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↳De gaudium y laetitia ; el trabajo.
 
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Igone · 22-25, F
¿Pudo haber estado tanteando la idea de que la estaban engañando? Pudiera ser, y no sería la primera vez ni tampoco la última para su desgracia. Ese día la había tornado espesa al despertar sin el murmullo de los grillos tardíos al alba, la descolocó. Todo lo que se salía de la norma rutinaria lo hacía, influía en su día en todas las formas y colores.

Shani no daría trabajo en ese tira y afloja, no cuando Erick le cediese la verdad a Calixto, en ese momento no se veía dispuesta sin un respaldo como para expresarse, denunciar que algo no terminaba de encajar. Lo aceptó a regañadientes. Probablemente no gozaba de la valentía para admitir que podría haberse equivocado, aunque haber tenido la evidencia de golpe podría haberla desmoralizado del todo.

—Límpiate, y cenemos.— dijo, en un imperativo que nunca induciría el efecto deseado, ni impondría.
B1553660 · F
¿Qué hiciste con la ketchup? ¡Qué desastre!
Erick no dijo nada.
Solo volteó hacia la chica, luego a Calixto, al final se limitó a asentir pero sin dejar de tener esa expresión divertida en el rostro.

–En realidad él tiene razón, pequeña. Cuando vine acá recuerdo haber leído sobre un rey que tenía yeguas muy fuertes siendo alimentados por carne –por alguna razón aquello parecía encajar mucho ¿Acaso él también había leído la historia y se había excusado con eso?–. A lo que de verdad hay que ponerle atención es si nos perdona por husmear y nos sirve de cenar. Muero de hambre.

Su estómago rugió afirmando lo que decía. No era como si consumir metales lo fuera a llenar. De hecho solían caer mal si no se gastaban antes de ir a dormir. Sin embargo Erick apagó su estaño. Ni de chiste pensaba estar sufriendo un martirio en un lugar con tanto ruido y luz.
Karonte · 26-30, M
— Si no vas a decir nada, entonces no digas que no dirás nada. Consejo...—no le molestaba que su trabajo fuese expuesto, confiaba en ambos o en todo caso, seguramente ellos serían más castigados que Karonte mismo. Aún así, tenía profesionalismo al trabajar y por ende, evitaba dar mucho lujo de detalles.

—Estás sí, comen carne. Solo con eso se alimentan, no son animales como los que tu conoces, o los que solemos ver...—esas yeguas, como las que alguna vez le pertenecieron a Diomedes solían dar animales excelentes como descendencia, he de ahí lo permisivo de sus dietas por parte de sus dueños.

—Así que tuve que cortar carne fresca, prepararla y untarla con malbec...—explicó porque era ajeno a la mentira, era la pura verdad de las cosas, así había hecho—. Me manche el rostro porque las acariciaba al comer, son muy caóticas al devorar. Solo yo las calmo, no pensé que vendrían.
Igone · 22-25, F
—Las yeguas no comen carne. No en grandes cantidades.

No era consciente en su complejidad de las circunstancias, mas esto no la detenía de juzgar cuando una imagen era indiscutible. Incluso si no se paró a degustar los vestigios en su rostro, o a olerlo de cerca, el metal propio de un fluido orgánico, vivo, se podía colar en el gusto y el olfato con relativa facilidad, en especial tratándose de alguien tan hipersensible a toda clase de estímulo.

La muchachilla frunció el ceño, contemplando las expresiones de Erick en su breve experimento. Algo no encajaba, y esto hizo perdurar su postura recelosa. En su estómago tenía miedo, le mordía por dentro, animándola a mantener aquella mala impresión al respecto. Incluso con toda la confianza que hubieron construido con el tiempo.

—Yo quiero oírlo, dilo, Erick.
—¿No? Bien, dame eso.

Le arrebató el pañuelo ya manchado de sangre y se lo acercó a la naríz. A primera instancia no notó nada extraño, pero fue claro cuando recordó que no había ingerido metales.

—Oh, espera, espera —Tomó un frasquito con alcohol y metales flotando dentro—. Esto es estaño, y me permitirá amplificar mis sentidos. Ahora sí, veamos.

Apresuró el contenido de golpe. Quemó el metal en el estómago y sus sentidos explotaron. Todo se sentía con más intensidad, cada hilo de su ropa parecía encarnarse en la piel, la luz era casi cegadora y dolorosa. Su olfato, ahora podía distinguir el hedor de un humano o un animal. Olfateó por última vez.
Erick rio y devolvió el pañuelo.

—No diré nada porque ella está aquí —mencionó con fin de inquietar a la rubia—, pero no deberías dejarnos sin cena, es muy cruel...
Karonte · 26-30, M
Lejos de inmutarse, no estaba ni tenso ni nervioso. Solo le preocupaba el orden y su usual limpieza, cosa que le hizo limpiarse con un poco de mayor énfasis el rostro.

—Es solo sangre animal, jamás estuvieron en un matadero vacuno ¿No? —no había nada ahí, había sido absolutamente pulcro en su accionar.

—Alimente a unas yeguas muy especiales, solo comen carne con licor y sangre. Nada de Kandras.

Aún así, acomodó sus cabellos de lado, algunos de ellos tenían sangre, apenas.

—¿Y ustedes andan de chismosos en casa ajena? Par de diablillos. Se quedan sin cena.
Igone · 22-25, F
—¿Ca-Calixto...?
—¡Jajaja! Venga, no te pongas tenso —respondió entre risas y palmadas en el hombro del rubio—, a mí me da igual si mataste a alguien; sé que los nobles son un dolor de cabeza.

Dio una pausa para mirar a los alrededores. Entusiasta por ver si se advertía el cuerpo de un sucio richachón despojado y manchado de la propia sangre.

—Al parecer lo escondiste... Y muy bien —sonó confundido, aún ceñido de que había un cadáver humano—. ¡Ah!, ya entiendo lo que pasó. Tienes un Kandra.
Karonte · 26-30, M
—La sangre se utiliza para fermentar el vino de las yeguas, así lo requería su amo, sier —dijo con tranquilidad, mientras que entre suspiritos, limpiaba su rostro con ayuda de un paño—. No es lo que parece.

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