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100+, M
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1-10 of 72
AkiyamaMasao · 100+, M
Los brumosos días se habían ido junto al eterno constante tiempo, al igual que su precaria fe.
Estaba inmerso en las seductoras tinieblas, amando con fidelidad cada una de ellas. Pero ahí, donde él rige con horror sus ojos cárdeno bramaban un pasional furor; estaba fundido en cólera de aquello que nunca sucedió.
No descansaba, después de todo los susurros de las paredes traían secretos inmemoriales de cuando aún el mundo era virgen y joven. De esos eones donde aún Ellos no habían descendido de las lejanas estrellas y de verdad existía paz.
Pero luego un sospechoso silencio envolvió su magna y primordial fortificación, como si fuera el último vestigio de una larga tranquilidad. En su semblante una sádica sonrisa no se pudo hacer esperar y justo después la tormenta se avecinó, escoltada de estruendos que auguraban caos, también una sanguinaria guerra.
– Realmente viniste.
El cielo chillaba, las bestias cósmicas en las sombras de su castillo disfrutaban y su felicidad se representaba en aquellos sonidos guturales extraordinariamente desagradables.
Posteriormente el suelo crujió y su alcázar se tambaleó en armonía con ese abrupto tremor, de los longevos muros polvo brotó, habían pasado siglos desde la última vez que algo parecido acaeció.
Delineó con su lengua su labio superior en señal de excitación y se movilizó a donde había escuchado aquella calamitosa explosión, pero con un espectral transitar, lentamente haciéndose esperar. Intencionalmente, lo quería irritar.
Aunque también yace la gran posibilidad que la rabia del visitante se diluya con el paso del tiempo por el embriagante olor que abrazaba a sus dominios, esa loción infernal y afrodisíaca que expele naturalmente de sus poros y anda correlacionada con su energía mortalmente ponzoñosa que es creciente, ya que progresivamente transforma el maná de los alrededores a una versión vil, como si fuera una reacción en cadena. Todo accionado por él, ese Engullidor de Sueños que desde ya había iniciado a prepararse.
No tardó mucho en emerger de las profundidades de su baluarte y por fin mostrarse a una decena de metros de aquel nórdico, con solo su hakama gris y su espada, atada en los costados de su cadera por el cinturón.
Su tren superior estaba expuesto, exhibiendo aquel indeleble blasón de Umbra Eterna en su pectoral izquierdo. No era él, pero esta marca definitivamente exponía la conexión mórbida que tenía con ese heraldo del espacio exterior.
– Lamentablemente para ti, Él no anda aquí, «León de Midgard.»
Solo soy yo, «El Verdugo de los Dioses del Cosmos.»
Puedes llamarme Carnifex.
Detrás de esas cordiales palabras había un matiz de misterio insondable y una sonrisa inmoral, era un encuentro de ensueño con un camino muy incierto.
Además, las partículas de su Perfume-Noxius navegaban por todo el ambiente disimuladamente y se impregnaba a la superficie de cada cuerpo presente para estimular de forma erógena y darle un mayor efecto a su hedor penetrante que levanta los instintos primarios, esos de lujuria e interminable fervor.
Caer en el yugo de los pecados era tan provocador y a día de hoy no hubo ser que escapara de las zarpas de esa erótica tentación.
Estaba inmerso en las seductoras tinieblas, amando con fidelidad cada una de ellas. Pero ahí, donde él rige con horror sus ojos cárdeno bramaban un pasional furor; estaba fundido en cólera de aquello que nunca sucedió.
No descansaba, después de todo los susurros de las paredes traían secretos inmemoriales de cuando aún el mundo era virgen y joven. De esos eones donde aún Ellos no habían descendido de las lejanas estrellas y de verdad existía paz.
Pero luego un sospechoso silencio envolvió su magna y primordial fortificación, como si fuera el último vestigio de una larga tranquilidad. En su semblante una sádica sonrisa no se pudo hacer esperar y justo después la tormenta se avecinó, escoltada de estruendos que auguraban caos, también una sanguinaria guerra.
– Realmente viniste.
El cielo chillaba, las bestias cósmicas en las sombras de su castillo disfrutaban y su felicidad se representaba en aquellos sonidos guturales extraordinariamente desagradables.
