100+, F
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Kail33na · 100+, F
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LightYagami · M
El joven de cabellos castaños se mantuvo observante al panorama que develaba ese punto en específico. Sus ojos, reflejaban un ferviente deseo de mejorar al mundo mientras que su cabeza iba planeando su siguiente movida para acercarse más y más a su anhelada utopía. Finalmente, la justicia empezaría a castigar a los criminales como siempre debió hacerse. Una sonrisa se delineó entre la comisura de sus labios; de alguna manera se sentía orgulloso de haber sido elegido para cambiar el mundo. No... No había sido elegido, él había tomado la decisión de hacerlo, pues sabía que nadie más podría. El ególatra joven continuó ensimismado durante un largo rato más.
Cuando la última luz del sol se extinguió, el prodigio de todo Japón, reaccionó y llevando su mirar hacia su reloj de muñeca se percató de la hora. —¡Demonios!— añadió con fastidio y emprendió marcha hacia su clase nocturna. Si no se apresuraba, llegaría tarde y eso era algo que él no se podía permitir. —Jejeje, el perfecto prodigio llegará tarde a clase.— se mofaba el shinigami que acompañaba al varón con evidente deseo de provocarlo. Light sólo observó de soslayo al dios de la muerte y sin caer en sus absurdas provocaciones, continuó su carrera, teniendo presente que un ser perfecto como él, no podía darse el lujo de manchar su reputación. O tal vez era más correcto decir... Su perfecta fachada.
Cuando la última luz del sol se extinguió, el prodigio de todo Japón, reaccionó y llevando su mirar hacia su reloj de muñeca se percató de la hora. —¡Demonios!— añadió con fastidio y emprendió marcha hacia su clase nocturna. Si no se apresuraba, llegaría tarde y eso era algo que él no se podía permitir. —Jejeje, el perfecto prodigio llegará tarde a clase.— se mofaba el shinigami que acompañaba al varón con evidente deseo de provocarlo. Light sólo observó de soslayo al dios de la muerte y sin caer en sus absurdas provocaciones, continuó su carrera, teniendo presente que un ser perfecto como él, no podía darse el lujo de manchar su reputación. O tal vez era más correcto decir... Su perfecta fachada.
TatsumaSakamoto · M
Era un campo de batalla. Siempre era un campo de batalla. Un campo de batalla donde se encontraban del lado perdedor. Habían sido el lado perdedor por mucho tiempo ahora. Esos monstruos invadieron su paz, tomaron su país, y mataron a sus amigos. La voluntad de los monstruos era más débil, pero sus armas eran más fuertes y eficaces, su número más grande. Una fuerte determinación puede seguir jugando hasta el final, pero una vez que ha llegado a su fin y no hay nadie a espaldas para ocupar su lugar, incluso el más fuerte va a perder ante los débiles.
Tatsuma presenció como aquellos llamados 'Amantos' mataban hasta que el suelo bajo sus pies estaba pintado de rojo. Ahí estaba Tanaka, un chico de catorce años de edad, que se había unido a las filas hace un mes después de que su hermano nunca volvió a casa. El pobre Tanaka ni siquiera duró un minuto peleando contra uno de esos Amantos con cara de león. También estaba Hachiro. Con quien había compartido sake junto a la hoguera la noche anterior. Ahora Hachiro se encontraba mirando hacia aquel mórbido cielo gris, con ojos vidriosos, y con el terror plasmado en su rostro.
Tenía que hacer algo. Tenía que protegerlos de alguna manera. Su espada estaba justo en frente de él, pero cada vez que trato de recogerla fracasó. Cada vez que intentaba ponerse de pie, la falta de aire en los pulmones y el dolor en el pecho lo dejaba tirado sin poder hacer nada en aquel suelo húmedo y frío. Sakamoto Tatsuma estaba fallando a sus compañeros, sus amigos, y sobre todo a sí mismo. No podía proteger a nadie.
