Duty before pleasure. [RP.]
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JB1535635 · F
Jenna observó a Emilia con una ceja enarcada, en el único atisbo de sospecha que iba a desplegar contra la pelirroja. Había algo en el tono del contenedor de Lilith que no encajaba. Como si ella estuviera sobre una superficie con capas y más capas por debajo. Caminar a ciegas era una condena, pero ¿hacerlo con la voz de Emilia guiándola? Una condena que estaba dispuesta a seguir sin importarle donde acabara:— De todas formas, Dalia —¡y si es que así se llamaba esa cazadora en realidad!— nunca fue la más disimulada en la asociación —había algo molesto de alguien inmiscuyéndose en las discusiones que Jenna tenía con Salias. La mirada azul de la reencarnada se cruzó con la de la cazadora.
Jenna sonrió y eso fue todo.
Alguien pensaría que con el tamaño que la reencarnada se manejaba, sería difícil mantener su terreno en una pelea; sin embargo, Jenna había encontrado en su tamaño dos ventajas: velocidad y agilidad. Solo era cuestión de entremezclar un par de trucos con estas y he ahí estaban los resultados: un salto de terraza a terraza. Rodó en su aterrizaje para evadir el proyectil de plata y el siguiente lo atrapó con su izquierda. No disimuló su satisfacción, tampoco los jadeos por un cansancio prematuro, pero sí que colocó los ojos en blanco cuando la arqueadora la apuntó con una sonrisa—. No lo disfrutes tanto —un ademán de cabeza en dirección a Emilia y la otra cazadora. Así como a Jenna le dolían todas sus extremidades, lo mismo sería para la condenada.
La cazadora respondió con tres flechas en su dirección. Una evadida, otra que le dejó un corte a la altura de su cintura y la última al suelo cuando la atrapó con las cadenas. Jenna no perdió tiempo y volvió a saltar. Destellos oscuros subiendo por sus piernas hasta el centro de su pecho donde finalmente se liberaron en una onda que le sirvió de impulso para llegar hacia la terraza de la cazadora. Bruscamente rodó sobre el suelo y se quedó a esa altura para lanzar las cadenas hacia el tobillo de la contraria. Estos se enredaron en este y con un tirón la llevó al suelo. Su propio pecho subía y bajaba por el esfuerzo, por el pequeño truco con la energía oscura demoniaca. Segundos que corrían y Jenna tenía que seguirles el ritmo. La reencarnada se reincorporó del suelo, ubicó el arco y realizó el mismo truco solo para que en el último instante se enrollaran alrededor de la muñeca de la mujer que volvía a recobrar el aliento y se movía con rapidez—. ¿A qué le tienes miedo? —se mofó la muchacha con una pequeña sonrisa antes de tirar agresivamente.
No lo suficiente como para quebrarle la muñeca, pero sí para desaparecer la distancia. Una arquera y la ausencia de esta era una muerta.
—Y yo que creí que estabas más ocupada lamentándote en las esquinas —la cazadora habló y le propinó una patada a la reencarnada en uno de sus costados. Otro jadeo. Sorpresa y enojo. Jenna ahora la despreciaba más. No solo se había inmiscuido en sus discusiones con el nigromante, sino también la había seguido cuando el dolor de la pérdida la superaba—. Cállate —siseó, reticente a volver a esa esquina.
Pero lo hizo, solo que de una manera un poco diferente cuando el dolor fue un catalizador del enojo. Ambas dejaron sus armas a un lado. Había algo más primario y emocionante cuando los golpes llegaban en la misma proporción que los lanzaba. Había algo en el forcejeo de su antebrazo con los puñetes de la contraria. Había algo en perder el equilibrio solo para tomar ventaja del ángulo y propinar una patada al pecho de la contraria. Jenna detuvo algunos golpes, recibió otros y el último que le llegó en toda su espalda la mandó de bruces al suelo. Escupió al suelo mientras que la otra se retiraba dos dagas curvadas de ambos costados. Sus dedos se encerraron sobre los palmas, se levantó con rapidez y con una patada mandó a volar una de las dagas curvas. Jenna sin armas y la cazadora con una daga que había cortado tantos círculos viciosos—. Tu cabeza irá con el resto de tus condenados.
