Observó a Jonathan irse con un inmenso dolor en sus ojos. Ese nombre, él dejándola allí sin decir nada. Se recargó en su asiento mirando el frente de forma ausente, y afortunadamente Zeppeli le pasó una bebida que sujetó en su mano y meneó despacio. Pronto sintió lo poco que había avanzado, aún no había dejado esa clasificación de matona, de chica de baja clase. Para empezar no debería estar allí, bebiendo entre hombres. En segundo, nunca podría compararse con la delicada Erina, de reputación intachable. Pronto vació su bebida, y después de algunas horas de hacerle compañía a Zeppeli hablando de temas simples, se marchó.
Jonathan escuchó ese nombre: Erina. Y desencadenó un montón de recuerdos que le hizo doler el alma, como una tétrica escena de alguna obra de teatro cargado de drama, casi en lista: Una Erina llorando La tumba de Danny Y Dio... ¡Ah ese hombre! Que desde que apareció en su vida todo empezó a ir en declive. El Jōestar se apagó de inmediato, incluso su gesto, ¿Quien iba a saber que toda esa musculatura resguardaba un corazón tan blando? — Discúlpenme— Soltó en breve a sus amigos y se retiró del lugar por la puerta delantera dejando atrás un aire melancólico entre sus compañeros, una sonrisa maligna en quién soltó un comentario y un montón de murmuros entre otros.
Ebrio la fuerza de Jonathan quizás era un poco más intensa de lo normal, descontrolada. Se encontró encerrada entre esos inmensos músculos y jadeó por aire, pero no se quejó. Bien podría morir gustosa de esa forma, vaya perfección. Había una mesa a lado que vió el acto, y uno de los caballeros en ella no pudo evitar comentar en voz quizás alta: "¡Vaya! Pero si es el señor Joestar, ¿No salía el con Lady Erina?" Un breve "shh" fue exclamado en respuesta, pero ella había escuchado. Tenía los ojos bien abiertos con algo de sorpresa, y pronto Zeppeli lo notó. Se aclaró la garganta para intentar cambiar el tema. "¿Bonita noche, eh?"
Jonathan abrazó con más fuerza a Rose, ese comentario le dió mucha ternura, ¡Ah! El caballero estaba ebrio y vulnerable, pero sus sentimientos también salieron a flote después de ese comentario. — ¿Cómo el cabello de Lady Rose?, ¡En ese caso no las peinaremos! ¡Serán unas bellísimas leonas!— Y soltó una carcajada de felicidad, que dejó a un Zeppeli sorprendido.
Estaba ante dos hombres que habían descubierto un poder superior entre la humanidad. El Hamon, una habilidad que sólo pocos tenían, a lo que muchos dedicaban su vida entera. Por un momento se preocupó, ¿Cuáles eran los objetivos de Jonathan en ese aspecto? ¿Se apartaría también como el señor Zeppeli de su familia? Miró al italiano por unos momentos, luego miró sus propias manos. Ojalá hubiese sido lo suficientemente fuerte para poder dominar ese arte, y apoyar a Jonathan con ello. Suspiró, lo que significaba que debía ponerle más empeño a su pequeño imperio para ese objetivo. La distracción le hizo soltar un comentario sin pensar. — Oh, seguro heredarán mi cabellera rebelde. Será una batalla mucho más difícil controlar cabello así. — Zeppeli se quedó mirándola sorprendido. ¿Acaso había admitido ... Que serían sus hijos?
El Zeppeli hizo una pausa— Jonathan bien lo sabe, es una familia pequeña, debía ser más grande ¡Mamma mía! Debi tener un equipo de fútbol pero... El destino del Hamon, simplemente me separó de ese sueño, solo espero que Mario me dé muchos nietos— Jonathan escuchó todo y por unos instantes soño despierto— Yo, quisiera tener muchos hijos...¡No! Muchas niñas, con vestidos largos y unas cabelleras suaves para peinarlas—
Ella tenía una gran sonrisa en su rostro, que se vio opacada por algo de sorpresa cuando sintió esa mano cruzarle la espalda, lo que le puso las mejillas a arder. Zeppeli se percató de ello y le dirigió una sonrisa cómplice a la rubia, que buscó cambiar el tema lo más pronto posible. — ¡Ehm...! Señor Zeppeli, cuéntenos un poco de Italia. ¿Cómo es su familia...? —
— ¡Jajaja!— Carcajeo y se cubrió los labios para disculparse con una seña, el efecto etílico era muy fuerte y ya dentro de poco seria incontrolable. — Tomaste dos baños ese día, Rose. Por poco te da un resfriado— Ahora frotó su enorme mano en contra de aquella espalda femenina para reconfortarle.
Recordó ese día, donde estaban bebiendo juntos. Ella se dedicó a llenar las copas de los tres a reventar de vino. Se habían convertido en espléndidos amigos, y Jonathan relataba su primera impresión cuando conoció al italiano, que rió tan fuerte que incluso se le desbordó algo de vino de las comisuras. Ella se palmeó el rostro con su diestra. — Todavía recuerdo cuando intenté hacer el truco de caminar en el agua... Oh, qué desastre era. —
