Duty before pleasure. [RP.]
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JB1535635 · F
─────Terraza, de noche. 2/2
Pero también era la que no se pensaba mucho todo antes de lanzar las armas al suelo y levantar las manos en rendición solo, y solo, cuando se trataba de alguien que lo valiera. Y esto era, prácticamente, imposible de lograr. Excepto, claro, cuando se trataba de Emilia y ese rictus de aparente tranquilidad cuando Jenna sabía que dentro seguro tenía una bonita tormenta desatándose. A ella le habían enseñado embotellar todo eso. Bane todos los días maldecía a aquellos que la habían moldeado así. Ojalá hubiera llegado antes a la asociación. Ojalá Emilia hubiera podido correr con más rapidez antes de que el carcelero diera con ella. Todos unos escenarios hipotéticos, pero que hubieran sido interesantes de explorar—. Lo siento —ya no bostezaba, tampoco la miraba de reojo como si estuviera presenciando un explosivo en cuenta regresiva. Estaba observando a Emilia, empujando a un lado a Abel, Cordelia, el recipiente de Lilith y tantos nombres más. A veces era difícil incluso para ella separar tantas vidas, tantos nombres, tantos títulos. A veces era como observarla y recordar a la pecosa que la había envuelto en un abrazo lleno de calidez y un olor a rosas.
Jenna elevó una de las comisuras de sus labios en una pequeña sonrisa cómplice, esa que esperaba que picara un poco a Emilia para que se dejara de esas formalidades que la propia repudiaba con mucho esmero—. Y antes de que digas que no sabes de qué estoy hablando... también no lo sé, pero tú no la tienes fácil y no creo que alguien se tome la molestia de disculparse por eso. Así que... —se encogió de hombros— aquí me tienes para eso —eso era todo. Inconscientemente, buscó enderezarse un poco, como si su cuerpo buscara de alguna manera compensar lo que fuera que hubiera hecho adoptando un porte que el recipiente de Samael debería lucir en todo momento. Esto le ayudó a acentuar no solo su figura, sino también sus sentidos cuando frunció el ceño y se volteó. El sonido de las cadenas chocando con el suelo, su brazo derecho flexionándose hacia adelante, el resplandor de la hoja de la guadaña conforme cortaba el aire para que chocara con la punta platinada de una flecha. La hoja de la guadaña terminó su trayecto cuando se incrustó en el suelo y la reencarnada desvió la atención hacia el proyectil plateado que descansaba en una de las esquinas de esa terraza.
—Si quieres matar a alguien, puedes empezar con esas dos —indicó la eterna conforme su mirada azul enfocaba a dos figuras que se encontraban a dos terrazas de distancia. La figura de la izquierda era inconfundible: era la misma rastreadora que la había perseguido el día anterior. De repente, la indiferencia a su presencia se transformó en algo totalmente diferente. Porque ahora, mucho más que querer regresar a la suavidad de sus sábanas, a Jenna se le apetecía un baño con agua tibia mientras se retiraba los rastros de sangre de una cazadora a la que le había hecho el favor de cortar su ciclo vicioso de reencarnación. En una señal de respeto silenciosa al recipiente de Lilith, sabedora de lo tácticos y astutos que podían ser, Jenna esperó las indicaciones de la pelirroja. En ese momento, Emilia podría decirle que se fueran a una persecución de terraza a terraza y la rizada no dudaría en lanzarse hacia el otro techo con todo el vigor y confianza que poseía en sus propias habilidades. Intercambió una mirada con ella, expectante.
A dos terrazas de distancia, la segunda figura volvió a apuntar hacia ellas.
Pero también era la que no se pensaba mucho todo antes de lanzar las armas al suelo y levantar las manos en rendición solo, y solo, cuando se trataba de alguien que lo valiera. Y esto era, prácticamente, imposible de lograr. Excepto, claro, cuando se trataba de Emilia y ese rictus de aparente tranquilidad cuando Jenna sabía que dentro seguro tenía una bonita tormenta desatándose. A ella le habían enseñado embotellar todo eso. Bane todos los días maldecía a aquellos que la habían moldeado así. Ojalá hubiera llegado antes a la asociación. Ojalá Emilia hubiera podido correr con más rapidez antes de que el carcelero diera con ella. Todos unos escenarios hipotéticos, pero que hubieran sido interesantes de explorar—. Lo siento —ya no bostezaba, tampoco la miraba de reojo como si estuviera presenciando un explosivo en cuenta regresiva. Estaba observando a Emilia, empujando a un lado a Abel, Cordelia, el recipiente de Lilith y tantos nombres más. A veces era difícil incluso para ella separar tantas vidas, tantos nombres, tantos títulos. A veces era como observarla y recordar a la pecosa que la había envuelto en un abrazo lleno de calidez y un olor a rosas.
Jenna elevó una de las comisuras de sus labios en una pequeña sonrisa cómplice, esa que esperaba que picara un poco a Emilia para que se dejara de esas formalidades que la propia repudiaba con mucho esmero—. Y antes de que digas que no sabes de qué estoy hablando... también no lo sé, pero tú no la tienes fácil y no creo que alguien se tome la molestia de disculparse por eso. Así que... —se encogió de hombros— aquí me tienes para eso —eso era todo. Inconscientemente, buscó enderezarse un poco, como si su cuerpo buscara de alguna manera compensar lo que fuera que hubiera hecho adoptando un porte que el recipiente de Samael debería lucir en todo momento. Esto le ayudó a acentuar no solo su figura, sino también sus sentidos cuando frunció el ceño y se volteó. El sonido de las cadenas chocando con el suelo, su brazo derecho flexionándose hacia adelante, el resplandor de la hoja de la guadaña conforme cortaba el aire para que chocara con la punta platinada de una flecha. La hoja de la guadaña terminó su trayecto cuando se incrustó en el suelo y la reencarnada desvió la atención hacia el proyectil plateado que descansaba en una de las esquinas de esa terraza.
—Si quieres matar a alguien, puedes empezar con esas dos —indicó la eterna conforme su mirada azul enfocaba a dos figuras que se encontraban a dos terrazas de distancia. La figura de la izquierda era inconfundible: era la misma rastreadora que la había perseguido el día anterior. De repente, la indiferencia a su presencia se transformó en algo totalmente diferente. Porque ahora, mucho más que querer regresar a la suavidad de sus sábanas, a Jenna se le apetecía un baño con agua tibia mientras se retiraba los rastros de sangre de una cazadora a la que le había hecho el favor de cortar su ciclo vicioso de reencarnación. En una señal de respeto silenciosa al recipiente de Lilith, sabedora de lo tácticos y astutos que podían ser, Jenna esperó las indicaciones de la pelirroja. En ese momento, Emilia podría decirle que se fueran a una persecución de terraza a terraza y la rizada no dudaría en lanzarse hacia el otro techo con todo el vigor y confianza que poseía en sus propias habilidades. Intercambió una mirada con ella, expectante.
A dos terrazas de distancia, la segunda figura volvió a apuntar hacia ellas.