No fue necesario completar el nombre. Samael. El progenitor de los reencarnados más impulsivos. El padre de Caín. El que había encontrado en Jenna, y todas sus vidas anteriores, al contenedor perfecto, esperando el momento para desatarse en una nueva catástrofe. Esa noche no era una de esas. El asunto era de Jenna y su sed de darle un giro a esas palabras:— ¿Esa es tu mejor oferta? — ¿Cómo abandonar su sentido del humor? Si estaba tan arraigado a sus raíces como el demonio en su interior. Jenna sonrió cuando la cazadora se abalanzó hacia ella con el resplandor de la hoja como único indicador que todo estaba pronto a finalizar. Mentiría si dijera que no se estaba divirtiendo conforme cambiaba el rumbo del filo de su cuello hacia el contrario. La horrorizada sorpresa, los contados latidos, la voz de Emilia.
Acércate hasta cortarle el cuello de un tajo.
No habían buenos en esta historia.
Jenna sonrió y eso fue todo.
Alguien pensaría que con el tamaño que la reencarnada se manejaba, sería difícil mantener su terreno en una pelea; sin embargo, Jenna había encontrado en su tamaño dos ventajas: velocidad y agilidad. Solo era cuestión de entremezclar un par de trucos con estas y he ahí estaban los resultados: un salto de terraza a terraza. Rodó en su aterrizaje para evadir el proyectil de plata y el siguiente lo atrapó con su izquierda. No disimuló su satisfacción, tampoco los jadeos por un cansancio prematuro, pero sí que colocó los ojos en blanco cuando la arqueadora la apuntó con una sonrisa—. No lo disfrutes tanto —un ademán de cabeza en dirección a Emilia y la otra cazadora. Así como a Jenna le dolían todas sus extremidades, lo mismo sería para la condenada.
La cazadora respondió con tres flechas en su dirección. Una evadida, otra que le dejó un corte a la altura de su cintura y la última al suelo cuando la atrapó con las cadenas. Jenna no perdió tiempo y volvió a saltar. Destellos oscuros subiendo por sus piernas hasta el centro de su pecho donde finalmente se liberaron en una onda que le sirvió de impulso para llegar hacia la terraza de la cazadora. Bruscamente rodó sobre el suelo y se quedó a esa altura para lanzar las cadenas hacia el tobillo de la contraria. Estos se enredaron en este y con un tirón la llevó al suelo. Su propio pecho subía y bajaba por el esfuerzo, por el pequeño truco con la energía oscura demoniaca. Segundos que corrían y Jenna tenía que seguirles el ritmo. La reencarnada se reincorporó del suelo, ubicó el arco y realizó el mismo truco solo para que en el último instante se enrollaran alrededor de la muñeca de la mujer que volvía a recobrar el aliento y se movía con rapidez—. ¿A qué le tienes miedo? —se mofó la muchacha con una pequeña sonrisa antes de tirar agresivamente.
No lo suficiente como para quebrarle la muñeca, pero sí para desaparecer la distancia. Una arquera y la ausencia de esta era una muerta.
—Y yo que creí que estabas más ocupada lamentándote en las esquinas —la cazadora habló y le propinó una patada a la reencarnada en uno de sus costados. Otro jadeo. Sorpresa y enojo. Jenna ahora la despreciaba más. No solo se había inmiscuido en sus discusiones con el nigromante, sino también la había seguido cuando el dolor de la pérdida la superaba—. Cállate —siseó, reticente a volver a esa esquina.
