Su expresión fue un poco nostálgica al encontrarse de frente a Fiammetta, toda la noche anterior no fue capaz de conciliar el sueño pensando en aquello que había visto e incluso pudo sentir. Mostima había hecho algo terrible provocando un dolor punzante en su pecho. Había sentido algo sin embargo no deseaba verlo o que se hiciera realidad. — Viniste...¿Podemos charlar en un lugar más privado, Fi?...— con aquella voz tan calmada cuestionó, quizás estaba mas tranquila de lo que debería pero simplemente no sabía cómo exactamente dejar salir todo.
Esa era la primera vez que miraba a Lemuen tan... derrotada y abatida. Al principio, la liberi no podía creer lo que estaba escuchando. Seguramente había escuchado mal... si ese fuera el caso, ¿entonces por qué Lemuen se estaba rompiendo ante sus ojos?
Sintiéndose ausente, avanzó hasta colocarse frente a Lemuen para tomarla por las mejillas. Con aparente calma, limpió las lagrimas que caían en su bello rostro con los pulgares. Sabía que esa noticia era devastadora, y que tenía muchas cosas que esclarecer sobre Remi, más en ese momento, todo en lo que podía pensar el fénix era en aliviar el dolor de su amado ángel. Quizá, de esa menera, podría ignorar sus propios sentimientos que amenazaban con emerger de la peor manera posible.
—¿Cómo está Remi? ¿Has hablado con ella? Es prácticamente una niña, maldita sea Helel...— dijo con desprecio, a la vez que desviaba la mirada.