Fue entonces que alguien se detuvo frente a él. Tatsuma reunió la última fuerza en sus músculos doloridos y miró hacia arriba, preparado para ver uno de esos monstruos. Solo para encontrarse con un guerrero de apariencia humana, uno que podría pasar como cualquiera de ellos. El extraño enemigo recogió su propia katana y la levantó para dar el golpe que iba a poner fin a su vida. Tal vez era lo mejor. Tal vez sólo debería morir. Sería tan sencillo. No más dolor, no más pesar. Estaba a punto de morir por su propia espada. Algo irónico, pensó. No había nada por qué vivir, pero no había nada atractivo en la muerte, tampoco. Aún así aquella voluntad débil para vivir no detuvo el arma mortal que venía en su camino; no impidió que el fluido vital carmesí inundara su alrededor. El terrible dolor fue reemplazado con adormecimiento y frío, finalmente cayendo en la oscuridad.
Había perdido.
Tatsuma presenció como aquellos llamados 'Amantos' mataban hasta que el suelo bajo sus pies estaba pintado de rojo. Ahí estaba Tanaka, un chico de catorce años de edad, que se había unido a las filas hace un mes después de que su hermano nunca volvió a casa. El pobre Tanaka ni siquiera duró un minuto peleando contra uno de esos Amantos con cara de león. También estaba Hachiro. Con quien había compartido sake junto a la hoguera la noche anterior. Ahora Hachiro se encontraba mirando hacia aquel mórbido cielo gris, con ojos vidriosos, y con el terror plasmado en su rostro.
Tenía que hacer algo. Tenía que protegerlos de alguna manera. Su espada estaba justo en frente de él, pero cada vez que trato de recogerla fracasó. Cada vez que intentaba ponerse de pie, la falta de aire en los pulmones y el dolor en el pecho lo dejaba tirado sin poder hacer nada en aquel suelo húmedo y frío. Sakamoto Tatsuma estaba fallando a sus compañeros, sus amigos, y sobre todo a sí mismo. No podía proteger a nadie.
Fue entonces que alguien se detuvo frente a él. Tatsuma reunió la última fuerza en sus músculos doloridos y miró hacia arriba, preparado para ver uno de esos monstruos. Solo para encontrarse con un guerrero de apariencia humana, uno que podría pasar como cualquiera de ellos. El extraño enemigo recogió su propia katana y la levantó para dar el golpe que iba a poner fin a su vida. Tal vez era lo mejor. Tal vez sólo debería morir. Sería tan sencillo. No más dolor, no más pesar. Estaba a punto de morir por su propia espada. Algo irónico, pensó. No había nada por qué vivir, pero no había nada atractivo en la muerte, tampoco. Aún así aquella voluntad débil para vivir no detuvo el arma mortal que venía en su camino; no impidió que el fluido vital carmesí inundara su alrededor. El terrible dolor fue reemplazado con adormecimiento y frío, finalmente cayendo en la oscuridad.
Había perdido.
JulesClairt · M
Encabezaban tales personajes el grupo que habría de rendir honores a la ilustre forastera. Posteriormente arribarían Radegast y Laevini, la Reina; no obstante, no serían ellos quienes dieran la bienvenida inicial. De modo que se había determinado enviar un guía que hubiese de conducir a la viajera hacia las entrañas del bastión, donde se le esperaba con impaciencia. Y, dado que se esperaba la breve travesía transcurriera sin incidentes, la mejor opción sería Darigan, quien no solo hacía las veces de instructor, sino que comandaba la defensa del lugar. Habiéndosele encomendado tan eminente tarea, se le permitió escoger personalmente un reducido destacamento que habría de obrar como guardia de honor para la noble dama extranjera. Y es ahí donde nuestro querido Jules retorna a la acción, pues su habilidad en el esgrima le había valido ser parte del selecto grupo.