Pero lo hizo, solo que de una manera un poco diferente cuando el dolor fue un catalizador del enojo. Ambas dejaron sus armas a un lado. Había algo más primario y emocionante cuando los golpes llegaban en la misma proporción que los lanzaba. Había algo en el forcejeo de su antebrazo con los puñetes de la contraria. Había algo en perder el equilibrio solo para tomar ventaja del ángulo y propinar una patada al pecho de la contraria. Jenna detuvo algunos golpes, recibió otros y el último que le llegó en toda su espalda la mandó de bruces al suelo. Escupió al suelo mientras que la otra se retiraba dos dagas curvadas de ambos costados. Sus dedos se encerraron sobre los palmas, se levantó con rapidez y con una patada mandó a volar una de las dagas curvas. Jenna sin armas y la cazadora con una daga que había cortado tantos círculos viciosos—. Tu cabeza irá con el resto de tus condenados.
No fue necesario completar el nombre. Samael. El progenitor de los reencarnados más impulsivos. El padre de Caín. El que había encontrado en Jenna, y todas sus vidas anteriores, al contenedor perfecto, esperando el momento para desatarse en una nueva catástrofe. Esa noche no era una de esas. El asunto era de Jenna y su sed de darle un giro a esas palabras:— ¿Esa es tu mejor oferta? — ¿Cómo abandonar su sentido del humor? Si estaba tan arraigado a sus raíces como el demonio en su interior. Jenna sonrió cuando la cazadora se abalanzó hacia ella con el resplandor de la hoja como único indicador que todo estaba pronto a finalizar. Mentiría si dijera que no se estaba divirtiendo conforme cambiaba el rumbo del filo de su cuello hacia el contrario. La horrorizada sorpresa, los contados latidos, la voz de Emilia.
Acércate hasta cortarle el cuello de un tajo.
No habían buenos en esta historia.
JB1535635 · F
─────Terraza, de noche. 2/2
Pero también era la que no se pensaba mucho todo antes de lanzar las armas al suelo y levantar las manos en rendición solo, y solo, cuando se trataba de alguien que lo valiera. Y esto era, prácticamente, imposible de lograr. Excepto, claro, cuando se trataba de Emilia y ese rictus de aparente tranquilidad cuando Jenna sabía que dentro seguro tenía una bonita tormenta desatándose. A ella le habían enseñado embotellar todo eso. Bane todos los días maldecía a aquellos que la habían moldeado así. Ojalá hubiera llegado antes a la asociación. Ojalá Emilia hubiera podido correr con más rapidez antes de que el carcelero diera con ella. Todos unos escenarios hipotéticos, pero que hubieran sido interesantes de explorar—. Lo siento —ya no bostezaba, tampoco la miraba de reojo como si estuviera presenciando un explosivo en cuenta regresiva. Estaba observando a Emilia, empujando a un lado a Abel, Cordelia, el recipiente de Lilith y tantos nombres más. A veces era difícil incluso para ella separar tantas vidas, tantos nombres, tantos títulos. A veces era como observarla y recordar a la pecosa que la había envuelto en un abrazo lleno de calidez y un olor a rosas.
Jenna elevó una de las comisuras de sus labios en una pequeña sonrisa cómplice, esa que esperaba que picara un poco a Emilia para que se dejara de esas formalidades que la propia repudiaba con mucho esmero—. Y antes de que digas que no sabes de qué estoy hablando... también no lo sé, pero tú no la tienes fácil y no creo que alguien se tome la molestia de disculparse por eso. Así que... —se encogió de hombros— aquí me tienes para eso —eso era todo. Inconscientemente, buscó enderezarse un poco, como si su cuerpo buscara de alguna manera compensar lo que fuera que hubiera hecho adoptando un porte que el recipiente de Samael debería lucir en todo momento. Esto le ayudó a acentuar no solo su figura, sino también sus sentidos cuando frunció el ceño y se volteó. El sonido de las cadenas chocando con el suelo, su brazo derecho flexionándose hacia adelante, el resplandor de la hoja de la guadaña conforme cortaba el aire para que chocara con la punta platinada de una flecha. La hoja de la guadaña terminó su trayecto cuando se incrustó en el suelo y la reencarnada desvió la atención hacia el proyectil plateado que descansaba en una de las esquinas de esa terraza.