Posteriormente el suelo crujió y su alcázar se tambaleó en armonía con ese abrupto tremor, de los longevos muros polvo brotó, habían pasado siglos desde la última vez que algo parecido acaeció.
Delineó con su lengua su labio superior en señal de excitación y se movilizó a donde había escuchado aquella calamitosa explosión, pero con un espectral transitar, lentamente haciéndose esperar. Intencionalmente, lo quería irritar.
Aunque también yace la gran posibilidad que la rabia del visitante se diluya con el paso del tiempo por el embriagante olor que abrazaba a sus dominios, esa loción infernal y afrodisíaca que expele naturalmente de sus poros y anda correlacionada con su energía mortalmente ponzoñosa que es creciente, ya que progresivamente transforma el maná de los alrededores a una versión vil, como si fuera una reacción en cadena. Todo accionado por él, ese Engullidor de Sueños que desde ya había iniciado a prepararse.
No tardó mucho en emerger de las profundidades de su baluarte y por fin mostrarse a una decena de metros de aquel nórdico, con solo su hakama gris y su espada, atada en los costados de su cadera por el cinturón.
Su tren superior estaba expuesto, exhibiendo aquel indeleble blasón de Umbra Eterna en su pectoral izquierdo. No era él, pero esta marca definitivamente exponía la conexión mórbida que tenía con ese heraldo del espacio exterior.
– Lamentablemente para ti, Él no anda aquí, «León de Midgard.»
Solo soy yo, «El Verdugo de los Dioses del Cosmos.»
Puedes llamarme Carnifex.
Detrás de esas cordiales palabras había un matiz de misterio insondable y una sonrisa inmoral, era un encuentro de ensueño con un camino muy incierto.
Además, las partículas de su Perfume-Noxius navegaban por todo el ambiente disimuladamente y se impregnaba a la superficie de cada cuerpo presente para estimular de forma erógena y darle un mayor efecto a su hedor penetrante que levanta los instintos primarios, esos de lujuria e interminable fervor.
Caer en el yugo de los pecados era tan provocador y a día de hoy no hubo ser que escapara de las zarpas de esa erótica tentación.
AkiyamaMasao · 100+, M
Resignado, meramente fueron vestigios antediluvianos. Vastos infames mitos solo para que resultara en un fraude titánico. No esperó nada de esos seres “solemnes” y aún así termino decepcionado, tantos panegíricos para que al final sus Dioses “todopoderosos y perfectos” tuvieran más similitudes al avestruz que a un propio celestial.
Resolló iracundo, en su semblante se esculpía el descontento, atisbarlo era todo un poema.
Abandonó la idea de abrir su mente, irónicamente con anterioridad hasta los escaldos con su labia lograron hacerlo fluctuar. Inacabables proezas, inconmensurables hazañas... Fueron tantas apologías ilusorias de esos seres que involuntariamente habían calado en lo intrínseco de su alma colmada de protervia.
–Sveengard, al final no fuiste más que un nombre vacío utilizado por los mortales, todo porque los débiles suecos deben pensar que existe alguien superior por su complejo hereditario de inferioridad.
Exclamó, la altivez en esos vocablos era profusa, la supremacía se palpaba a leguas.
Espiritual y físicamente él sentía una especie de diferencia con todos, un abismo que lo distanciaba del resto; recibir un fragmento de aquel poder no solo le desató una desenfrenada esquizofrenia si no una actitud arrogante y dictadora.
Se fue acercando con parsimonia a una de las velas que estaba posicionada estratégicamente en una de las esquinas de su amplio aposento, eran cuatro y se encontraban en tales puntos para que el fulgor fuera tenue en el centro y el entorno tuviera una atmósfera sombría.
Sus ojos violetas opacos se encadenaron a la pequeña llama del blandón y admiro como la cera se iba derritiendo como sus esperanzas en humillar a los frágiles arquetípicos del mundo de los hombres.
– Chicos, ahora que los nórdicos huyen de mí... ¿Tendré que ir a ver si los Olímpicos tienen por lo menos la dignidad de presentarse en estos condominios?