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Apenas había tenido el tiempo suficiente para vestir la armadura ligera correspondiente a su rango, cuando su nombre comenzó a resonar en los barracones, junto con el de otros tres compañeros suyos. Preguntándose en qué lío estaría metido en esta ocasió, solo atinó a enfundar la espada al costado izquierdo y correr hacia la habitación de su maestro. Le fue grato notar que había sido el primero en responder al llamado; de modo que, deteniéndose apenas lo suficiente para golpear la aldaba, irrumpió en el lugar, anunciándose con evidente nerviosismo. De más queda describir la breve escena en la que le fueron asignadas sus nuevas y temporales responsabilidades; basta con acotar que el intercambio de palabras fue sumamente escueto, y que tan solo esperaron lo necesario para que los restantes miembros del equipo se presentaran. Montados en corceles azabache, emprendieron el corto viaje a través de las llanuras, dirigiéndose al punto pactado para la llegada de la rumoreada desconocida. Cada uno de los guerreros se preguntaba a qué presencia magnífica habrían de escoltar; el silencio mediaba entre ellos, pero nadie podría adivinar el fragor que la duda y la idea de lo desconocido avivaban en sus jóvenes mentes, a medida que la distancia se acortaba. Iba Jules justo detrás de Darigan, obtenido aquel puesto gracias a su pericia con las armas, y una segunda condición que la mayoría, incluido el joven, desconocían: nuestro personaje era hijo ilegítimo del veterano espadachín. Sin embargo, nadie podría poner en duda las habilidades del mozo aquel; y es por ello que no existía recelo alguno que le detuviese de cabalgar tras su progenitor nunca declarado. De esa guisa se dirigían al encuentro de la enigmática mujer...
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Apenas había tenido el tiempo suficiente para vestir la armadura ligera correspondiente a su rango, cuando su nombre comenzó a resonar en los barracones, junto con el de otros tres compañeros suyos. Preguntándose en qué lío estaría metido en esta ocasió, solo atinó a enfundar la espada al costado izquierdo y correr hacia la habitación de su maestro. Le fue grato notar que había sido el primero en responder al llamado; de modo que, deteniéndose apenas lo suficiente para golpear la aldaba, irrumpió en el lugar, anunciándose con evidente nerviosismo. De más queda describir la breve escena en la que le fueron asignadas sus nuevas y temporales responsabilidades; basta con acotar que el intercambio de palabras fue sumamente escueto, y que tan solo esperaron lo necesario para que los restantes miembros del equipo se presentaran. Montados en corceles azabache, emprendieron el corto viaje a través de las llanuras, dirigiéndose al punto pactado para la llegada de la rumoreada desconocida. Cada uno de los guerreros se preguntaba a qué presencia magnífica habrían de escoltar; el silencio mediaba entre ellos, pero nadie podría adivinar el fragor que la duda y la idea de lo desconocido avivaban en sus jóvenes mentes, a medida que la distancia se acortaba. Iba Jules justo detrás de Darigan, obtenido aquel puesto gracias a su pericia con las armas, y una segunda condición que la mayoría, incluido el joven, desconocían: nuestro personaje era hijo ilegítimo del veterano espadachín. Sin embargo, nadie podría poner en duda las habilidades del mozo aquel; y es por ello que no existía recelo alguno que le detuviese de cabalgar tras su progenitor nunca declarado. De esa guisa se dirigían al encuentro de la enigmática mujer...
JulesClairt · M
[OOC: Le ofrezco mis más humildes disculpas. No había puesto pie en estos lares por bastante tiempo; espero mi pobre respuesta esté a la altura del turno que me ha enviado usted.]
Veinte minutos habrían transcurrido desde las ominosas palabras que Darigan, el tan "amable" instructor, había dedicado a sus pupilos. Cual desordenada marabunta, los grupos de estudiantes abandonaban las múltiples aulas, lanzándose en un caos uniforme a través de las arterias de Stom Ba'al, el lugar comúnmente llamado "La Fortaleza Oculta". Se trataba de un edificio colosal, ajado por las múltiples batallas y los años pasados; sus paredes se erguían, orgullosas, desde hacía 127 años: pues su edad correspondía con exactitud al fin del conflicto global que sacudió los cimientos mismos de aquella tierra majestuosa. Sin importar la precaria tranquilidad que las naciones mantenían a regañadientes, Radegast, el actual rey de Dakron, permanecía cauto y vigilante; es por ello que la construcción que hoy nos ocupa se conservaba en tan envidiable condición. Había sido diseñada teniendo en cuenta propósitos varios; su interior se encontraba dividido en varios compartimientos, y el acceso a cada uno se limitaba acorde al rango del visitante.
