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Detención
Emma V.
 
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EmmaVanity · F
Para la rubia, no había cosa más importante que el quidditch y en el pasado había sido víctima de varios planteos que intentaban desacreditarla injustamente como jugadora, por lo cual tenía una reputación que proteger. No sentía que James se tomara el deporte tan en serio, más ese día que había ido con un planteo justo y el solo la había desacreditado. En la última reunión de capitanes, habían acordado que si dos prácticas seguidas un equipo atravesaba un clima lluvioso, la próxima fecha de práctica debía ser intercambiada con el equipo más "beneficiado" a nivel climático. No porque no pudiesen jugar durante la lluvia, sino porque corrían el riesgo de enfermarse antes de los partidos. Tal vez ella no había sacado bien las cuentas, cosa que si fuese cierta no iba a admitir, o tal vez el castaño no había prestado atención y ahí el conflicto.
EmmaVanity · F
Se sentó sin dudarlo a observar el exterior con impotencia pensando lo lindo que estaba el día para entrenar y no estar condenada a la compañía de Potter. Pensó en alguna forma de librarse de lo que serían unas horas perdidas pero ya había hecho mucho por hoy y así había terminado. Sin salida.

—Si tan sólo prestaras atención en las reuniones, no estaríamos aquí.

Decretó sin siquiera dirigirle la mirada, una vez que escuchó que el contrario tomaba asiento. No quería generar más pelea, debido a que en el campo la discusión casi pasa de verbal a física cuando vio que Potter atisbó a meter la mano en su túnica para extraer la varita. Movimiento que ella imitó y la condenó al ser captado por los ojos de McGonagall. Pero tampoco iba a hacérsela fácil, le estaba arrebatando su preciado tiempo. Se acomodó en su lugar para quedar sentada mirando hacia James, con la guardia alta en caso de que intente algo para dañarla.
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EmmaVanity · F
Ser reactiva ante una agresión no era característica de Emma, más bien dejaba a los demás hablar y meterse en problemas solos; pero ese día su paciencia había llegado a un límite antes siquiera de cruzarse a Potter. Oh, que suceso tan desafortunado. Lo último que necesitaba ese día, era una masacre entre su equipo y los leones, por lo tanto sugirió a sus compañeros de casa quedarse a una distancia considerable. Conocía a su equipo y quería disminuir el número de problemas al mínimo, así que si ella era la única responsable la situación no sería tan incontrolable. Sin embargo, todo explotó en su cara; si bien se había acercado con la mayor diplomacia posible, al menos para Vanity, no tuvo en cuenta lo poco que ella y James se soportaban.

Una vez fuera del uniforme deportivo, se dirigió al lugar del castigo o más bien tortura. Al llegar primera, pudo elegir el mejor lugar en el aula; el alfeizar de la ventana. <++++>
JsP1575105 · M
un bufido, bueno, las cosas que hacía por Moony, ¿no? Aún tenía atravesadas en la garganta todas las palabras que no había podido decir.
JsP1575105 · M
<<Debo atender cuando mis superiores me hablan>>. ¡Pero es que no había sido su culpa! Emma Serpiente Vanity se había presentado con todo su séquito de lombrices cuando el equipo de Gryffindor tenía entrenamiento y, con pobres argumentos, había intentado sacar a los leones del campo. Ni James, ni Sirius, habían cedido a sus filosa palabras; sin embargo, había sido Potter quien la retó cada vez más, incluso frente a la profesora. Ahora tanto ella como él debían acudir a tomar su castigo, juntos.

James se mesó los cabellos rebeldes de camino al aula señalada y, después, acomodó su capa sobre sus hombros; ya no lucía el uniforme de Quidditch pero no por eso estaba menos molesto o había pasado página. Cuando al fin llegó a la puerta, cruzó el umbral con rapidez y se sentó lo más lejos posible de la rubia, aunque no dejó de echarle una mirada de molestia tras sus gafas. Ningún profesor había llegado aún, posiblemente tendrían que pasar el tiempo solos y pensando en sus actos. James soltó
JsP1575105 · M
—Directo a detención, Señor Potter.

La voz de la profesora McGonagall retumbó en los oídos del Gryffindor que, habiendo estado inmerso en un plan escapista, dio un respingo que lo obligó a soltar su escoba antes de poder ponerla en el armario. Minerva lo miró con la ceja alzada y James hizo una mueca antes de apresurarse a terminar su labor; ya no podía hablar, replicar o pelear... Después de todo había sido amenazado con un largo periodo de noches en la sala de detención si continuaba con la parafernalia. Noches que, por Remus, no podía permitirse dejar ir en tonterías como copiar mil veces en un pergamino las palabras

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