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Duty before pleasure. [RP.]
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JB1535635 · F
─────Terraza, de noche. 1/2

Enrolló la cadena en su brazo derecho y luego observó a Emilia de reojo. Lo sopesó por dos segundos. Entonces, bostezó. ¡Y con ganas! ¡Y sonoramente, de paso! Jenna todavía podía sentir las crueles consecuencias de que la pelirroja hubiera decidido levantarla a media madrugada por quien sabía qué. Lo único que la rizada sabía era que a la recipiente de Lilith a veces se le cruzaban los cables y a la propia le tocaba estar como destino, lista para recibir lo que fuera que le lanzara. Esa madrugada había sido agua. Agua en toda su cara y cabello y como si esta hubiera sido bendita, Jenna no había tardado en gritar. Con brusquedad se había retirado el artilugio que escondía su arma y cuando apuntó el filo de la hoja en dirección del desdichado o desdichada, este solo había encontrado el cuello de Abel que, para colmo de males, la observaba impasible. Como si no tuviera al mismísimo Caín listo para repetir el trágico asesinato de esa y otras vidas. No contenta con ello, Emilia le había dado una orden: «Vamos»

Su abuela iba a ir.

Yo te dije que sería inútil —rompió el silencio de la vigilancia mientras que bostezaba y volvía a sentenciar algo que había dicho desde la mañana que habían salido de su departamento en Bristol—. Es una de las rastreadoras de Isis, Emilia. Ayer fue casi imposible sacarla de mi encima y por más que me gusta una buena persecución, esta dejó de ser divertida como cinco saltos después. Recuerdo que empezó en un concierto ahí en Brisbane... y tuve que llegar hasta el desierto de Kalahari. ¡Ni eso la detuvo! ¡Ni eso! No sé cómo demonios las entrenan, pero me persiguió más saltos en el mapa que cualquier otra de esas condenadas —de hecho, la reencarnada no le estaba dando el crédito suficiente a la bellator: aquella cazadora la había obligado a utilizar su portal siete veces, no cinco. Para el momento que pudo perderla, lo único que Caín pudo hacer fue dar un salto más, pero hacia su cama. Allí había quedado inconsciente... hasta que su queridísima compañera de piso la había interrumpido de un sueño recuperador de energía.

¿Que si tenía una lista de por qué estaba molesta? Podría decirse.

En primer lugar, estaban sus planes frustrados del día anterior. Si su menudo cuerpo pudiera resistir más viajes en portales que la media, Jenna sería una eterna satisfecha. Y, de hecho, lo hacía. Bane podía movilizarse alrededor del mapa hasta en seis oportunidades. Rose consumía su energía de una manera inteligente y las arcadas eran casi imperceptibles. Sin embargo, seis saltos alrededor del mundo no eran suficientes para la rizada. Mucho menos cuando los gastaba en un frustrante intento por liberarse de una cazadora. Así que todo lo que había planeado el día anterior había quedado arruinado. Apenas y recordaba la tercera canción que había escuchado en ese concierto de Brisbane. En segundo lugar, la misma Decker que había tenido la osadía de despertarla y hasta ese momento no le decía por qué. Mucho más que estar molesta por haber caminado en la cuerda floja que separaba la vida y la muerte con una bellator, Jenna estaba más indignada por esa interrupción a su sueño. Ella, la que podía darse el lujo de dormir hasta el medio día y aún así proclamar que en algún lugar del mundo recién estaba amaneciendo.

En tercer lugar, y menos importante para ella, era la misma cazadora que era el objetivo de esa reunión del recipiente de Samael y Lilith. Apoyó los codos sobre el barandal de esa terraza que pertenecía a esa ciudad de ese país que no recordaba. Bane podría haber dejado a esa reencarnada escapar con el sabor agridulce de que Caín se le hubiera escapado de las manos, pero Abel parecía más empedernido en esa empresa de cortar el ciclo vicioso de la asesina de reencarnados. Y sospechaba que tenía que ver más con un tema personal que la propia osadía de que casi atraparan al hermano de su primer vida. Fue ahí donde Jenna frunció el ceño. ¿Sería que algo había pasado mientras ella andaba perdida por el mapa? Solo habían sido como unas trece horas fuera de casa. Trece horas que podrían ser suficientes para que Zhar molestara a Emilia. Trece horas que podrían ser prometedoras para que Francis encontrara la manera de quedar como un mayor idiota de lo que (ya) era. Trece horas que el hermanastro de la pelirroja podría utilizar a su favor para florecer vidas pasadas en la otra eterna haciendo un terrible combinado de emociones que, sinceramente, no sacaban lo mejor de cada uno. Trece horas donde Jenna se había perdido de todas esas posibilidades y que había decidido ignorar por su propia superficial y ciertamente tonta lista de molestias. Exhaló con lentitud.

Podrían decir lo que quisieran de ella; sin embargo, solo la rizada tenía en claro —en su mayoría— de quién era. Y Jenna era la que podía explotar con más facilidad, alzar las armas con más entusiasmo y buscar traer el infierno a la tierra con más ahínco.
 
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