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Akihito · 100+, M
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En aquel instante en el que sus ojos se cruzaron… con aquella humilde y apacible mirada que mantenía el cristalino brillo de la luna, todo temor y angustia se fue desvaneciendo poco a poco… sus oídos se iban deleitando con la suave melodía de la voz contraria que, a pesar de hacer un llamado de atención, poseía una esencia de confort que lo inundaba desde el alma. Era como si entre esa densa penumbra una mano cálida y segura lo sostuviera para evitar que cayera en la desolación, llevándolo directamente hacia la luz…



Era como si el tiempo se congelara encerrando esas miradas en un sinfín de emociones, la luna que oculta se hallaba entre las nubes volvía a resplandecer en los cielos ennegrecidos mientras un soplo gentil levantaba algunos pétalos de cerezo, engalanando la bella vista que desde aquella lejana y silenciosa ventana se apreciaba en lo alto del palacio.



Una extraña sensación empezaba a recorrer su cuerpo, ¿Qué era lo que sentía? ¿Nervios? ¿vergüenza? Podía sentir como el calor se apoderaba de su rostro, algo muy extraño para el… ¿Acaso estaba avergonzado? Decidió ocultar el semblante de su rostro en el pecho contrario mientras lo aprisionaba en un suave abrazo, no deseaba que aquel al que debía tanto y deseaba dar todo lo viera en una situación tan indigna. A pesar de las palabras de Kazuhiko no podía dejar de sentir ciertas dudas en su ser… dudas de su liderazgo y de si era verdaderamente digno de poseer el título que tenía.

— Kazu… no voy a mentir, aunque sea el príncipe de esta nación, debe ser natural que en ocasiones vacile y sienta temor. Y el mayor temor que pude tener hasta ahora fue la idea de perderte por mi imprudencia. Te arrastre a un torbellino de peligros y saliste perjudicado. Si al menos pudiera tener un castigo por mis malas decisiones…

Un breve instante… acompañado de un sutil y casi silencioso suspiro… su corazón latía muy rápido por la situación que estaba viviendo ¿Sería correcto hablar de más? Prefirió callar y guardar silencio por temor a enfadar a su protector.

— Mejor olvídalo, no es mas que tonterías que revolotean en mi cabeza, lo importante es que estas sano y salvo y a partir de ahora no permitiré que nada ni nadie se atreva a hacer nada contra ti. Pídeme lo que desees y te será concedido.

La noche seguía su curso lentamente. Algunos pétalos de cerezo entraban en la oscura habitación acompañados del suave soplo nocturno. Únicamente el silencio reinaba en aquel lugar, silencio que fue interrumpido por el caminar de los soldados en guardia que hacían vigilia nocturna. El tiempo en el que pudiera disfrutar de la compañía de su protector al parecer concluiría en cualquier momento si lo encontraban, pero nada le importaba, a pesar de poder ser encontrado decidió permanecer en aquel delicado y apacible abrazo, después de todo, era la mejor forma de demostrar lo que guardaba en lo más profundo de su ser.

Ooc: Al fin, ya estaba pensando que quizá no le agradaba (?)
Igualmente, espero nos llevemos bien. Claro, no prometo algo extenso así al rato pero en todo caso trataré de elaborar algo ni que sea comentando en imágenes.
Akihito · 100+, M
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— Debe ser desagradable ver el rostro de aquel que te condeno a este suplicio… pero, mi único deseo es tu bienestar, si algo te sucediera… enloquecería. Quizá lo mejor hubiera sido que yo aceptara esas heridas en tu lugar, pero mi incredulidad termino convirtiéndose en el caos que tanto daño te ha causado. Lo mejor hubiera sido que esa bestia me consumiera a que tú te sacrificaras por el bienestar de este torpe e inútil amo. Espero y puedas perdonarme…

Su mano dominante ascendió hasta su rostro únicamente para cubrir sus ojos, sentía vergüenza de todo lo ocurrido… ¿Qué clase de amo podía ser si se acobardaba ante una bestia? Aquel dorado brillo ocular se cristalizaba cual rocío tratando de retener todo ese dolor para evitar que su apreciado siervo no viera una vez más su debilidad.

— Solo deseaba decirte eso, estoy más tranquilo al ver que estas estable. No te culparé si solicitas a mi padre que te asigne otro deber, cuidar de mí siempre será una molestia y estoy harto de ser carga para las personas que más aprecio. En verdad, espero puedas aceptar mis disculpas y si puedo recompensarte de alguna forma no dudes en decirlo.

