— Es una ironía lo que me dices, afirmas que no bebes licor ni comes los alimentos que los humanos consumen, pero, incluso has devorado mortales tan nauseabundos que se jactan en banquetes por gula y se hinchan de licor hasta perder la consciencia. — Señaló su propio cuerpo. — La dieta de un monje como yo es más austera y el sake que bebo es más por protocolo y ceremonia, qué carne sabrá mejor en ese caso. ¿O cómo es que decides quién sabe bien y quién sabe mal? —

— ¿Qué dices? Vengo preparándote hace tiempo, tu carne está casi al punto de ser comestible, cuando ya te vayas deshaciendo de esas asquerosas costumbres budistas o lo que sea.

— Pero no tendrías la clase y el porte del Dr. Lecter, eres un ghoul que comería cuál bestia hambrienta en el bosque. — (?)

— Oh, si. Si fuera por mí te cenaría todos los días. —

— No sé por qué siento ciertas vibras de Hannibal Lecter en ti. — [?]

— Tanta piel apuñalable. Tentador. (?)

Que pena que hagas creer a tu mente y tus recuerdos algo diferente, pero sé bien que esa expresión de cólera y placer yo jamás la olvidaré.

— Aprovechó la conversa espontánea y le tocó con atrevimiento su torso, deslizando sus uñas lentamente por su piel.—

– Ya lo recuerdo, me quedé sin habla porque no me hiciste sentir nada, difícil decir algo en una situación así. ~ –

Tan segura, como la última vez que quedaste sin habla. ~

¿Pero estás segura que puedas llegar a hacerlo?