—Si quieres matar a alguien, puedes empezar con esas dos —indicó la eterna conforme su mirada azul enfocaba a dos figuras que se encontraban a dos terrazas de distancia. La figura de la izquierda era inconfundible: era la misma rastreadora que la había perseguido el día anterior. De repente, la indiferencia a su presencia se transformó en algo totalmente diferente. Porque ahora, mucho más que querer regresar a la suavidad de sus sábanas, a Jenna se le apetecía un baño con agua tibia mientras se retiraba los rastros de sangre de una cazadora a la que le había hecho el favor de cortar su ciclo vicioso de reencarnación. En una señal de respeto silenciosa al recipiente de Lilith, sabedora de lo tácticos y astutos que podían ser, Jenna esperó las indicaciones de la pelirroja. En ese momento, Emilia podría decirle que se fueran a una persecución de terraza a terraza y la rizada no dudaría en lanzarse hacia el otro techo con todo el vigor y confianza que poseía en sus propias habilidades. Intercambió una mirada con ella, expectante.
A dos terrazas de distancia, la segunda figura volvió a apuntar hacia ellas.
Pero también era la que no se pensaba mucho todo antes de lanzar las armas al suelo y levantar las manos en rendición solo, y solo, cuando se trataba de alguien que lo valiera. Y esto era, prácticamente, imposible de lograr. Excepto, claro, cuando se trataba de Emilia y ese rictus de aparente tranquilidad cuando Jenna sabía que dentro seguro tenía una bonita tormenta desatándose. A ella le habían enseñado embotellar todo eso. Bane todos los días maldecía a aquellos que la habían moldeado así. Ojalá hubiera llegado antes a la asociación. Ojalá Emilia hubiera podido correr con más rapidez antes de que el carcelero diera con ella. Todos unos escenarios hipotéticos, pero que hubieran sido interesantes de explorar—. Lo siento —ya no bostezaba, tampoco la miraba de reojo como si estuviera presenciando un explosivo en cuenta regresiva. Estaba observando a Emilia, empujando a un lado a Abel, Cordelia, el recipiente de Lilith y tantos nombres más. A veces era difícil incluso para ella separar tantas vidas, tantos nombres, tantos títulos. A veces era como observarla y recordar a la pecosa que la había envuelto en un abrazo lleno de calidez y un olor a rosas.
Jenna elevó una de las comisuras de sus labios en una pequeña sonrisa cómplice, esa que esperaba que picara un poco a Emilia para que se dejara de esas formalidades que la propia repudiaba con mucho esmero—. Y antes de que digas que no sabes de qué estoy hablando... también no lo sé, pero tú no la tienes fácil y no creo que alguien se tome la molestia de disculparse por eso. Así que... —se encogió de hombros— aquí me tienes para eso —eso era todo. Inconscientemente, buscó enderezarse un poco, como si su cuerpo buscara de alguna manera compensar lo que fuera que hubiera hecho adoptando un porte que el recipiente de Samael debería lucir en todo momento. Esto le ayudó a acentuar no solo su figura, sino también sus sentidos cuando frunció el ceño y se volteó. El sonido de las cadenas chocando con el suelo, su brazo derecho flexionándose hacia adelante, el resplandor de la hoja de la guadaña conforme cortaba el aire para que chocara con la punta platinada de una flecha. La hoja de la guadaña terminó su trayecto cuando se incrustó en el suelo y la reencarnada desvió la atención hacia el proyectil plateado que descansaba en una de las esquinas de esa terraza.
—Si quieres matar a alguien, puedes empezar con esas dos —indicó la eterna conforme su mirada azul enfocaba a dos figuras que se encontraban a dos terrazas de distancia. La figura de la izquierda era inconfundible: era la misma rastreadora que la había perseguido el día anterior. De repente, la indiferencia a su presencia se transformó en algo totalmente diferente. Porque ahora, mucho más que querer regresar a la suavidad de sus sábanas, a Jenna se le apetecía un baño con agua tibia mientras se retiraba los rastros de sangre de una cazadora a la que le había hecho el favor de cortar su ciclo vicioso de reencarnación. En una señal de respeto silenciosa al recipiente de Lilith, sabedora de lo tácticos y astutos que podían ser, Jenna esperó las indicaciones de la pelirroja. En ese momento, Emilia podría decirle que se fueran a una persecución de terraza a terraza y la rizada no dudaría en lanzarse hacia el otro techo con todo el vigor y confianza que poseía en sus propias habilidades. Intercambió una mirada con ella, expectante.
