Las palabras que venían de aquella sombría voz aún retumbaban en su cabeza y dolían más que las heridas que llevaba abiertas en la carne. Él le había advertido que de no unirse a su causa le harían daño a ella y a todos aquellos a los que Potter amaba; la sola idea de ver a Lily sufriendo, a Sirius descorazonado o a Remus y a Peter sin vida le causaba una tristeza abrumadora. Quizá fue hasta ese momento que James terminó de caer en cuenta en que ya no eran niños jugando a tener duelos a escondidas en cada pasillo de Hogwarts, sino que estaban en medio de una guerra que se cobraría todas las vidas que pudiera antes de terminar, si es que tenía algún fin.