100+, F
Cᴀɴ ʏᴏᴜ ʜᴇᴀʀ ᴍᴇ﹖ Aʀᴇ ʏᴏᴜ ɴᴇᴀʀ ᴍᴇ﹖
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User1578608 · M
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LyannaPrakliaty · F
En el instante mismo en el que vio aparecer aquel pequeño animal, sabía de que se trataría lo siguiente. Le da el espacio necesario a su hermana para que proceda a placer y atenta mira sus acciones y las consecuencias de estas.
El sufrimiento del animalejo le podría causar pena a cualquiera, incluso a ella misma, pero no lo hace. Los labios de Lya se curvan formando una plácida y maliciosa sonrisa al percatarse de como rápida el virus se propaga y evoluciona para darle una muerte por demás dolorosa a su huésped.
—Interesante. Nuestro hermano ha mejorado muchísimo en sus pequeñas pócimas para jugar.
Posa el índice derecho casi tocando al pequeño animalito, o lo que queda de él y deja que un poquito de su energía se acumule en la yema de ese dedo hasta formar una pequeña esfera de un rojo intenso, la cual, transfiere al cuerpo del roedor, haciendo que al instante se prenda y comience a quemarse.
—Ven conmigo… tengo algo que seguramente te encantará. No te olvides de ese tesoro…
La albina se separa de aquel escritorio, dejando que ese pequeño cadáver se consuma rápidamente, sin importarle que hubiera algún riesgo o algo por el estilo. Cruza el umbral de la puerta, mirando por encima de su hombro para asegurarse de que Dominique la acompañe. Con paso tranquilo y elegante, la conduce por los pasillos de la mansión hasta llegar a la puerta del sótano principal.
Activa su llave de energía para abrir la misma y comienza a bajar por la escalera de madera gruesa, resistente y lustrosa, en unos instantes se encuentran ya a la entrada de las catacumbas debajo de la mansión, justo del lado contrario al que se encuentran las mazmorras. El sitio huele ligeramente a humedad, a pesar de verse totalmente limpio.
Es alumbrado a la antigua, con cirios que se van encendiendo al paso de las chicas gracias a la magia de Lyanna. Conforme se van internando en aquella zona de puertas u pasadizos tan lúgubres y tétricos, la sonrisa de Lyanna se amplía, parece una chiquilla con un juguete nuevo.
—Estoy casi segura de que estarás complacida de poder jugar con mis nuevos juguetes… — Murmura para Domi mientras se detiene ante una puerta enorme de metal reforzado. Coloca la palma de la mano sobre el ouroboros en el centro y susurra un par de palabras en aquel viejo lenguaje enoquiano. La serpiente cobra vida entre un ligero resplandor carmesí y se gira a la derecha abriendo la puerta para luego volver a su posición inmóvil.
Ella se detiene en el umbral de la puerta y le cede el paso a su hermana. El interior es de total oscuridad, pero no piensa encender la luz hasta que ambas estén dentro y la puerta cerrada, no quiere arruinar la sorpresa del momento.
El sufrimiento del animalejo le podría causar pena a cualquiera, incluso a ella misma, pero no lo hace. Los labios de Lya se curvan formando una plácida y maliciosa sonrisa al percatarse de como rápida el virus se propaga y evoluciona para darle una muerte por demás dolorosa a su huésped.
—Interesante. Nuestro hermano ha mejorado muchísimo en sus pequeñas pócimas para jugar.
Posa el índice derecho casi tocando al pequeño animalito, o lo que queda de él y deja que un poquito de su energía se acumule en la yema de ese dedo hasta formar una pequeña esfera de un rojo intenso, la cual, transfiere al cuerpo del roedor, haciendo que al instante se prenda y comience a quemarse.
—Ven conmigo… tengo algo que seguramente te encantará. No te olvides de ese tesoro…
La albina se separa de aquel escritorio, dejando que ese pequeño cadáver se consuma rápidamente, sin importarle que hubiera algún riesgo o algo por el estilo. Cruza el umbral de la puerta, mirando por encima de su hombro para asegurarse de que Dominique la acompañe. Con paso tranquilo y elegante, la conduce por los pasillos de la mansión hasta llegar a la puerta del sótano principal.
Activa su llave de energía para abrir la misma y comienza a bajar por la escalera de madera gruesa, resistente y lustrosa, en unos instantes se encuentran ya a la entrada de las catacumbas debajo de la mansión, justo del lado contrario al que se encuentran las mazmorras. El sitio huele ligeramente a humedad, a pesar de verse totalmente limpio.
Es alumbrado a la antigua, con cirios que se van encendiendo al paso de las chicas gracias a la magia de Lyanna. Conforme se van internando en aquella zona de puertas u pasadizos tan lúgubres y tétricos, la sonrisa de Lyanna se amplía, parece una chiquilla con un juguete nuevo.
—Estoy casi segura de que estarás complacida de poder jugar con mis nuevos juguetes… — Murmura para Domi mientras se detiene ante una puerta enorme de metal reforzado. Coloca la palma de la mano sobre el ouroboros en el centro y susurra un par de palabras en aquel viejo lenguaje enoquiano. La serpiente cobra vida entre un ligero resplandor carmesí y se gira a la derecha abriendo la puerta para luego volver a su posición inmóvil.
Ella se detiene en el umbral de la puerta y le cede el paso a su hermana. El interior es de total oscuridad, pero no piensa encender la luz hasta que ambas estén dentro y la puerta cerrada, no quiere arruinar la sorpresa del momento.