A dos terrazas de distancia, la segunda figura volvió a apuntar hacia ellas.
JB1535635 · F
─────Terraza, de noche. 1/2
Enrolló la cadena en su brazo derecho y luego observó a Emilia de reojo. Lo sopesó por dos segundos. Entonces, bostezó. ¡Y con ganas! ¡Y sonoramente, de paso! Jenna todavía podía sentir las crueles consecuencias de que la pelirroja hubiera decidido levantarla a media madrugada por quien sabía qué. Lo único que la rizada sabía era que a la recipiente de Lilith a veces se le cruzaban los cables y a la propia le tocaba estar como destino, lista para recibir lo que fuera que le lanzara. Esa madrugada había sido agua. Agua en toda su cara y cabello y como si esta hubiera sido bendita, Jenna no había tardado en gritar. Con brusquedad se había retirado el artilugio que escondía su arma y cuando apuntó el filo de la hoja en dirección del desdichado o desdichada, este solo había encontrado el cuello de Abel que, para colmo de males, la observaba impasible. Como si no tuviera al mismísimo Caín listo para repetir el trágico asesinato de esa y otras vidas. No contenta con ello, Emilia le había dado una orden: «Vamos»
Su abuela iba a ir.
—Yo te dije que sería inútil —rompió el silencio de la vigilancia mientras que bostezaba y volvía a sentenciar algo que había dicho desde la mañana que habían salido de su departamento en Bristol—. Es una de las rastreadoras de Isis, Emilia. Ayer fue casi imposible sacarla de mi encima y por más que me gusta una buena persecución, esta dejó de ser divertida como cinco saltos después. Recuerdo que empezó en un concierto ahí en Brisbane... y tuve que llegar hasta el desierto de Kalahari. ¡Ni eso la detuvo! ¡Ni eso! No sé cómo demonios las entrenan, pero me persiguió más saltos en el mapa que cualquier otra de esas condenadas —de hecho, la reencarnada no le estaba dando el crédito suficiente a la bellator: aquella cazadora la había obligado a utilizar su portal siete veces, no cinco. Para el momento que pudo perderla, lo único que Caín pudo hacer fue dar un salto más, pero hacia su cama. Allí había quedado inconsciente... hasta que su queridísima compañera de piso la había interrumpido de un sueño recuperador de energía.
¿Que si tenía una lista de por qué estaba molesta? Podría decirse.
En primer lugar, estaban sus planes frustrados del día anterior. Si su menudo cuerpo pudiera resistir más viajes en portales que la media, Jenna sería una eterna satisfecha. Y, de hecho, lo hacía. Bane podía movilizarse alrededor del mapa hasta en seis oportunidades. Rose consumía su energía de una manera inteligente y las arcadas eran casi imperceptibles. Sin embargo, seis saltos alrededor del mundo no eran suficientes para la rizada. Mucho menos cuando los gastaba en un frustrante intento por liberarse de una cazadora. Así que todo lo que había planeado el día anterior había quedado arruinado. Apenas y recordaba la tercera canción que había escuchado en ese concierto de Brisbane. En segundo lugar, la misma Decker que había tenido la osadía de despertarla y hasta ese momento no le decía por qué. Mucho más que estar molesta por haber caminado en la cuerda floja que separaba la vida y la muerte con una bellator, Jenna estaba más indignada por esa interrupción a su sueño. Ella, la que podía darse el lujo de dormir hasta el medio día y aún así proclamar que en algún lugar del mundo recién estaba amaneciendo.