Fue una pregunta para los seres que supuestamente “moraban a su alrededor”, esos que días y noches le viven dialogando, ya sea en un dialecto terrenal o cósmico.
La respuesta de ellos no se hizo de esperar y bombardearon su actual hogar con afirmaciones tajantes. Exigiendo que el japonés no debe pausar su travesía y lograr esos arcanos propósitos.
Su kimono púrpura y hakama gris ya clamaban sorber nuevamente sangre, embriagarse de ese líquido carmín tan deleitante y único. No muy diferente era el sentimiento de su Kuroi bara que yace envainada entre el cinturón obi al lateral de su cintura.
– Mí amada katana, es una lastima que aún no te doy de comer. Disculpa, es que las divinidades mundanas de Asgard se ocultaron de mí sublimidad. Más no es del todo su culpa, ningún ser con tres dedos de frente vendría a mí alcázar a morir.
Se dio la vuelta y fue caminando hacia la puerta hasta que su gata se deslizo por sus piernas y cariñosamente rodaba. Alguien normalmente diría que anda en celo, pero uno de los motivos de tal comportamiento es la fragancia dulce y seductora que expele naturalmente de sus poros Akiyama, esa que tenía bañado su ordinario hogar, el perfume en primeras impresiones se notaba de rosas, jazmín y petricor; mismo que había asaltado el cuarto con ese olor tan exótico y que despertaba los instintos primitivos/lujuriosos de tanto hombres, mujeres y animales.
Resolló iracundo, en su semblante se esculpía el descontento, atisbarlo era todo un poema.
Abandonó la idea de abrir su mente, irónicamente con anterioridad hasta los escaldos con su labia lograron hacerlo fluctuar. Inacabables proezas, inconmensurables hazañas... Fueron tantas apologías ilusorias de esos seres que involuntariamente habían calado en lo intrínseco de su alma colmada de protervia.
–Sveengard, al final no fuiste más que un nombre vacío utilizado por los mortales, todo porque los débiles suecos deben pensar que existe alguien superior por su complejo hereditario de inferioridad.
Exclamó, la altivez en esos vocablos era profusa, la supremacía se palpaba a leguas.
Espiritual y físicamente él sentía una especie de diferencia con todos, un abismo que lo distanciaba del resto; recibir un fragmento de aquel poder no solo le desató una desenfrenada esquizofrenia si no una actitud arrogante y dictadora.
Se fue acercando con parsimonia a una de las velas que estaba posicionada estratégicamente en una de las esquinas de su amplio aposento, eran cuatro y se encontraban en tales puntos para que el fulgor fuera tenue en el centro y el entorno tuviera una atmósfera sombría.
Sus ojos violetas opacos se encadenaron a la pequeña llama del blandón y admiro como la cera se iba derritiendo como sus esperanzas en humillar a los frágiles arquetípicos del mundo de los hombres.
– Chicos, ahora que los nórdicos huyen de mí... ¿Tendré que ir a ver si los Olímpicos tienen por lo menos la dignidad de presentarse en estos condominios?
Fue una pregunta para los seres que supuestamente “moraban a su alrededor”, esos que días y noches le viven dialogando, ya sea en un dialecto terrenal o cósmico.
La respuesta de ellos no se hizo de esperar y bombardearon su actual hogar con afirmaciones tajantes. Exigiendo que el japonés no debe pausar su travesía y lograr esos arcanos propósitos.
Su kimono púrpura y hakama gris ya clamaban sorber nuevamente sangre, embriagarse de ese líquido carmín tan deleitante y único. No muy diferente era el sentimiento de su Kuroi bara que yace envainada entre el cinturón obi al lateral de su cintura.
– Mí amada katana, es una lastima que aún no te doy de comer. Disculpa, es que las divinidades mundanas de Asgard se ocultaron de mí sublimidad. Más no es del todo su culpa, ningún ser con tres dedos de frente vendría a mí alcázar a morir.
Se dio la vuelta y fue caminando hacia la puerta hasta que su gata se deslizo por sus piernas y cariñosamente rodaba. Alguien normalmente diría que anda en celo, pero uno de los motivos de tal comportamiento es la fragancia dulce y seductora que expele naturalmente de sus poros Akiyama, esa que tenía bañado su ordinario hogar, el perfume en primeras impresiones se notaba de rosas, jazmín y petricor; mismo que había asaltado el cuarto con ese olor tan exótico y que despertaba los instintos primitivos/lujuriosos de tanto hombres, mujeres y animales.
