Caja equivocada quedó en el olvido, junto con sus sentimientos. Dirigió su atención a un sobre donde había recolectado fotos y fue hacia él.
— Mira todo esto, ¡Es grandioso!

El cambio era evidente. Se había esforzado en alisar su cabello y ahora se mostraba en amplias ondas a su espalda, aún largo y rubio. También había peinado sus pestañas y delindado sobre ellas, dándole un aspecto coqueto. Se había reído cuando se vió en el espejo, pero cuando recordó el aspecto de Erina y las otras damas, calló.
No podía competir con ellas sin esos arreglos.
— Gracias, Jonathan. Tengo mucho que contarte... Por ahora, déjame entregarte algo.
El mayordomo y un sirviente le habían ayudado a traer varias cajas después de separarlas de su equipaje. Tomó una redonda color blanco, y estaba tan distraida que no notó un pequeño error.
Había comprado dos cajas iguales, y en una había guardado sus pertenencias personales y otra estaba llena de chocolates. No se había dado cuenta que sobre el escritorio estaba colocando su maquillaje, algunos documentos... Y las cartas que había escrito. Sobre esa caja puso otras más con corbatas, otras delicias y ropa, por lo que pronto esa

— Te extrañe tanto... Tanto, estoy feliz de que regresarás— Fue un instante detenido, ella no tenía ni idea de lo mucho que el caballero disfrutaba esa cercanía y ajeno a aquellas cartas le soltó; suavemente y le sujetó de ambas manos para clavar su mirada en ella. — Te ves, realmente hermosa— Halagó con gran sinceridad.

Si pudiera explicarle con sus palabras lo mucho que lo había extrañado, lo mucho que había necesitado de su compañia y su consejo. Que cuando se volvía insoportable el no tenerle escribía cartas para él, y en ese papel le contaba su día, y que lo quería. Por supuesto nunca envió ninguna de esas cartas, pero las guardó por si algo le pasaba.
Debían encontrarse en alguna de las maletas de su equipaje, ¿Pero en dónde...?
Olvidó las cartas cuando él se acercó a abrazarla. Apenas fue envuelta en su calor se sintió derretir entre sus brazos, sus pechos se aplanaron contra ese firme torso y el calor que nació en ella fue inmenso, lo que coloreó su rostro.
Oh, sería egoista. Le abrazó de vuelta, disfrutando su rico aroma.
— Estoy de vuelta. Te traje muchas cosas.

Le costó trabajo asociar ese rostro con tan delicada pero atractiva figura, así como sus ropas.
Abrió los ojos grandemente por breves segundos y no evitó esbozar una amplia sonrisa de sincera alegría — My Lady, ¡My Lady Speedwagon!— Se acercó y omitiendo todos los protocolos su corazón fue guiado por su fuerte emoción, razón por la cual atrapó ese frágil cuerpo entre sus fuertes y dominantes brazos, estrechandola en contra de su pecho. —Bienvenida seas, ¡Me da tanto gusto verte!—

Líneas verticales blanco y negro, así era la moda por esos lugares. Ahora la llevaba en una entubada falda larga y un entallado saco a juego. Había una blusa blanca de por medio, donde un broche adornaba el cuello, del mismo color que los ojos de Jonathan.
Sobre su cabello había un amplio sombrero negro, el cual retiró mientras avanzó en sus tacones a buen ritmo hacia él.
— ¿Oh? Sorpresa, mi querido amigo.
Lucía tan grande como siempre. Demonios, debió fumarse un cigarro antes de entrar, ansiaba tanto saltar a sus brazos.

Parpadeó con sorpresa al notar una larga cabellera rubia en una delgada pero curvilínea cintura y espalda, por milésima de segundos creyó que era Erina pero era imposible en esos momentos ya que la dama estaba de viaje y el Jōestar aún estaba poniéndole orden a su vida, fracturada pero que era subsanada por la presencia de la Pendleton y Speedwagon.
—Buenas tardes...sea bienvenida a mi hogar— Fue completamente cordial sin ver aún su rostro.

(?): — Bienvenida Lady, ¿Tiene invitación por parte de Mr. Jōestar?— Cuestionó el mayordomo observando a la mujer, de vestimentas elegantes y que descendió como una Reina de aquella carroza.
Naturalmente Jonathan esperaba el regreso de su tan querida amiga,llevaba un par de días investigando más a fondo sobre leyendas en las que se vieran involucradas máscaras y accesorios similares, estaba completamente seguro de que esa máscara encerraba un gran misterio, la muerte de sus padres no sería en vano.
(?): — Mr. Jōestar, una dama muy elegante le espera en la puerta— Anuncio el mismo mayordomo que le permitió la entrada a Speedwagon con anterioridad. (..)

Dirigió directo a la mansión. Todo era diferente, las personas se preguntaban quién era esa elegante dama vestida con la última moda neoyorquina que pidió ser llevada hacia los Joestar.