26-30, M
Nada por aquí...
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Lene1576088 · F
La satisfacción de haber logrado su cometido inicial era desbordante. No sólo estaba cumpliendo con su parte del plan para llevar a sus hermanas a la gloria, si no que había resultado demasiado sencillo, añadiendo que el humano en cuestión le resultaba bastante entretenido, por decirlo de un modo sencillo.
Las horas del día se le hicieron eternamente lentas. Ansiaba ver a Héctor, con aquel rostro compungido por sus propias malas decisiones. Tan adorable, cual niño pequeño arrepentido de sus travesuras. Aquella sensibilidad que notó en el varón; era un arma de doble filo, lo hacía la victima ideal en las manos equivocadas, cómo las suyas.
Cuando finalmente el sol se ocultó, el momento había llegado. ¿Cómo estaría su mascota? No dejo de imaginarlo enojado y triste en su habitación. Que divertida imagen. Un berrinche que se le pasaría en un momento u otro. Solo debía ser atendido adecuadamente y volvería a confiar en ella.
Tras las preparaciones adecuadas, emprendió su marcha hacía el lugar en dónde se encontraba el forjador. Tocó en la entrada, con cierto cinismo, sabiendo perfectamente que podía entrar en el recinto sin mayor problema. Finalmente ingresó, con una canasta bajo el brazo dónde guardaba distintos platillos para compartir.
— Buenas noches, Héctor. ¿Cómo estás? ¿Listo para comer juntos? —
Su voz, tanto melodiosa cómo burlona mientras saludaba, inundo la habitación, irrumpiendo la tranquilidad del lugar. El resonar de sus tacones se hizo presente mientras avanzaba, hasta colocarse junto a él. Observó entonces el caos que yacía sobre aquel escritorio. ''Un berrinche'', pensó confirmando la situación.
— ¿Te encuentras bien? ¿Qué puedo hacer por ti? —
Sabía que su pregunta le parecería una hipocresía a Héctor, pero su preocupación era sincera. Cómo diplomática, sabía que la comunicación era clave para resolver casi cualquier tema. Además, no podía dejarlo continuar así. Le sería inutil tanto a ella cómo a Carmilla si persiste con esa actitud. Y estaba segura que su hermana no se detendría ni un momento en decidir deshacerse de Héctor. No podía permitir esto. ¡Era suyo! Un pequeño proyecto que debía levantar con las atenciones adecuadas. Lenore podía ver todo el potencial escondido en él, sólo que sus emociones le ganaban. Pero es justamente este detalle el cual captaba mayormente la atención de la vampiresa. Rodeada siempre de criaturas egoístas y ruines, la sensibilidad de Héctor era cómo un cálido rayo de sol en una mañana del frío invierno.
Las horas del día se le hicieron eternamente lentas. Ansiaba ver a Héctor, con aquel rostro compungido por sus propias malas decisiones. Tan adorable, cual niño pequeño arrepentido de sus travesuras. Aquella sensibilidad que notó en el varón; era un arma de doble filo, lo hacía la victima ideal en las manos equivocadas, cómo las suyas.
Cuando finalmente el sol se ocultó, el momento había llegado. ¿Cómo estaría su mascota? No dejo de imaginarlo enojado y triste en su habitación. Que divertida imagen. Un berrinche que se le pasaría en un momento u otro. Solo debía ser atendido adecuadamente y volvería a confiar en ella.
Tras las preparaciones adecuadas, emprendió su marcha hacía el lugar en dónde se encontraba el forjador. Tocó en la entrada, con cierto cinismo, sabiendo perfectamente que podía entrar en el recinto sin mayor problema. Finalmente ingresó, con una canasta bajo el brazo dónde guardaba distintos platillos para compartir.
— Buenas noches, Héctor. ¿Cómo estás? ¿Listo para comer juntos? —
Su voz, tanto melodiosa cómo burlona mientras saludaba, inundo la habitación, irrumpiendo la tranquilidad del lugar. El resonar de sus tacones se hizo presente mientras avanzaba, hasta colocarse junto a él. Observó entonces el caos que yacía sobre aquel escritorio. ''Un berrinche'', pensó confirmando la situación.
— ¿Te encuentras bien? ¿Qué puedo hacer por ti? —
Sabía que su pregunta le parecería una hipocresía a Héctor, pero su preocupación era sincera. Cómo diplomática, sabía que la comunicación era clave para resolver casi cualquier tema. Además, no podía dejarlo continuar así. Le sería inutil tanto a ella cómo a Carmilla si persiste con esa actitud. Y estaba segura que su hermana no se detendría ni un momento en decidir deshacerse de Héctor. No podía permitir esto. ¡Era suyo! Un pequeño proyecto que debía levantar con las atenciones adecuadas. Lenore podía ver todo el potencial escondido en él, sólo que sus emociones le ganaban. Pero es justamente este detalle el cual captaba mayormente la atención de la vampiresa. Rodeada siempre de criaturas egoístas y ruines, la sensibilidad de Héctor era cómo un cálido rayo de sol en una mañana del frío invierno.