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Akihito · 100+, M
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La pálida y fría luna esa noche se mostraba misteriosa ante el ligero halo rojizo que le rodeaba, su nívea luz se colaba por la ventana de aquella silenciosa y helada habitación, siendo la única fuente de iluminación en ese instante. Esa hermosa luna hipnotizo por breves segundos los dorados ojos del joven príncipe recordando en aquella figura la silueta de su guardián, tan firme y misterioso como el mismo Tsukuyomi, tal fue su aprecio a la luna llena que fue una sorpresa para él sentir un tenue escalofrío recorrer su espalda. Un susurro lleno de frialdad y seriedad que llegaba a su oído derecho, era una sensación un tanto escalofriante… algo que lo había tomado por sorpresa. Congelado en aquel oscuro lugar quedó inmóvil por escasos segundos hasta que pudo recobrar el movimiento. Ladeando su rostro en sentido opuesto pudo ver una sombra entre las densas penumbras de la habitación y unos ojos dorados que estaban por encima de su rostro. ¿Acaso era...? En principio el temor lo había paralizado pero la última palabra lo hizo recobrar la cordura y un suspiro de calma escapo de sus labios al comprender que se trataba de la persona que tanto anhelaba encontrar.

— ¡Por todos los dioses del Shinto! Kazu… sí que me hiciste pegar un buen susto. ¿Acaso no te da gusto verme después de tantos días de estar alejado de mí? A pesar de que me arriesgue al venir aquí me recibes con tan frías palabras. ¿Acaso cuestionas mi actuar? Mejor deja de ocultarte y déjame ver tu rostro, no sabes el infierno que he pasado desde esa horrible noche.

La preocupación que en principio le movió a desobedecer la orden de distancia había desvanecido al ver a su confiable guardián sano y salvo. ¿Acaso se había preocupado en vano? No… su preocupación nunca sería en vano pues Kazuhiko se había vuelto la persona más importante en su vida, su sola presencia le daba seguridad y confianza para seguir adelante, pero… ¿Por qué parecía actuar tan esquivo? ¿Por qué se ocultaba en las penumbras y actuaba con tanta lejanía? Sus manos se estiraron buscando el rostro ajeno con el fin de poder palpar el rostro oculto de su protector, pero había algo en la atmosfera que era diferente, como si la noche advirtiera que no debía acercarse más, pero ¿Por qué habría de confiar en ese instinto alocado que afloraba al ver sus dorados y afilados ojos? Su guardián jamás intentaría algo en su contra o al menos eso pensaba…

— No me digas que…

La mirada del príncipe volvió a llenarse de preocupación al ver la pared invisible que ahora se mostraba entre ambos, a pesar de estar tan cerca… ¿Por qué lo sentía tan distante?

— Kazu… Te debo una disculpa, por mi culpa… por no escuchar tu consejo es que todo esto sucedió. Debes odiarme ¿verdad? Es por eso que estas molesto ¿no es así?

Aquellas cálidas y joviales manos que solo deseaban sentir el rostro ajeno se detuvieron en el vacío de la oscuridad, después de todo lo sucedido sería ofensivo obligarle a mostrarse ante él. Una vez más la culpa lo empezaba a consumir mientras sus manos descendían para ocultarse en la negrura de la habitación que les rodeaba.
 
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