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-Luego de aquel acontecimiento donde su vida estaba pendiendo del hilo tras haber entrado en ese estado vegetativo. El joven había pasado varios días dormido, en un profundo coma, tratando de restaurar su cuerpo de modo natural, aunque claro que estaba reciendo una gran ayuda de alguien a quien no podía ver, solo sentir de vez en cuando.
Una noche, donde su mente estaba sumergido en un torbellino de pensamientos negativos, despertó de golpe y tras hacerlo, observó con confusión los alrededores, sin saber como o donde estaba.- ¿Eberhard, donde estás...?
 
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*Por supuesto que, a regañadientes regresó al castillo, para quitarse la armadura, limpiarse en el cuarto de baño, y colocarse ropa de su armario, no sin antes examinar la herida de su costado. Bastante grande en el inicio; sin embargo había logrado detener el sangrado con un vendaje improvisado, después de haberse suturado él mismo, en cuanto terminó aquello.

Una cicatriz más en su haber, ocasionada por aquella perra arfirus. En un momento no contó con que sería, no buena, muy buena con la espada; aunque fue lo único que se permitió subestimarla. En el instante, por instinto, la vio como un enemigo digno de él, y contra atacó con mayor astucia y brutalidad. La venció, y asesinó con ese coste.

Por supuesto, también hubo algunos contra tiempos, y espera a que el idiota del error corrija aquello, aún en las ruinas de aquella ciudad...

Cuando termina de asearse, sale del castillo, para regresar de nuevo a la torre, donde permanece aún el Petirrojo, y, al llegar a aquella (...)
 
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