—Sed y sol —fueron esas las palabras. No hubo más que solamente suspirar al palparse las mejillas con ambas manos, tenía tanto de rojo como de caliente la cara—. ¿Las hormigas pasarán calor?

—Liebres, pero sin la mirada tan penetrante.— Los conejos se veían menos chiflados, cuando se hablaba de la mirada. Las liebres tenían los ojos más claros, y delataban esas pupilas tan finas, que les daba esa apariencia de estar constantemente con alerta. Un tanto intimidante, a su ver.— Sí, estoy bien. Ha de ser la sed. O el sol. Las dos cosas, mejor dicho.

—¿Estás bien? —preguntó con tranquilidad. Ya que le normaliza verle así, pero nunca viene mal asegurarse de que estaba todo "normal" para lo que acostumbraban—. Si fueses consciente de que pierdes oxígeno, de seguro que también te pondrías así...—negó en burla, mientras evitaba compararse así mismo o más bien a ambos de esa forma—. Pero no somos conejos, Shani, a lo sumo liebres. Más listas y más rápidas.

—Ah.— Se rascó la sien, recayendo una vez más en sus propias distracciones. Lo que fuera que sucediese dentro de su mente se sentía ruidoso, puesto que parecía escucharlo entre líneas y no alcanzaba a interpretar en su totalidad la situación.— ¿A mí? No me quejo, pero me pone nerviosa perder agua. ¿Has visto alguna vez un conejo mojado? Se lame todo el agua para secarse, pero también la aprovecha. Ojalá saber cómo hacer eso, no sentiría que se me cae el cielo encima... literalmente.

Me refería a nadar, Calixta. —se sintió tonto explicándole el asunto, ya que quizás no se había terminado de dar a entender—. ¿De mi pelo? Pero no podría de todos los mechones, me dolería. Te voy a echar un baldazo de agua en la cara.

—Hm. ¿Encima?—Su expresión se arrugó, de ojos entrecerrados. No lo había formulado, mas tampoco creyó lo más... inteligente. ¿No era esa agua, acaso, para ser bebida? Bañarse bajo el sol solía ser de sudor hasta dar con la fuente más próxima.— Podría, pero tendrías que chupar el agua de tu pelo para no gastar nada.— Soltó con total indiferencia, iba en serio cuando se refería a aprovechar el agua. Quizá un tanto excesivo.

—El sol fue generoso contigo, no te dejó así de rojo, Calixta —se ríe para no llorar, mientras bufaba con severidad por la brece molestía del dolor—. Estaba bajo la sombra, pero el carro se movió sólo, no me molestaría que me echarás aguas, tengo sed.

—Es por eso que soy tan rubia.— Dejó arrastrar que quizás, alguna vez, pudo tener el cabello más oscuro o incluso de una coloración distinta. Sin duda las horas al sol se entintaban con su luz a modo de mechas.— ¿No has estado en la sombra? Eres temerario. Te podría dar una insolación, y te tendría que echar agua. Los pozos están muy lejos entre sí.

—Y que lo digas, pero ya la otra vez andabas con la cabeza caliente...No te excedas —se palpó los pómulos, ardían y dolían un poco nada más. Nego—. Desperté así.

—Estoy hecha a ello.— Había asumido de la nada que él no estaba acostumbrado cuando, de hecho, su modo de vida también le proporcionaba aquella clase de resistencia.— ¿No te echas aloe vera?