-Se rasca el mantón, mirando las marcas por su cuello. De cierta forma le pareció una reacción esperada, pero eso no le quitaba su carácter divertido. El azabache se levantó de la cama y caminó hasta el espejo por el que la asesina se veía.- No te quedan tan mal. -Se mira a los ojos a través del espejo, ojerosos y secos, pero siempre llenos de esa intensa ira que lo hace ver de lo más despierto.- ¿Por qué vives? Contesta. -Su voz no muestra emoción o variación en su tono, es neutra e insípida.-

La respiración de la rubia se iba agitando a medida que la presión en su cuello no disminuía. Por un segundo pensó que si moriría pues no veía señales de duda por parte del demonio hasta que al final terminó por soltarle, provocando que la mujer tosiera en busca de aire. —Maldito... Espero no me hayas dejado una marca—. Fue lo único que dijo mientras se levantaba con rapidez hacia el espejo, aún tosía mientras miraba aquellas marcas de dedos en su cuello.

-Por un segundo parece que su mano va a partir por la mitad el delgado cuello, se le marcan las venas en la mano y se pierden en sus prendas a medida de que suben por su brazo. Más al final la suelta, un suspiro pesado y seco sale de él, entonces susurra.- ¿Qué sentido tiene entonces? Tomar una vida que no le importa ser tomada. -Se echa hacia atrás, acomodándose nuevamente en la cama. Aún la mira con los mismos ojos.-

Estaba tan concentrada en sus propios pensamientos que se sorprendió ligeramente al sentir la mano de John ir directamente a su cuello. No era un tacto suave, su mano se sentía aspera y poco a poco sentía la presión que ésta ejercía sobre su cuello. —¿Quieres asesinarme? ¿Lo deseas?—. Habla con normalidad pero sus ojos siguen clavados en los del demonio, sabe que debería temerle, nota esos ojos llenos de odio y por un momento la piel se le eriza. —No... No voy a resistirme de ninguna manera...—.

Ya veo. -El azabache se inclina hacia ella lentamente, su mano se extiende hacia el cuello ajeno. La piel de John es áspera y está llena de marcas que delatan su experiencia. Su cuerpo se tensa, su mano aprieta aunque fuera un poco alrededor de la tersa piel de la mujer.- ¿Y si te asesino ahora? -Su voz es un susurro que se siente cercano aunque no lo esté, como si le hablara directo al oído. En sus ojos hay fuego, hay rabia y en lo más profundo de las brasas infernales, odio. Como si detrás de ese aspecto tan humano y tan normal hubiera un monstruo escondido como una sombra. Una sombra que sólo los muertos han de ver.- ¿Vas a resistirte?

—Suena mucho mejor a que me dogas delincuente—. Sonríe de lado, terminando su cigarrillo. Ella también logra sostenerle la mirada por un par de segundos, parecía estar pensando en algo más, lo sentía en esos ojos que podrían mirar tu alma. —No la tiento... Sólo digo en voz alta lo que pienso. Solamente digo que si tu tomas mi vida no opondré resistencia—. Suelta un largo suspiro dejando salir una última bocanada de humo.

Claro que lo eres. Llamarse asesina o sicaria sólo es una forma más elegante. -Su cigarro se termina pronto, por lo cual lo toma y lo lanza al suelo. Luego le devuelve la mirada, sosteniéndola por un tiempo, pensando si de verdad sería tan fácil matarla y quedarse con su alma.- No deberías tentar a tu suerte, no sabes cuándo puedo decidir que ya es hora de que partas. -Se vuelva a sentar en la cama y se limpia la ceniza del rostro y de la ropa con las manos.-

—¿Soy una delicuente entonces?—. Enarca una ceja al escucharlo, observándolo y dejando escapar el humo lentamente por su boca. —Si, la aceptaría siempre y cuando quien me de la muerte seas tú—. Se le queda mirando un largo instante.

Los delincuentes son los más sentimentales cuando se trata de la muerte. -La ceniza de su cigarro termina cayendo en la cama cuando gira su cabeza para mirarla.- ¿Aceptarías tu muerte de buenas a primeras? -No parece que sea una pregunta que hace a la ligera, después de todo para él la muerte tiene algo especial, algo personal.-

—¿Penosamente emocional? ¿Por qué dices eso?—. Ella da una calada a su cigarrillo, soltando el humo en un largo suspiro, lo observa de reojo y arruga la nariz. —La verdad si. Estaba emocionada y me arrebstaste eso—. Dijo bromeando dejándose caer en la cama.