En tercer lugar, y menos importante para ella, era la misma cazadora que era el objetivo de esa reunión del recipiente de Samael y Lilith. Apoyó los codos sobre el barandal de esa terraza que pertenecía a esa ciudad de ese país que no recordaba. Bane podría haber dejado a esa reencarnada escapar con el sabor agridulce de que Caín se le hubiera escapado de las manos, pero Abel parecía más empedernido en esa empresa de cortar el ciclo vicioso de la asesina de reencarnados. Y sospechaba que tenía que ver más con un tema personal que la propia osadía de que casi atraparan al hermano de su primer vida. Fue ahí donde Jenna frunció el ceño. ¿Sería que algo había pasado mientras ella andaba perdida por el mapa? Solo habían sido como unas trece horas fuera de casa. Trece horas que podrían ser suficientes para que Zhar molestara a Emilia. Trece horas que podrían ser prometedoras para que Francis encontrara la manera de quedar como un mayor idiota de lo que (ya) era. Trece horas que el hermanastro de la pelirroja podría utilizar a su favor para florecer vidas pasadas en la otra eterna haciendo un terrible combinado de emociones que, sinceramente, no sacaban lo mejor de cada uno. Trece horas donde Jenna se había perdido de todas esas posibilidades y que había decidido ignorar por su propia superficial y ciertamente tonta lista de molestias. Exhaló con lentitud.
Podrían decir lo que quisieran de ella; sin embargo, solo la rizada tenía en claro —en su mayoría— de quién era. Y Jenna era la que podía explotar con más facilidad, alzar las armas con más entusiasmo y buscar traer el infierno a la tierra con más ahínco.
Enrolló la cadena en su brazo derecho y luego observó a Emilia de reojo. Lo sopesó por dos segundos. Entonces, bostezó. ¡Y con ganas! ¡Y sonoramente, de paso! Jenna todavía podía sentir las crueles consecuencias de que la pelirroja hubiera decidido levantarla a media madrugada por quien sabía qué. Lo único que la rizada sabía era que a la recipiente de Lilith a veces se le cruzaban los cables y a la propia le tocaba estar como destino, lista para recibir lo que fuera que le lanzara. Esa madrugada había sido agua. Agua en toda su cara y cabello y como si esta hubiera sido bendita, Jenna no había tardado en gritar. Con brusquedad se había retirado el artilugio que escondía su arma y cuando apuntó el filo de la hoja en dirección del desdichado o desdichada, este solo había encontrado el cuello de Abel que, para colmo de males, la observaba impasible. Como si no tuviera al mismísimo Caín listo para repetir el trágico asesinato de esa y otras vidas. No contenta con ello, Emilia le había dado una orden: «Vamos»
Su abuela iba a ir.
—Yo te dije que sería inútil —rompió el silencio de la vigilancia mientras que bostezaba y volvía a sentenciar algo que había dicho desde la mañana que habían salido de su departamento en Bristol—. Es una de las rastreadoras de Isis, Emilia. Ayer fue casi imposible sacarla de mi encima y por más que me gusta una buena persecución, esta dejó de ser divertida como cinco saltos después. Recuerdo que empezó en un concierto ahí en Brisbane... y tuve que llegar hasta el desierto de Kalahari. ¡Ni eso la detuvo! ¡Ni eso! No sé cómo demonios las entrenan, pero me persiguió más saltos en el mapa que cualquier otra de esas condenadas —de hecho, la reencarnada no le estaba dando el crédito suficiente a la bellator: aquella cazadora la había obligado a utilizar su portal siete veces, no cinco. Para el momento que pudo perderla, lo único que Caín pudo hacer fue dar un salto más, pero hacia su cama. Allí había quedado inconsciente... hasta que su queridísima compañera de piso la había interrumpido de un sueño recuperador de energía.
¿Que si tenía una lista de por qué estaba molesta? Podría decirse.
