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Nada por aquí...
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¿Qué podía decirle ahora al forjador? Era cómo si le hubiera leído el pensamiento, solo para decir las palabras que la vampireza tanto anhelaba escuchar. Tantos años de vida y experiencia, y era la primera vez que se encontraba con un alma tan inocente dispuesta a entregarle todo. Seria una ofensa divina si ella no pudiera corresponderle de algún modo.
Dichosa era porque ni un solo espíritu los acompañaba; la felicidad de ser la única en el mundo de escuchar cómo Héctor proclamaba lo que estaría dispuesto a hacer por ella era inconmensurable. Anhelaba tanto que Héctor fuera para ella y nadie más, no tener que compartirlo ni con sus hermanas ni el mundo. Pero por ahora, era imposible. Aun así, en el aquí y ahora, podía darse el privilegio de vislumbrar su deseo.

— Héctor… — murmuro apenas audible para él, no tenía cómo responder directamente. Sujetó entonces el rostro del varón, acercándolo hacia ella con delicadeza. Y en un vano intento por hacerlo suyo, beso sus labios con tal cuidado y delicadeza, cómo si quisiera evitar romperlo en cualquier momento.

Un cuadro bastante contrastante, comparado con aquella noche llena de pasión dónde logró que el forjador le jurara lealtad, pero, es que ni por asomo las emociones que sentía eran las mismas a las de aquella ocasión. La visión que tenia del varón habían cambiado radicalmente y era justamente eso lo que quería transmitirle en aquel beso bañado de ternura.
 
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Inicialmente, aquel abrazó era solamente para redirigir la atención de Héctor hacia lo que era su objetivo, pero... Que sensación más agradable. ¿Qué tanta verdad contenían sus propias palabras? Qué incertidumbre. Y aunque dichosa por poder compartir un momento tan intimo y perfecto con él, recordar a sus hermanas le amargaba. Claramente podía imaginar los comentarios que le harían, especialmente Carmilla. Pero ahora no estaban. ¿Qué más da si se encariñaba un poco con el forjador?

La calma que les acompañaba, aunque podría ser inquietante en otras noches, justo hoy era la melodía indicada. Escucharlo decir su nombre, en aquel tono... producía algo en Lenore. Anhelaba escucharlo más. ¿Podía permitirse ser tan codiciosa ahora? Más que una novedad, Héctor le demostraba ser distinto a todo lo que estaba acostumbrada. Claro, ella era la que tenia el poder, y aun así, él no terminaba de doblegarse, pero no por ello se negaba a ser suyo.

— Héctor, ¿qué estarías dispuesto a hacer por mi? —

Una pregunta simple, pero crucial. Dependiendo de la respuesta que le diera, podría cambiar radicalmente la percepción y trato que tenia con él. Pero confiaba en qué alguien tan sensible cómo él podría dar una respuesta acertada.
Se soltó, aun contra su voluntad, de aquel abrazo, buscando verle frente a frente. Casi de manera inconsciente, entrelazó una de sus manos con la ajena
— Jardín interior y libros. Lo tengo. Dalo por hecho, Héctor. Aunque el jardín será un poco complicado por el clima de Styria. —
No se podía echar para atrás, sola se ató la soga al cuello prometiendo cumplir cualquier capricho. ¿Tal vez debió limitarse más al momento de intentar animarlo? La próxima vez tendrá que tener más cuidado. Quizá no ofrecer cosas materiales, o ser más especifica con lo que le promete. Seguramente sólo le pidió aquello para verla fracasar, y eso es algo que jamás podría permitir. Pero ya no había marcha atrás. Suspiró, resignada ante su nuevo encargo.

Por otro lado, los libros... Eso era sencillo. No podía ser un castillo digno sin su buena biblioteca. Estaba segura que debían tener libros con las temáticas que le fueron solicitadas. Eso le ayudaría a ganar tiempo para conseguir más.
Oh, un momento. ¿Realmente estaba preocupándose tanto por complacer al forjador? Pero si la que debe mandar aquí es ella. Debía recobrar el mando total de esta situación. Sin percatarse se había doblegado, enternecida por Héctor y su cara de perrito abandonado.

Enarcó una ceja al escucharlo seguir con sus peticiones. El rostro de Lenore en este instante era un poema; una mezcla entre calma y furia. Sólo era necesario que alguien dijera una palabra equivocada para desatar su coraje. Y desgraciadamente no quería desquitarse con Héctor, o empezaría todo desde cero. Tal vez ya era hora de comenzar a disuadirlo por otro lado que no sea llenarlo de regalos.

— ¿Materiales para el martillo? Entiendo, entiendo. ¿Es tan importante para tu trabajo? Entonces le daré prioridad a eso. Creo que tu preciado jardín puede esperar un poco, ¿No? Y yo sé que eres más que un forjador, yo más que nadie en este castillo lo sabe. ¿O tu crees que te trataría bien sólo porque sí? Pudiendo torturarte hasta obligarte, pero no. —


Guió su andar, hasta colocarse tras Héctor, quien se encontraba escribiendo su lista de materiales, y con delicada agilidad, deslizó sus brazos alrededor de él, para abrazarle, mientras recargaba su rostro contra aquella espalda ajena. Desgraciadamente, no podía brindarle un tipo de calor físico, pero, reconocía la debilidad del forjador ante los gestos de afecto cómo este.

