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-Luego de aquel acontecimiento donde su vida estaba pendiendo del hilo tras haber entrado en ese estado vegetativo. El joven había pasado varios días dormido, en un profundo coma, tratando de restaurar su cuerpo de modo natural, aunque claro que estaba reciendo una gran ayuda de alguien a quien no podía ver, solo sentir de vez en cuando.
Una noche, donde su mente estaba sumergido en un torbellino de pensamientos negativos, despertó de golpe y tras hacerlo, observó con confusión los alrededores, sin saber como o donde estaba.- ¿Eberhard, donde estás...?
 
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Sé que no... *Musita el esparvus con cierto pesar, al escuchar la respuesta del chico. Por supuesto que sabe que el muchacho se encuentra lejos de estar bien, que dice aquello para no hacer la situación más insoportable al Monarca. Sabiendo aquello, añade levemente.* Pero te agradezco que seas considerado conmigo...

*Una mirada sutil se va hacia la espalda del muchacho. En el fondo le gustaría saber que tanto ha avanzado la curación, aunque, sabiendo el daño, de verla se resquebrajaría nuevamente.*
HC1564418 · M
-Por su parte, el pelirrojo se mantuvo en total calma, pese a ese dolor que casi no lo dejaba moverse. El simple hecho de estar articulando su mano, ya generaba dolencia en su espalda, misma que trataba de ocultar ante la presencia de su Rey para evitar agravar la situación, ya que para él, en ese momento, su único objetivo era acompañarle y contenerlo.

Mantuvo sus caricias sin duda alguna, no le importaba en ese instante sentir tal tormento, ya que, emocionalmente quien la estaba pasando peor era su amo. Un daño físico no era nada alado de ese agonizante pesar emocional. Más cuando sus miradas volvieron a cruzarse, con una calmada sonrisa respondió.- Estoy perfectamente.
*Y es así que permanece el esparvus, en un lamento que no conoce del todo, que no sabe porque ahora, como si fuese un niño, deja escapar después de tanto tiempo que se ha enfrentado, incluso a la misma muerte, no había tenido la necesidad de ello. Nunca, hasta ese momento, de ver a aquel chico tan destruido por culpa suya.

Sólo hasta que pudo dejar de llorar por aquello, o se acabaron las lágrimas, no sabe tampoco la razón, es que puede verlo al rostro, para encontrarse con el mismo, tranquilo, dirigiéndole aquella mirada como si aquello no hubiese importado. Y es después de descargar lo que lleva días reprimiendo, incluso sacando de una manera más destructiva, contra los arfirus de aquella ciudad, a los que atacó con más fiereza y brutalidad que habría usado siendo un asesino; que logra preguntar.* ¿Cómo te sientes?
HC1564418 · M
-Una expresión de sorpresa se generó luego de ver ese modo en que el mayor había perdido total seriedad y ahora, como si nunca se lo hubiese imaginado, estaba a su lado, tan vulnerable y destruido emocionalmente que tan solo dejó correspondió a aquello con un nuevo esbozo de suma despreocupación, negando sutilmente con la cabeza.

En ese momento no había mucho para decir, ya que, cualquier cosa que saliera de sus labios, solo sería escarbar más en la herida, eso lo sabía perfectamente. Así que luego de que su palma fue besada, esa misma mano, con suma delicadeza, se paseó por la mejilla del mayor, en una suave y cariñosa caricia, para instantes después limpiar con su pulgar las gotas que caían por ese lado de su rostro.-
*Es tan sólo ver aquella sonrisa, ese gesto de genuina alegría por verlo, como si este no hubiese hecho nada, como si no lo hubiera lastimado casi al punto de matarlo; que, sin saber por que, el dolor que oprime su pecho termina por quebrarlo, de manera completamente involuntaria, arrebatándole toda dureza que termina por caer de rodillas frente al pelirrojo y, de la misma manera, romper en llanto, sollozando.* ¡Perdóname!

