hombro. Oh, esa forma de su cuerpo tan perfectamente creada para su cabeza, el apoyo que necesitaba para el día agotado que dejaban como saldo esos dos energéticos pequeños, pero su corazón lleno de amor, de alivio por esa vida tan perfecta considerada por ella. De todas formas, encontró muy divertido y satisfactorio que la pequeña Eva buscara justicia con esas pequeñas mordiditas.- Pfff...
Soren · 100+, M
¿Sí? -El enano seguía ahí, con el rostro perfumado en rabia. Curioso, muy curioso, se recordó a sí mismo de joven, con tanta brutalidad en la mirada, pero fuerza moderada por un corazoncito lleno de belleza, por ello se acercó a su pequeño, y con un beso sobre su frente, le hizo desaparecer la cara culo que tenía.- Roy... -Ahora fijó sus ojos.- Algún día serás el mejor espadachín, pues cuando yo falte, tendrás que cuidar de tu madre y de tu hermanita sobretodo. -Finalizó el breve discurso Dan, para ponerse en marcha hacia la sala con vistas al horizonte prófugo de cortinas, en donde se sentó, cruzó las piernas, y dedicó sus últimos minutos a leer del libro.-
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