— ¿Te molesta si me quedo así? Sólo un ratito. Prometo después iniciar la búsqueda de todo lo que me pides. —

Endulzó su voz tanto cómo pudo, casi susurrante, mientras apoyaba sus manos contra el pecho del joven con firmeza, demostrando que no tenia intenciones de dejarlo en ese momento. ¿O sería acaso un recordatorio de que ahora él le pertenecía?
La reacción de Héctor era justo lo que esperaba. De momento no podía mas que dejarlo ser, hasta encontrar el momento justo dónde pudiera guiar su razonamiento al lugar que ella deseaba. No era tan difícil, él mismo se había castigado privándose de alimento y descanso adecuado a pesar de ya tener las condiciones dignas para ello.

— Entiendo lo que dices, Héctor. De verdad. Pero, ten en cuenta que esta no es una ''jaula'' cualquiera. Aquí tendrás todo lo que desees y necesites cuando quieras. Alimento y un área para desarrollar tu trabajo e investigaciones. ¿Necesitas más? Tu solo dímelo y moveré cielo, mar y tierra para cumplirlo. —

Y ahí iba la vampiresa a bajarle la luna y las estrellas a su apreciado forjador; tenerlo feliz y saludable para desempeñar bien su trabajo era esencial y no escatimaría en gastos. Escucharle hablar de trabajar era un enorme logro. ¿Finalmente había decidido dejar de auto compadecerse? Bueno, al menos había decidido hacer algo distinto. Dejo entonces aquella canasta sobre el escritorio, mientras trataba de ayudarle acomodando el desastre que él mismo realizó.

— Te conseguiré todos los libros y material que necesites. Pero por favor, no vuelvas a dejar de comer. No me gusta verte así, Héctor. Dime, ¿cual es tu comida favorita? Traeré lo que mas anheles.—

Suplicó al contrario mientras trato de buscar su mirada; mientras la propia denotaba preocupación. Ya le habían comentado los guardias que se había rehusado a alimentarse. Ahora tendría que asegurarse personalmente que ese tipo de comportamiento fuera cosa del pasado, o una parte vital del plan de Carmilla correría peligro. Y las consecuencias no serian agradables para nadie, especialmente para la pelirroja, quien se supone debía encargarse de que el forjador cumpla con su labor.

— Ten mas confianza en mi, te lo pido. Ve en mi una amiga, o más que eso si así lo deseas. Pero te aseguro que hago todo lo que esta en mis manos para que estés con vida y bien. —
La satisfacción de haber logrado su cometido inicial era desbordante. No sólo estaba cumpliendo con su parte del plan para llevar a sus hermanas a la gloria, si no que había resultado demasiado sencillo, añadiendo que el humano en cuestión le resultaba bastante entretenido, por decirlo de un modo sencillo.

Las horas del día se le hicieron eternamente lentas. Ansiaba ver a Héctor, con aquel rostro compungido por sus propias malas decisiones. Tan adorable, cual niño pequeño arrepentido de sus travesuras. Aquella sensibilidad que notó en el varón; era un arma de doble filo, lo hacía la victima ideal en las manos equivocadas, cómo las suyas.

Cuando finalmente el sol se ocultó, el momento había llegado. ¿Cómo estaría su mascota? No dejo de imaginarlo enojado y triste en su habitación. Que divertida imagen. Un berrinche que se le pasaría en un momento u otro. Solo debía ser atendido adecuadamente y volvería a confiar en ella.

Tras las preparaciones adecuadas, emprendió su marcha hacía el lugar en dónde se encontraba el forjador. Tocó en la entrada, con cierto cinismo, sabiendo perfectamente que podía entrar en el recinto sin mayor problema. Finalmente ingresó, con una canasta bajo el brazo dónde guardaba distintos platillos para compartir.

— Buenas noches, Héctor. ¿Cómo estás? ¿Listo para comer juntos? —

Su voz, tanto melodiosa cómo burlona mientras saludaba, inundo la habitación, irrumpiendo la tranquilidad del lugar. El resonar de sus tacones se hizo presente mientras avanzaba, hasta colocarse junto a él. Observó entonces el caos que yacía sobre aquel escritorio. ''Un berrinche'', pensó confirmando la situación.

— ¿Te encuentras bien? ¿Qué puedo hacer por ti? —

Sabía que su pregunta le parecería una hipocresía a Héctor, pero su preocupación era sincera. Cómo diplomática, sabía que la comunicación era clave para resolver casi cualquier tema. Además, no podía dejarlo continuar así. Le sería inutil tanto a ella cómo a Carmilla si persiste con esa actitud. Y estaba segura que su hermana no se detendría ni un momento en decidir deshacerse de Héctor. No podía permitir esto. ¡Era suyo! Un pequeño proyecto que debía levantar con las atenciones adecuadas. Lenore podía ver todo el potencial escondido en él, sólo que sus emociones le ganaban. Pero es justamente este detalle el cual captaba mayormente la atención de la vampiresa. Rodeada siempre de criaturas egoístas y ruines, la sensibilidad de Héctor era cómo un cálido rayo de sol en una mañana del frío invierno.