AkiyamaMasao · 100+, M
Claman los antiguos escaldos que los æsir solo buscan a los más “egregios belígeros”, recitan los vetustos escaldos que las valquirias solo guían a la puerta dorada a quienes dejan surco en el mundo de los hombres.
Selectos y “faustos” aquellas almas bañadas en “grandeza” que logran cruzar el umbral del valhalla y pueden sentarse ante los Dioses débiles y frágiles oriundos de la tierra.
“Privilegiados” los humanos que fueron avasallados, ¿cuál fue su castigo por caer derrotados?
Ir al salón de los caídos y gozar de placeres mundanos junto con las divinidades arquetípicas. Deidades endebles y pusilánimes ante su reciente visión religiosa. Entendía la vasta cantidad de mitologías pero la nórdica era una de las más estultas, después de todo mandaban a sus inoperantes creyentes a la sanguinaria guerra y perecer no era más que una bendición para los escandinavos. ¿Qué sentido tenía?, era irónico, leones sin melenas comandados por ideologías de ovejas.
–No entiendo porque aún ustedes no exterminan a esos minusválidos seres, no concibo el motivo de que esos entes terrenales permanezcan en la faz del planeta. Son incompetentes que solo viven encadenados al banal “deleite” de la gula, malditos gordos. No hacen más que comer...
El de hebras azabaches no podía parar de cavilar sobre porqué ellos aún no castigan a los que yacen en Asgard.
Se mantenía sentado en un cómodo sillón, inclinado hacia la vanguardia y con ambos de sus codos apoyados en sus rodillas abiertas. Las manos estaban caídas, su atisbar direccionado al poluto suelo y con un semblante austero empapado de preguntas sin respuestas. Fue ahí cuando decidió divisar al frente y vislumbró una ya cotidiana efigie amorfa creada por tentáculos pero en vez de ventosas tenía ciclópeas púas puntiagudas, de tonalidad purpúrea, de no más de dos metros.
La susodicha le comenzó a susurrar en un dialecto arcaico y el sonido era uniforme, provenía de todas las direcciones pero ciertamente a la vez de ninguna. Era algo ilógico y técnicamente quimérico, esa resonancia inefable era perenne y producía un eco que cada vez era mayor, se volvió estruendoso el habla críptico de esa criatura que parecía que provenía de los más pavorosos cuentos de horror cósmico. El rōnin se levantó impetuosamente, alterado por el bullicio... No lograba entender el idioma de esa criatura onírica, solo sentía la perversidad que brotaba de ella y sin tolerar más realizó un fugaz movimiento con su mano de derecha a izquierda, impactando con esa figura irregular. Fue ahí cuando se diluyó dejando una estela en su anterior ubicación.
–¡Sí!, Ya entiendo... Que estúpido fui, ¿cómo ustedes qué son Dioses universales se van a preocupar por deidades arquetípicas?
Inicio a comprender su pensar cósmico.
Realmente nunca había aparecido nada, todo fue producto de su mente corrompida por los conocimientos de los Dioses Exteriores y su noxius.
Ya era normal para él sufrir ataques psicóticos, los delirios y alucinaciones lo agobiaban constantemente.
Más no tenía que desviarse de su ideal, si ellos no actuarían lo haría él y ahora que recuerda en un pasado cuando estuvo en las tierras de Europa del norte—Suecia—; escucho entre los fragores de batalla un nombre que se repetía perpetuamente, un nombre que al parecer era distinguido por esos lares, por lo menos en los tiempos que él estuvo acabando con los descendientes de los delicados vikingos. Era un tal «Svengard», su información se limitaba al solo nombre, más no sabía si lo recordaba bien, después de todo han pasado siglos de aquel momento.
Por alguna razón decidió intentar llamarlo, quería conocer más de los seres vulnerables.
–Svengard... Ven, ¿o solo eres un mito?
Svengard... Ven, ¿o solo eres un farsante?