Al descender su mano una sombra ocultaba su mirada, por dentro estaba completamente desecho. El peso que cargaba Kazuhiko debía ser el peso que él como amo y señor debió cargar. Tanto era su pesar que el simple hecho que el heredero del trono reverenciara a un siervo era muestra fehaciente del pesar que ahora sentía. No le importaba mostrar humildad ante aquel que salvo su vida y en su interior la idea de no ser digno de estar frente a él empezaba a obnubilarlo. Fue todo lo que el príncipe hizo en ese lugar, lo que deseaba decir estaba dicho, ahora solo quería salir de ese lugar para no incomodar más a su salvador, pero el lugar estaba tan oscuro que incluso la luna se nublo con las oscuras nubes impidiendo que pudiera encontrar a tiempo la puerta de la habitación.




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Akihito · 100+, M
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La pálida y fría luna esa noche se mostraba misteriosa ante el ligero halo rojizo que le rodeaba, su nívea luz se colaba por la ventana de aquella silenciosa y helada habitación, siendo la única fuente de iluminación en ese instante. Esa hermosa luna hipnotizo por breves segundos los dorados ojos del joven príncipe recordando en aquella figura la silueta de su guardián, tan firme y misterioso como el mismo Tsukuyomi, tal fue su aprecio a la luna llena que fue una sorpresa para él sentir un tenue escalofrío recorrer su espalda. Un susurro lleno de frialdad y seriedad que llegaba a su oído derecho, era una sensación un tanto escalofriante… algo que lo había tomado por sorpresa. Congelado en aquel oscuro lugar quedó inmóvil por escasos segundos hasta que pudo recobrar el movimiento. Ladeando su rostro en sentido opuesto pudo ver una sombra entre las densas penumbras de la habitación y unos ojos dorados que estaban por encima de su rostro. ¿Acaso era...? En principio el temor lo había paralizado pero la última palabra lo hizo recobrar la cordura y un suspiro de calma escapo de sus labios al comprender que se trataba de la persona que tanto anhelaba encontrar.

— ¡Por todos los dioses del Shinto! Kazu… sí que me hiciste pegar un buen susto. ¿Acaso no te da gusto verme después de tantos días de estar alejado de mí? A pesar de que me arriesgue al venir aquí me recibes con tan frías palabras. ¿Acaso cuestionas mi actuar? Mejor deja de ocultarte y déjame ver tu rostro, no sabes el infierno que he pasado desde esa horrible noche.

La preocupación que en principio le movió a desobedecer la orden de distancia había desvanecido al ver a su confiable guardián sano y salvo. ¿Acaso se había preocupado en vano? No… su preocupación nunca sería en vano pues Kazuhiko se había vuelto la persona más importante en su vida, su sola presencia le daba seguridad y confianza para seguir adelante, pero… ¿Por qué parecía actuar tan esquivo? ¿Por qué se ocultaba en las penumbras y actuaba con tanta lejanía? Sus manos se estiraron buscando el rostro ajeno con el fin de poder palpar el rostro oculto de su protector, pero había algo en la atmosfera que era diferente, como si la noche advirtiera que no debía acercarse más, pero ¿Por qué habría de confiar en ese instinto alocado que afloraba al ver sus dorados y afilados ojos? Su guardián jamás intentaría algo en su contra o al menos eso pensaba…

— No me digas que…

La mirada del príncipe volvió a llenarse de preocupación al ver la pared invisible que ahora se mostraba entre ambos, a pesar de estar tan cerca… ¿Por qué lo sentía tan distante?

— Kazu… Te debo una disculpa, por mi culpa… por no escuchar tu consejo es que todo esto sucedió. Debes odiarme ¿verdad? Es por eso que estas molesto ¿no es así?

Aquellas cálidas y joviales manos que solo deseaban sentir el rostro ajeno se detuvieron en el vacío de la oscuridad, después de todo lo sucedido sería ofensivo obligarle a mostrarse ante él. Una vez más la culpa lo empezaba a consumir mientras sus manos descendían para ocultarse en la negrura de la habitación que les rodeaba.
Akihito · 100+, M
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En los días que transcurrió en el castillo, los médicos habían cuidado de su entrañable amigo, pero no podía acercarse a él, lo tenía prohibido por su padre, no por que supiera la verdad sino por precaución. Pero ya no podía soportar más esa distancia impuesta. Su preocupación era mayor y su deseo de verlo era inevitable.