En primer lugar, estaban sus planes frustrados del día anterior. Si su menudo cuerpo pudiera resistir más viajes en portales que la media, Jenna sería una eterna satisfecha. Y, de hecho, lo hacía. Bane podía movilizarse alrededor del mapa hasta en seis oportunidades. Rose consumía su energía de una manera inteligente y las arcadas eran casi imperceptibles. Sin embargo, seis saltos alrededor del mundo no eran suficientes para la rizada. Mucho menos cuando los gastaba en un frustrante intento por liberarse de una cazadora. Así que todo lo que había planeado el día anterior había quedado arruinado. Apenas y recordaba la tercera canción que había escuchado en ese concierto de Brisbane. En segundo lugar, la misma Decker que había tenido la osadía de despertarla y hasta ese momento no le decía por qué. Mucho más que estar molesta por haber caminado en la cuerda floja que separaba la vida y la muerte con una bellator, Jenna estaba más indignada por esa interrupción a su sueño. Ella, la que podía darse el lujo de dormir hasta el medio día y aún así proclamar que en algún lugar del mundo recién estaba amaneciendo.
En tercer lugar, y menos importante para ella, era la misma cazadora que era el objetivo de esa reunión del recipiente de Samael y Lilith. Apoyó los codos sobre el barandal de esa terraza que pertenecía a esa ciudad de ese país que no recordaba. Bane podría haber dejado a esa reencarnada escapar con el sabor agridulce de que Caín se le hubiera escapado de las manos, pero Abel parecía más empedernido en esa empresa de cortar el ciclo vicioso de la asesina de reencarnados. Y sospechaba que tenía que ver más con un tema personal que la propia osadía de que casi atraparan al hermano de su primer vida. Fue ahí donde Jenna frunció el ceño. ¿Sería que algo había pasado mientras ella andaba perdida por el mapa? Solo habían sido como unas trece horas fuera de casa. Trece horas que podrían ser suficientes para que Zhar molestara a Emilia. Trece horas que podrían ser prometedoras para que Francis encontrara la manera de quedar como un mayor idiota de lo que (ya) era. Trece horas que el hermanastro de la pelirroja podría utilizar a su favor para florecer vidas pasadas en la otra eterna haciendo un terrible combinado de emociones que, sinceramente, no sacaban lo mejor de cada uno. Trece horas donde Jenna se había perdido de todas esas posibilidades y que había decidido ignorar por su propia superficial y ciertamente tonta lista de molestias. Exhaló con lentitud.
Podrían decir lo que quisieran de ella; sin embargo, solo la rizada tenía en claro —en su mayoría— de quién era. Y Jenna era la que podía explotar con más facilidad, alzar las armas con más entusiasmo y buscar traer el infierno a la tierra con más ahínco.
| Sabes, el otro día miraba una porno e inesperadamente vino a mí el recuerdo de una dulce chica compartiéndome enlaces... de calidad, que pudiera disfrutar de noche. O por las mañanas o tardes, da igual. Creo que es una terrible manera de empezar una conversación después de tanto tiempo, pero es algo que espontáneamente despertó la mayor nostalgia en un principio. Después, por supuesto, extrañé aquellas incesantes conversaciones que manteníamos todo el tiempo. Las risas, el coqueteo, nuestras quejas. Más mías que tuyas, temo decir. Y lo extraño todo, absolutamente todo.
Lamento mucho mi ausencia, bastante, y aunque no quisiera darte por sentado, de alguna manera estoy tranquilo porque sé que siempre hallamos la forma de encontrarnos uno al otro y retomar nuestras conversaciones como si no hubieran pasado semanas, meses e incluso años. Atesoro mucho ello, atesoro mucho nuestra amistad y espero suceda así en un futuro cercano.
Mi intención era volver antes, desearte felicidad, éxito, salud, aquello que es importante. Pero ya ves que Paris incluso tiene sus defectos (¿Quién lo diría, no? Jaja) En fin, no sé hasta cuando toleres el "Más vale tarde que nunca" pero espero que aún tenga valor. Te adoro, Emilia. Y todos los días ruego que me corran del trabajo para volver a tener tiempo que dedicarte a ti... (Hmm, el universo tiene que entender que que realmente no ruego por quedarme sin empleo porque la paga es buena and I look hot af with a suit on. Pero bien es cierto el que ruego tener tiempo para actualizarnos respecto a lo que ha pasado con ambos).