Aparece o sigue oculto para siempre.
Selectos y “faustos” aquellas almas bañadas en “grandeza” que logran cruzar el umbral del valhalla y pueden sentarse ante los Dioses débiles y frágiles oriundos de la tierra.
“Privilegiados” los humanos que fueron avasallados, ¿cuál fue su castigo por caer derrotados?
Ir al salón de los caídos y gozar de placeres mundanos junto con las divinidades arquetípicas. Deidades endebles y pusilánimes ante su reciente visión religiosa. Entendía la vasta cantidad de mitologías pero la nórdica era una de las más estultas, después de todo mandaban a sus inoperantes creyentes a la sanguinaria guerra y perecer no era más que una bendición para los escandinavos. ¿Qué sentido tenía?, era irónico, leones sin melenas comandados por ideologías de ovejas.
–No entiendo porque aún ustedes no exterminan a esos minusválidos seres, no concibo el motivo de que esos entes terrenales permanezcan en la faz del planeta. Son incompetentes que solo viven encadenados al banal “deleite” de la gula, malditos gordos. No hacen más que comer...
El de hebras azabaches no podía parar de cavilar sobre porqué ellos aún no castigan a los que yacen en Asgard.
Se mantenía sentado en un cómodo sillón, inclinado hacia la vanguardia y con ambos de sus codos apoyados en sus rodillas abiertas. Las manos estaban caídas, su atisbar direccionado al poluto suelo y con un semblante austero empapado de preguntas sin respuestas. Fue ahí cuando decidió divisar al frente y vislumbró una ya cotidiana efigie amorfa creada por tentáculos pero en vez de ventosas tenía ciclópeas púas puntiagudas, de tonalidad purpúrea, de no más de dos metros.
La susodicha le comenzó a susurrar en un dialecto arcaico y el sonido era uniforme, provenía de todas las direcciones pero ciertamente a la vez de ninguna. Era algo ilógico y técnicamente quimérico, esa resonancia inefable era perenne y producía un eco que cada vez era mayor, se volvió estruendoso el habla críptico de esa criatura que parecía que provenía de los más pavorosos cuentos de horror cósmico. El rōnin se levantó impetuosamente, alterado por el bullicio... No lograba entender el idioma de esa criatura onírica, solo sentía la perversidad que brotaba de ella y sin tolerar más realizó un fugaz movimiento con su mano de derecha a izquierda, impactando con esa figura irregular. Fue ahí cuando se diluyó dejando una estela en su anterior ubicación.
–¡Sí!, Ya entiendo... Que estúpido fui, ¿cómo ustedes qué son Dioses universales se van a preocupar por deidades arquetípicas?
Inicio a comprender su pensar cósmico.
Realmente nunca había aparecido nada, todo fue producto de su mente corrompida por los conocimientos de los Dioses Exteriores y su noxius.
Ya era normal para él sufrir ataques psicóticos, los delirios y alucinaciones lo agobiaban constantemente.
Más no tenía que desviarse de su ideal, si ellos no actuarían lo haría él y ahora que recuerda en un pasado cuando estuvo en las tierras de Europa del norte—Suecia—; escucho entre los fragores de batalla un nombre que se repetía perpetuamente, un nombre que al parecer era distinguido por esos lares, por lo menos en los tiempos que él estuvo acabando con los descendientes de los delicados vikingos. Era un tal «Svengard», su información se limitaba al solo nombre, más no sabía si lo recordaba bien, después de todo han pasado siglos de aquel momento.
Por alguna razón decidió intentar llamarlo, quería conocer más de los seres vulnerables.
–Svengard... Ven, ¿o solo eres un mito?
Svengard... Ven, ¿o solo eres un farsante?
Aparece o sigue oculto para siempre.
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Valkiria · 31-35, F
-Lo mata a golpes sin posibilidad de revivir- (?)
greekgoddess · F
⊰☬⊱ Gracias por aceptarme, rolcito cuando quieras.
OwO /)
*le mete dulces en donde estaban sus probiciones * owo ... * tambien le ponia un libro para colorear y una caja de crayolas para sus viajes* owob
OwO /)
++sube por su armadura para intentar masajear sus mejillas+ owo
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