La presión en sus muñecas se vuelve más fuerte, sabe que de desearlo podría quebrarlas con facilidad pero termina por soltarla y escucha ese quejido como protesta. Sus ojos van hasta las manos ajenas, las cuales aprieta tan fuerte que esta segura que sus uñas estan clavadas en las palmas de sus manos.

—Lo sabrías si quieras escapar por un momento de toda esa oscuridad y esa mierda que te rodea, pero parece que te gusta joderte a ti mismo, John. No todo es luz así como no todo es oscuridad—.

No demuestra ninguna emoción y eso la asusta, el demonio no parece ser el mismo que siempre, así que sólo suspira.

—Se a donde llevarte por whisky... ¿Quieres ir conmigo?—.

-Niega con la cabeza, sus manos quieren apretar hasta sentir el crujir de los huesos de esa mujer, pero una parte de él la obliga a soltarla casi contra su voluntad. La queja es evidente, gesticula molestia en un refunfuño suave. Sus manos ahora vacías se cierran en un puño en el que se remarcan las venas como si fuesen a reventar. Se apoya contra la pared, levantando el mentón, respira con suavidad.-

¿Lo mejor para mi? ¿Cómo mierda voy a saber siquiera qué es bueno o malo, lo que te hace bien o no? Todo es amargo, demasiado amargo. No hay una elección correcta, sólo puedo lanzarme al abismo y ver cuánto tarda en devorarme o escupirme fuera otra vez.

-Si pudiera sonreír, lo haría después de decir eso, pero su rostro parece el de un muerto, casi como siempre. Sólo que ahora ni siquiera parece iracundo.-

Sólo se que necesito whisky y algo de cocaína.

Deja que se tranquilice como él pueda... Aunque parece hacerlo más por pura inercia que por el hecho de que realmente le funcione hacer eso. ¿Qué pudo haber sucedido para que el demonio tuviese un quiebre de esa magnitud?

—Tienes razón... No lo comprendo porque soy humana. No tengo idea de lo que es vivir eternamente y sufrir como tú lo estás haciendo ahora—.

Abre mucho los ojos, debido a la sorpresa que le ocasiona la firmeza con que la toma por las muñecas, puede sentir esa presión y piensa que si quisiera podría quebrarlas en un movimiento.

—Yo no puedo decidir por ti ¡Eso lo sé! Pero debes entender que debes hacer algo y lo que sea mejor para ti—.

-Esta vez no parece tener una reacción negativa, de hecho no tiene reacción alguna al tacto que recibe. Su mirada sube con cautela, sutilmente busca los ojos ajenos a medida de que las palabras penetran en sus oídos y mente. Inspira pesadamente, exhala de forma forzosa como si un nudo impidiera liberar el peso de sus hombros.-

¿Preservar? No lo comprenderías, no comprenderías lo que se siente querer preservar o acabar con unas existencias tan finitas.

-Sus manos toman las muñechas ajenas con firmeza, presionando el pulgar sobre el nervio de la articulación. No ejerce fuerza, pero no parece que quiera ceder a soltarla.-

Ni siquiera yo sé por qué me importa. Tampoco sé qué debería, pero dudo que seas tú la que lo pueda decidir, Zylith.

Puede notar lo mal que se encuentra pero no sabe aún cual es el motivo que lo tiene así... Por más vuelta que le da en la cabeza no sabe como ayudarlo y lo poco que podría hacer muy probablemente no sirva de nada e incluso empeore su situación y como se siente; coloca sus manos sobre sus muñecas para que pueda sentir su pulso y busque calmarse.

—Lo que he aprendido en este tiempo es que todo puede morir... Hasta lo que se dice que no muere. Si eso quieres... Deberías entonces buscar las maneras—.

Tal vez sonaba fría o cruel pero era difícil saber que era lo que realmente deseaba.

—Eres un demonio al que no debería importarle algo tan banal como la vida humana a menos que desees preservarla—.

-Tarda un momento en reaccionar a la voz ajena, las manos del demonio vuelven a tomar el rostro juvenil de John y apretarlo. Su mirada va al suelo, sus ojos se cierran con fuerza como si se preparara para un golpe o algo peor. Su respiración se normaliza poco a poco, de forma lenta pero contínua. Suspira, de forma pesada y áspera, siente el cuerpo entumecido. De repente sus manos ya no tienen fuerza siquiera para expresar sus nervios.-

No lo entiendes. Todos ustedes morirán, ella morirá también. ¿Pero yo? Yo no muero ni vivo, sólo existo.

-Su voz también se oye de forma cotidiana, al igual que siempre presenta una agria seriedad. Ni siquiera la duda, la ansiedad o los nervios llegan a mostrarse esta vez.-

Y a la vez quiero verlos morir.

¿Qué debería hacer? No sabe realmente bien que acción podría detonar algo malo en John, tal vez tocarlo no era buena idea así que poco a poco sus dedos debilitan aquel agarre hasta soltarlo.

—No creo que deba morir... No si es alguien... Importante para ti—.

Sabía que no le hablaba a ella, pero tal vez escuchar lo mismo de alguien más podría ayudarle, ya antes lo había visto mal pero esa ocasión... Esa ocasión era muy distinto.

—Yo... Yo estaba de camino a mi trabajo y te encontré aquí—.

-El tacto le pica y le arde, como si las manos de la mujer fueses metal fundido derramándose sobre su piel. Es un dolor que no se exprea en sonidos, ni en alguna minúscula reacción de su cuerpo. John sigue sin respirar, o eso es lo que parece.-

¿Debería morir? No, si muere nada tendrá sentido.

-Se repite en voz alta con un tono ronco y seco. Su mirada sigue tan perdida como distante, el usual brillo en el profundo carmesí de sus ojos yace desaparecido. Después de otro rato, su expresión es menos inquieta. Sus ojos como dos gotas de sangre clavan la mirada en lo que tiene enfrente.-

¿Qué haces aquí?

—¿Ella? John... ¿De quién hablas?—. Por primera vez en todo ese rato pudo observar sus ojos, eran tan rojos y lucían inquietos, miraba a algo más allá de ella, sentía que miraba a través de ella como si fuera transparente. Eleva la diestra con lentitud tomándole de la barbilla sólo para que pudiera enfocarse en ella y se tranquilizara. —Calmate... Respira hondo—.

-Cuando la corta respiración se detiene y vuelve a la normalidad, sus ojos rojos se revelan como dos rubíes empañados de mugre. El rostro de John permanece con esos rasgos agresivos, lejos de cualquier otra emoción. Su voz, que clama malos augurios, resuena desgastada y ronca como es usual.-

Ella lo sabe. No... no, no lo sabe, ella sospecha.

-Su mirada no parece dirigirse a Zylith, sino a la pared detrás de ella, o a la nada misma que los separa del muro.-