Lamento mucho mi ausencia, bastante, y aunque no quisiera darte por sentado, de alguna manera estoy tranquilo porque sé que siempre hallamos la forma de encontrarnos uno al otro y retomar nuestras conversaciones como si no hubieran pasado semanas, meses e incluso años. Atesoro mucho ello, atesoro mucho nuestra amistad y espero suceda así en un futuro cercano.
Mi intención era volver antes, desearte felicidad, éxito, salud, aquello que es importante. Pero ya ves que Paris incluso tiene sus defectos (¿Quién lo diría, no? Jaja) En fin, no sé hasta cuando toleres el "Más vale tarde que nunca" pero espero que aún tenga valor. Te adoro, Emilia. Y todos los días ruego que me corran del trabajo para volver a tener tiempo que dedicarte a ti... (Hmm, el universo tiene que entender que que realmente no ruego por quedarme sin empleo porque la paga es buena and I look hot af with a suit on. Pero bien es cierto el que ruego tener tiempo para actualizarnos respecto a lo que ha pasado con ambos).
| Jaja aunque es válida tu sospecha, créeme cuando te digo que mis palabras son ciertas. Ultimamente mis deseos por volver han crecido, esperemos no sea víctima de la desidia nuevamente.
Sin duda, la única. I really miss talking to you and reminding you of everything I would like to do to you.
Sin duda, la única. I really miss talking to you and reminding you of everything I would like to do to you.
| Justo de lo que más peco, pero no hay de otra.
¿Qué dices? Siempre me acuerdo de mi Helena, nunca dejas mi mente, incluso por esta misma razón la culpa hace que demore aún más mi regreso. A mí también me hacen falta, confío en que pronto podamos retomarlas.
Me conoces tan bien.
¿Qué dices? Siempre me acuerdo de mi Helena, nunca dejas mi mente, incluso por esta misma razón la culpa hace que demore aún más mi regreso. A mí también me hacen falta, confío en que pronto podamos retomarlas.
Me conoces tan bien.
| Eso y la esperanza de que algún día de verdad exista una conclusión que venga del mismo autor.
Justo porque sé dónde contactarte es que vine aquí. Por alguna razón la sola idea de abrir mi cuenta en FB me produce fatiga. Y yo a ti, Helena, no tienes una idea de cuánto. Me produce gran nostalgia recordar nuestras largas, largas pláticas.
Quizá esa fue mi intención desde el primer momento.
Justo porque sé dónde contactarte es que vine aquí. Por alguna razón la sola idea de abrir mi cuenta en FB me produce fatiga. Y yo a ti, Helena, no tienes una idea de cuánto. Me produce gran nostalgia recordar nuestras largas, largas pláticas.
Quizá esa fue mi intención desde el primer momento.
| Esperarla tanta para eso. Cuánta decepción.
¿Con qué cara me lo dices, mujer? Uno acá contando los días para que vuelvas y no corro con suerte.
Respecto a mí. Una mezcla de responsabilidades, algunas situaciones delicadas y sin ánimos de mentirte, gran parte flojera.
I need a new tattoo. Me carcome el deseo.
¿Con qué cara me lo dices, mujer? Uno acá contando los días para que vuelvas y no corro con suerte.
Respecto a mí. Una mezcla de responsabilidades, algunas situaciones delicadas y sin ánimos de mentirte, gran parte flojera.
I need a new tattoo. Me carcome el deseo.
| Después de tanto tiempo, me parece que lo único que puedo decir al respecto es mi veredicto; Final de mierda.
¿Qué te pareció a ti?
Voy a llevarlo a que se lo tatúe la espalda, por todo el trapecio. Y una encantadora serpiente que rodee su muñeca y suba por su brazo.
¿Qué te pareció a ti?
Voy a llevarlo a que se lo tatúe la espalda, por todo el trapecio. Y una encantadora serpiente que rodee su muñeca y suba por su brazo.
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