Podríamos comenzar a describir la edificación por el atrio. Solo existía una entrada a Stom Ba'al, y al ser traspasada, lo primero que se ofrecía a la vista era un amplio espacio abierto, resguardado por la gruesa muralla que hacía las veces de pórtico. Siempre podían verse múltiples vigías poblando dicho corredor, sea patrullando las lindes del recinto o apostados en las cuatro torres distribuidas a lo largo del frente. La explanada se encontraba inmediatamente, y era uso común que en ella se recibieran las visitas importantes, amén de servir como lugar de ceremonias para los nombramientos. Era obvio que el acontecimiento descrito en esta breve crónica pertenecía, por plenos y sobrados derechos, a la primera instancia antes mencionada. De modo que ya se hallaba una comitiva a la espera de la misteriosa y regia invitada; el grupo incluía tanto a todos los maestros residentes como al Concejo, unidad gobernante desde las sombras, mismo que liderado por dos magos de probada sabiduría.
El primero de ellos, Ordrus, había combatido en la Guerra del Caos, liderando las huestes insurrectas que buscaban derrocar el control absoluto mantenido por la antigua orden Fata Morgana sobre aquel mundo de leyenda. Justificaban éstos su gobierno déspota al proclamarse los ojos y manos que cumplían la voluntad de Eileen, diosa principal del panteón de Eldréion; de quien se decía reposaba, incólume y ajena al destino de sus creaciones, siendo los últimos vestigios de su poder las tres Reliquias: el Espejo, la Aguja y la Daga, perdidas en los anales de la historia. Aquella sangrienta hecatombe terminó con la erradicación de Fata Morgana, habiendo sido pasados a cuchillo todos sus miembros. Hecho desconocido para el grueso del vulgo, ignorante de todo lo que sucedió tras bambalinas antes de que se crearan las seis regiones mayores, lideradas por sus distintos soberanos. Merced a su gran poder y arrojo, el nigromante fue elegido para perpetuar la vigilancia sobre aquello que se ocultaba en la Fortaleza.
Mar K'yeh, el segundo hechicero, carecía de los logros militares de su compañero. Sin embargo, sus méritos no palidecían cuando se les comparaba; pues suya había sido la creación de la Urdidumbre, como se le llamaban a las múltiples líneas de energía que, a manera de prisión y escudo a la vez, mantenían férreo control y estabilidad sobre la inmensa cantidad de magia que los Guardianes protegían. En dicho arcano se basaba la paz frágil que mediaba entre los reinos; pues, a pesar de encontrarse en el corazón de Sindael, ninguno de los nobles de Eldréion tenía manera alguna de hacerse con el gran secreto que moraba en el interior de aquellos muros impenetrables.
Veinte minutos habrían transcurrido desde las ominosas palabras que Darigan, el tan "amable" instructor, había dedicado a sus pupilos. Cual desordenada marabunta, los grupos de estudiantes abandonaban las múltiples aulas, lanzándose en un caos uniforme a través de las arterias de Stom Ba'al, el lugar comúnmente llamado "La Fortaleza Oculta". Se trataba de un edificio colosal, ajado por las múltiples batallas y los años pasados; sus paredes se erguían, orgullosas, desde hacía 127 años: pues su edad correspondía con exactitud al fin del conflicto global que sacudió los cimientos mismos de aquella tierra majestuosa. Sin importar la precaria tranquilidad que las naciones mantenían a regañadientes, Radegast, el actual rey de Dakron, permanecía cauto y vigilante; es por ello que la construcción que hoy nos ocupa se conservaba en tan envidiable condición. Había sido diseñada teniendo en cuenta propósitos varios; su interior se encontraba dividido en varios compartimientos, y el acceso a cada uno se limitaba acorde al rango del visitante.
Podríamos comenzar a describir la edificación por el atrio. Solo existía una entrada a Stom Ba'al, y al ser traspasada, lo primero que se ofrecía a la vista era un amplio espacio abierto, resguardado por la gruesa muralla que hacía las veces de pórtico. Siempre podían verse múltiples vigías poblando dicho corredor, sea patrullando las lindes del recinto o apostados en las cuatro torres distribuidas a lo largo del frente. La explanada se encontraba inmediatamente, y era uso común que en ella se recibieran las visitas importantes, amén de servir como lugar de ceremonias para los nombramientos. Era obvio que el acontecimiento descrito en esta breve crónica pertenecía, por plenos y sobrados derechos, a la primera instancia antes mencionada. De modo que ya se hallaba una comitiva a la espera de la misteriosa y regia invitada; el grupo incluía tanto a todos los maestros residentes como al Concejo, unidad gobernante desde las sombras, mismo que liderado por dos magos de probada sabiduría.
