- El caldero les mostró las imágenes como si ellos estuvieran ahí. Era la sala del trono de su antiguo reino, iluminada por fuego azul. Las cortinas estaban desgarradas, los muebles casi destrozados. En el trono se sentaba un joven cuyo aroma apestaba a demonio. Las venas se le marcaban en los brazos morenos en un fulgor azul, y aunque era más moreno que Nualla el parecido era evidente. A su alrededor revoloteaba una horda de demonios de clase menor y media, alimentándose de los cadáveres de quienes habían sido la familia conqusitadora que asesinó a sus propios reyes. La visión era demasiado..
- Asintió, escuchando cada vez sus argumentos. Pronto les solicitaría ver ese misterioso caldero del cual hablaban. Arslan hablaba con firmeza, pero cuando Leo lo hizo notó cierta resistencia en su mirada, hasta que terminó de escuchar sus palabras y sus ojos se abrieron todo lo posible. Conforme asimilaba la noticia, dejó de pensar, dejó de sentir su cuerpo. Este, automáticamente comenzó a humedecer sus ojos y dejar caer gruesas lágrimas por sus mejillas morenas. Se apoyó sobre la mesa al tambalearse, lo que hizo que toda la sala se alterara y buscaran ayudarla. Negó con su cabeza, alzando una mano para detenerlos. - ... Esta reunión ha terminado. - La gente asintió, saliendo de la sala. Ella levantó la mirada hacia Arslan y Leo. - Ustedes se quedan.