*Casi, de manera desesperada, entre sollozos, toma una mano del chico, son suavidad, pero a la vez con ansiedad, besando el dorso después. Todo, bajo la mirada atenta y melancólica, pero serena de la chica allí presente.*
HC1564418 · M
-Notó como la mujer se puso firme a sus exigencias, no entendía muy bien la situación, quien era ella y porque trataba así al Rey pero aún así, optó por mantenerse en silencio en todo ese rato. Solo quedaba esperar a que nuevamente el Monarca regrese al lugar. En ese tiempo, el joven mantuvo su vista en los alrededores, detallando cada rincón de ese recinto con bastante nostalgia, puesto que no se parecía para nada a lo que se había acostumbrado en ese tiempo viviendo en el castillo. Aunque si se preguntaba como era que llegó allí y donde se encontraba exactamente, quizás en otro momento preguntaría.

Por fin ese ansiado momento había llegado, el simple hecho de escuchar la puerta sonar fue más que suficiente para contentarlo demasiado, por lo que luego de unos instantes y tras divisar a su querido amo, solo le dedicó una alegre sonrisa, pese a todo ese mal estar que estaba viviendo.- Mi señor.
(...) habitación, toca con un aire más desesperado; a lo que la mujer, abre de nuevo, con su habitual tranquilidad, para, esa vez entrar por fin, para vislumbrar aún al chico, recostado boca abajo en el lecho.

Él sólo ver las heridas que, gracias a lo que las cubre, apenas se asoman, es suficiente para que una expresión de dolor agónico, se refleje en su semblante, de manera involuntaria.*
*Por supuesto que, a regañadientes regresó al castillo, para quitarse la armadura, limpiarse en el cuarto de baño, y colocarse ropa de su armario, no sin antes examinar la herida de su costado. Bastante grande en el inicio; sin embargo había logrado detener el sangrado con un vendaje improvisado, después de haberse suturado él mismo, en cuanto terminó aquello.

Una cicatriz más en su haber, ocasionada por aquella perra arfirus. En un momento no contó con que sería, no buena, muy buena con la espada; aunque fue lo único que se permitió subestimarla. En el instante, por instinto, la vio como un enemigo digno de él, y contra atacó con mayor astucia y brutalidad. La venció, y asesinó con ese coste.

Por supuesto, también hubo algunos contra tiempos, y espera a que el idiota del error corrija aquello, aún en las ruinas de aquella ciudad...

Cuando termina de asearse, sale del castillo, para regresar de nuevo a la torre, donde permanece aún el Petirrojo, y, al llegar a aquella (...)
HC1564418 · M
-Ese repentino sonido de la puerta lo irritó un poco por el mero hecho de que sus sentidos estaban bastantes agudizados, mucho más de lo habitual por haber permanecido dormido aquellos días, más solo manifestó una nueva mueca con su boca así como también frunció en ceño con algo de molestia, a pesar de eso no expuso queja alguna, solo necesitaba descansar un poco más, pero, temía de cerrar sus ojos y que otra vez caiga en ese letargo, él no lo sabía, no tenía conocimiento de que había descansado tanto tiempo, ya que se imaginó que solo fueron unas pocas horas, ese temor era producto de algo que ya había pasado, conocía su cuerpo y sabía perfectamente como actuaba, no obstante, no pasaría de nuevo, al menos no en ese estado, donde su vida ya no corría peligro.

Por supuesto que esa conversación con llamó su atención, el escuchar esa voz familiar de su señor, generó que un suave calor se expanda por su pecho. Anhelaba ver a la única persona a quien amaba, así que esperó.-
*De pronto, un llamado a la puerta, un tanto ansioso, se escucha y, aunque podría sobresaltar a cualquiera, la mujer reacciona tranquila, y acude a abrir la misma. Una vez abierta, el Monarca se apresura a entrar, sin embargo, es detenido por ella con la mano.* Antes te lavarás y vendrás sin todo ese metal encima, y a lo mejor tenga que curar eso...

*El Monarca, con la armadura aún puesta, luce bastante desarreglado, con sangre seca, manchando la misma, su rostro y cabello. Y, de la herida que probablemente habla la mujer, es un lugar en su costado izquierdo, donde parece estar manchada la indumentaria, de sangre que viene del interior de la misma, ya seca; a lo que el Rey responde a regañadientes.* No es nada. Un piquete de mosco...

Aún así te limpiarás primero

Bien...
*Responde en un rugido él, bastante irritado por las imposiciones.*

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