El primero de ellos, Ordrus, había combatido en la Guerra del Caos, liderando las huestes insurrectas que buscaban derrocar el control absoluto mantenido por la antigua orden Fata Morgana sobre aquel mundo de leyenda. Justificaban éstos su gobierno déspota al proclamarse los ojos y manos que cumplían la voluntad de Eileen, diosa principal del panteón de Eldréion; de quien se decía reposaba, incólume y ajena al destino de sus creaciones, siendo los últimos vestigios de su poder las tres Reliquias: el Espejo, la Aguja y la Daga, perdidas en los anales de la historia. Aquella sangrienta hecatombe terminó con la erradicación de Fata Morgana, habiendo sido pasados a cuchillo todos sus miembros. Hecho desconocido para el grueso del vulgo, ignorante de todo lo que sucedió tras bambalinas antes de que se crearan las seis regiones mayores, lideradas por sus distintos soberanos. Merced a su gran poder y arrojo, el nigromante fue elegido para perpetuar la vigilancia sobre aquello que se ocultaba en la Fortaleza.
Mar K'yeh, el segundo hechicero, carecía de los logros militares de su compañero. Sin embargo, sus méritos no palidecían cuando se les comparaba; pues suya había sido la creación de la Urdidumbre, como se le llamaban a las múltiples líneas de energía que, a manera de prisión y escudo a la vez, mantenían férreo control y estabilidad sobre la inmensa cantidad de magia que los Guardianes protegían. En dicho arcano se basaba la paz frágil que mediaba entre los reinos; pues, a pesar de encontrarse en el corazón de Sindael, ninguno de los nobles de Eldréion tenía manera alguna de hacerse con el gran secreto que moraba en el interior de aquellos muros impenetrables.
DateMasamune · M
[ Ooc. La pregunta correcta sería "¿Qué no haría con tanto poder?" (?) Y si soy malvado, el lado oscuro es mi aliado. (?)]
IsilmirGwenhwyfar · 31-35, F
Off RP: ¡Hola!. ¡Gracias a ti por aceptar la solicitud!. Recientemente no he entrado mucho, pero con seguridad estaré viniendo más a menudo.
¡Espero nos llevemos muy bien!. Me gusta mucho tu personaje, son muy pocas las oportunidades en las que he visto a alguien interpretar a Kaileena. ¡Espero poder estar ingresando la ficha de Isilmir, cuanto antes!. De cualquier manera si bien gustas, puedes iniciar con algún escenario ambientado en el universo de tu personaje, yo puedo adaptarme e improvisar algo para seguirte el paso. O por el contrario ..., si prefieres que lo inicie yo, no tengo problema alguno.
Si te parece bien, me encantaría dejar la sección del In-Box/Mensajes para cosas relativas a usuarios y los mensajitos en muro para todo lo referente al RolePlay.
¡Ten un lindo día!. //
¡Espero nos llevemos muy bien!. Me gusta mucho tu personaje, son muy pocas las oportunidades en las que he visto a alguien interpretar a Kaileena. ¡Espero poder estar ingresando la ficha de Isilmir, cuanto antes!. De cualquier manera si bien gustas, puedes iniciar con algún escenario ambientado en el universo de tu personaje, yo puedo adaptarme e improvisar algo para seguirte el paso. O por el contrario ..., si prefieres que lo inicie yo, no tengo problema alguno.
Si te parece bien, me encantaría dejar la sección del In-Box/Mensajes para cosas relativas a usuarios y los mensajitos en muro para todo lo referente al RolePlay.
¡Ten un lindo día!. //
AS1545016 · M
OUT: Está bien; No tienes que agradecer por algo como eso. Bienvenida cuando gustes.
