- Su cuerpo despertó antes del amanecer. Se levantó, salió para hacer sus necesidades y asearse austeramente y regresó, pero no se colocó su armadura. Le movió un poco para despertarlo. - Andando, iré por los planos. Nos vemos afuera. - Calzó sus botas y salió, buscó en dónde llevar algo de comida y principalmente agua, luego tomó los planos con toda libertad de la mesa de trabajo del encargado. -
- El camino iba bajando tal vez no de una forma perfecta. No era el trabajo que él haría, pues siempre consideraba la ergonomía de los trabajadores y el espacio que necesitaban, además de la posibilidad de instalar vías en un terreno bien aplanado, pero nada de eso estaba en su consideración ahora. La tierra retumbaba en golpes tan fuertes como los de un tambor, uno a cada segundo, delatando el ritmo con el cual abría caminos, despejaba tierra y seguía. Bajaban bajaban, dieron algunas vueltas y seguían bajando. La profundidad era tanta que el aire ya estaba comenzando a ser difícil, e incluso en las paredes ya centellaban piedras de distintos colores, al parecer había incluso joyas en esa mina. Era una suerte que no se encontraran gases tóxicos cerca, o al menos eso parecía por la limpieza del escaso aire. La caminata se alargó quizás por alrededor de treinta minutos, y entonces despertó. - ¿Pero qué demo...? - Miró a su alrededor y sus pulmones sufrieron por el cambio del aire. -