Ese deseo de ver su rostro y saber que estaría bien, que las líneas de ese libro eran una falsedad… necesitaba corroborarlo para poder estar en paz o simplemente aceptar su castigo. Tomando una pequeña lámpara abandono la habitación sin generar ruido alguno, como si fuera un fantasma que rondara por el castillo. Camino por largos pasillos y cruzo incontables salones hasta llegar a los aposentos médicos. ¿Estaría haciendo lo correcto? Eso ya no importaba. Sin anunciarse corrió las puertas de bambú que mantenían desconectado el mundo de lo que yacía dentro de esas cuatro paredes, pero la oscuridad era interminable. ¿Qué estaba sucediendo? El futón donde debería estar descansando su guardián estaba vacío y la oscuridad de la habitación era tan intensa que la luz de la lámpara no era suficiente. Un extraño viento apago la llama que le daba luz haciendo que su nerviosismo creciera de golpe…

— Kazu… -murmuro lo más bajo posible para no ser descubierto- ¿Dónde estás? Por favor no te ocultes y muestra tu rostro… Necesito hablar contigo.

Sus palabras se fueron perdiendo en el silencio, y solo se podía ver la luz de la luna que se colaba por la ventana dejando ver un opaco resplandor tan misterioso e hipnótico en esa fría y extraña noche.


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Akihito · 100+, M
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“Noche cerrada e incierta,
la flor de tristeza se abre ante el lamento de un alma
palidecen las estrellas y la luna cae en penumbra
por la ausencia del alma que se esconde
abrumado por la niebla de su desesperación…”
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El pincel dejaba de escribir sobre el papel de arroz, dejando que la tinta diera forma a un triste pensar cargado de angustia, culpa y soledad. La noche transcurría su camino y la luna se mantenía siniestra en la lejanía. Alumbrado por una simple lámpara de aceite, el preocupado príncipe dejaba esos papeles repletos de sentires para sentarse al lado de la ventana y contemplar con mirada perdida los negros firmamentos, clamando a los mismos dioses para poder encontrar consuelo sobre la desgracia que ahora le aquejaba.

Pocos días habían transcurrido desde su retorno al castillo, la capital como siempre yacía tranquila, tan repleta de vida y color, pero para los ojos del futuro soberano todo se había vuelto gris. La desgracia que había presenciado en las lejanías ¿Sería un castigo de los dioses por su incredulidad? Era todo lo que pensaba desde que llego de su largo viaje donde muchos perecieron, pero el mayor sufrimiento que podía sentir era la culpa de no haber podido evitar el sacrificio de aquel que ahora atesoraba no solo como amigo y protector. ¿Acaso había enloquecido? El joven señor yacía confundido y al ver la luna clamaba al noble Tsukuyomi que lo iluminara en esa triste y aciaga noche.

Tan grande era su remordimiento y pesar… si tan solo no hubiera hecho de oídos sordos habría evitado semejante sacrificio, pero el destino había querido ser cruel con él y su protector. En su cabeza aún se mantenían grabadas las horrendas imágenes de esa lúgubre noche. Las pisadas desesperadas de aquellos que en vano clamaban misericordia para solo encontrarse con el frio destello de la parca que sedienta les arrebataba la vida, dejando los cuerpos desangrados de los que fueron su mejor escolta de guerreros. ¿Y si hubiera sido su vida la sacrificada en lugar de entregar el destino de él? Su cabeza se atormentaba con el sentir de mil agujas que lo atravesaban.

Un fuerte golpe de su puño contra el tatami de su alcoba era prueba suficiente para saber la ira que le invadía, desde niño siempre le dio problemas a quien fuera designado como su escolta, pero ahora, el recordar todo lo sucedido lo hacía sentir como un inútil sin remedio. Ira… miedo y dolor, era todo lo que podía transmitir en su dorada mirada que en ese instante yacía opacada por la incertidumbre. ¿Por qué los dioses crearían a seres como el del ataque? Toda su vida considero que las historias de onis y ayakashis eran cuentos fantasiosos, pero después de esa fría noche, todo su mundo y lo que creía había cambiado. Kazuhiko, su mejor amigo y guardián dio el mayor sacrificio que cualquier guerrero pudiera dar por su señor, su vida misma… y por ese sacrificio ahora padecía en un cuarto frío. Nadie sabía la verdad de esa noche, un secreto que ahora el joven señor debía guardar en lo más profundo de su ser, pero… ¿Realmente la maldición se cumpliría?

En los días de espera, el temeroso príncipe recolecto la mayor información posible sobre el nefasto atacante que ya no existía más. Libros fantasiosos… o al menos así los considero desde su infancia. Aún recordaba aquellas líneas funestas que tanto le atormentaban…

[code]“Aquellas bestias sedientas de sangre que nacieron de los pecados y las maldiciones, pueden moverse de día o de noche, pero las penumbras son el ambiente favorito para hacer de las suyas. Se alimentan de la esencia pura de hombres y mujeres, dejándolos fríos y drenados. Los temidos kyuuketsuki, demonios sedientos de sangre que toman las vidas inocentes para prolongar su fuerza y misma existencia. Si algún mortal sobrevive a su ataque, es seguro que pertenecerá a los hijos de la eterna noche.“[/code]
Akihito · 100+, M
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