SW-User
[code]//Desde que vi a Noriaki Kakyoin lamiendo una cereza asi, ya uno se queda con el trauma (?)[/code]
Avrc1544094 · M
El frío tan típico que rodeaba aquellas tierras blancas soplaba con suavidad cerca del palacio del Valhala, La nieve que caía empezaba a sucumbir poco a poco hasta disiparse por completo dejando ver el esplendor de esas tierras castigadas por los terribles climas que azotaban a diario. Por los alrededores del palacio, en uno de los patios que entregaban una esplendorosa vista de la gran estatua del gran dios Odín, la silueta de un hombre yacía en silencio con la vista dirigida a los cielos, como si esperase ver algo entre una extraña y densa neblina que había detrás del gran monumento. El silencio todo lo consumía y sus pensamientos lo mantenían ocupado.
Su plan estaba en marcha y todo estaba saliendo a pedir de boca. El pueblo de Asgard ahora lo apoyaba y lo protegía y con el apoyo de sus 7 guerreros, nada podía salir mal. Solo tenia que ser muy paciente y aguardar el momento indicado para ver su sueño cristalizado, más su intuición por un momento le dio una extraña sensación, algo poco usual que empezó a llamar su atención. Por ese instante, dejo de lado sus ideas y proyectos para tratar de sentir lo que le rodeaba y detectar que podía ser ese extraño presentimiento que empezaba a incomodarlo. No había cosmos alguno que pudiera alertarlo mas sentía algo en el viento helado que agitaba sus rojizos cabellos.
¿Se habría equivocado? Trato de tranquilizarse un poco pero al sentir una extraña voz que se dirigía a él, pudo entender de que se trataba esa sensación, al parecer alguien había burlado la seguridad pasando inadvertido en esa área, algo que era sorprendente y que demostraba que no se trataba de cualquier persona. Aquella voz se pronuncio nuevamente, pidiendo hablar con la antigua regente de esas gélidas tierras, pero ello era algo que no podía permitir a ningún conocido o extraño.
- Vaya... quien quiera que seas, me sorprende que llegaras hasta este lugar. Lamento decir que vuestro pedido es imposible de conceder, ya que no tengo ninguna representante, y si se refiere a la señorita Hilda, ella no se encuentra en este lugar y ya no es más la soberana de esta tierra. Cualquier cosa que debas decirle a ella puedes hacerlo conmigo, pero... ¿Quién eres tu? -
Sin regresar su mirada hacia el desconocido, se mantuvo firme con la vista hacia la gran estatua de Odín, como si no diera importancia a la presencia que había cerca de él. Nada podía perturbar sus ideas, por ello, esa presencia no equivalía a ningún problema para él.**
Su plan estaba en marcha y todo estaba saliendo a pedir de boca. El pueblo de Asgard ahora lo apoyaba y lo protegía y con el apoyo de sus 7 guerreros, nada podía salir mal. Solo tenia que ser muy paciente y aguardar el momento indicado para ver su sueño cristalizado, más su intuición por un momento le dio una extraña sensación, algo poco usual que empezó a llamar su atención. Por ese instante, dejo de lado sus ideas y proyectos para tratar de sentir lo que le rodeaba y detectar que podía ser ese extraño presentimiento que empezaba a incomodarlo. No había cosmos alguno que pudiera alertarlo mas sentía algo en el viento helado que agitaba sus rojizos cabellos.
¿Se habría equivocado? Trato de tranquilizarse un poco pero al sentir una extraña voz que se dirigía a él, pudo entender de que se trataba esa sensación, al parecer alguien había burlado la seguridad pasando inadvertido en esa área, algo que era sorprendente y que demostraba que no se trataba de cualquier persona. Aquella voz se pronuncio nuevamente, pidiendo hablar con la antigua regente de esas gélidas tierras, pero ello era algo que no podía permitir a ningún conocido o extraño.
- Vaya... quien quiera que seas, me sorprende que llegaras hasta este lugar. Lamento decir que vuestro pedido es imposible de conceder, ya que no tengo ninguna representante, y si se refiere a la señorita Hilda, ella no se encuentra en este lugar y ya no es más la soberana de esta tierra. Cualquier cosa que debas decirle a ella puedes hacerlo conmigo, pero... ¿Quién eres tu? -
Sin regresar su mirada hacia el desconocido, se mantuvo firme con la vista hacia la gran estatua de Odín, como si no diera importancia a la presencia que había cerca de él. Nada podía perturbar sus ideas, por ello, esa presencia no equivalía a ningún problema para él.**
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