Shindobaddo · 31-35, M
— ¡Jajajaja!, "acosado por la muerte", no sé sí sentirme halagado o asustado, sí todos supieran la forma que tienes sentirían envidia de mi persona, pero por otro lado esas personas que ya has llevado a su terrible final estarían burlándose de mi fingida inocencia — Soltó a secas y esa mirada en él, mutó, pues mostró ese brillo de fiereza en aquellos ojos color miel que parecían infundar más poder conforme la oscuridad se entronaba del lugar, mientras eso sucedía le continuó escuchando—Eso suena como sí me quisiera suicidar o algo así, pero en ese caso querida Muerte, es algo que no está en mis planes por más dolor que tenga en mi interior, por más que el pasado y las muertes de mis camaradas me persiga de por vida, sé qué están en el flujo del rukh— comentó a secas esta vez, era lo que siempre se decía así mismo una realidad que asumía todas las mañanas tras abrir los ojos y ahora se preguntaba ¿cómo iba a vivir después de la próxima guerra?. A su mente llegaron tantos recuerdos, las palabras del Rey Rashid tan certeras que siempre golpeaban sin más el corazón de Sinbad, por momentos deseaba tanto hablarle.
Cuando la oscuridad se hizo participe del momento, la silueta que parecía formar parte de Sinbad se elevó detrás de él como una tercera persona, esta vez sus rasgos estaban más físicos y un poco más claros, era la clara prueba que estaba haciéndose más fuerte debido a la oscuridad que día tras día crecía en el interior del Rey. El ente fijó sus ojos de tonalidad azul espectral en ella y le dedicó una sonrisa, sí, se estaba burlando de ella y en sus narices.
Cuando la oscuridad se hizo participe del momento, la silueta que parecía formar parte de Sinbad se elevó detrás de él como una tercera persona, esta vez sus rasgos estaban más físicos y un poco más claros, era la clara prueba que estaba haciéndose más fuerte debido a la oscuridad que día tras día crecía en el interior del Rey. El ente fijó sus ojos de tonalidad azul espectral en ella y le dedicó una sonrisa, sí, se estaba burlando de ella y en sus narices.
LyannaPrakliaty · F
—Pandemia en Europa... — susurra para sí misma con la intensión de no interrumpir el relato que está escuchando. sin duda alguna con ese simple "título" su atención y curiosidad se vieron acrecentadas. Definitivamente volver a la mansión este día no fue una mala idea, de haberse quedado en otro sitio se había perdido de esta ponencia y tal vez retrasado un hecho importante.
De sobre el escritorio toma el afilado abrecartas color negro y juguetea con él entre sus dedos mientras escucha con atención las palabras de su hermana. El aburrimiento que había hallado un sitio a su lado, de inmediato fue ahuyentado por las emocionadas palabras de Dominique. Antes de que pudiera siquiera dar la primera respuesta, la joven continúa con la explicación de aquella aventura que tiene en mente y de la cual, se ha dado a la tarea de trazar el plan perfecto para su ejecución.
Coloca la punta del abrecartas sobre su labio inferior, en una expresión pensativa, aunque con la característica sonrisa maliciosa que normalmente muestra ante las posibilidades de una buena purga que le proveerá de cientos de almas que torturar.
—¡Kufufufu! Naberius, no sé por qué no me sorprende su participación en esta maquinación. Debo decir que últimamente había estado trayendo cosas bastante tranquilas, ahora comprendo la razón.
Juega picando sus dedos con la punta del abrecartas hasta hacerlos sangran un poco, uno a uno hasta que termina por aburrirse, pasa la hoja de dicho artefacto por su lengua, lamiendo la sangre que se le había impregnado y luego lo clava a su lado sobre la madera del fino escritorio. La expresión de su rostro denota su satisfacción con la idea de Domi.
—Por supuesto, dime todo lo que tengas y cómo quieres llevarlo a cabo. Así podremos hacerlo de inmediato.
De sobre el escritorio toma el afilado abrecartas color negro y juguetea con él entre sus dedos mientras escucha con atención las palabras de su hermana. El aburrimiento que había hallado un sitio a su lado, de inmediato fue ahuyentado por las emocionadas palabras de Dominique. Antes de que pudiera siquiera dar la primera respuesta, la joven continúa con la explicación de aquella aventura que tiene en mente y de la cual, se ha dado a la tarea de trazar el plan perfecto para su ejecución.
Coloca la punta del abrecartas sobre su labio inferior, en una expresión pensativa, aunque con la característica sonrisa maliciosa que normalmente muestra ante las posibilidades de una buena purga que le proveerá de cientos de almas que torturar.
—¡Kufufufu! Naberius, no sé por qué no me sorprende su participación en esta maquinación. Debo decir que últimamente había estado trayendo cosas bastante tranquilas, ahora comprendo la razón.
Juega picando sus dedos con la punta del abrecartas hasta hacerlos sangran un poco, uno a uno hasta que termina por aburrirse, pasa la hoja de dicho artefacto por su lengua, lamiendo la sangre que se le había impregnado y luego lo clava a su lado sobre la madera del fino escritorio. La expresión de su rostro denota su satisfacción con la idea de Domi.
—Por supuesto, dime todo lo que tengas y cómo quieres llevarlo a cabo. Así podremos hacerlo de inmediato.
Yuki2104 · F
—Ah... si, recuerdo haber estado cuando la Gran Depresión...
Respondió Yuki con evidente desinterés. Aunque recordaba claramente la cantidad de suicidios que tuvo que "asistir", fingía haber olvidado que conocía el lugar para dejarse guiar por Dominique y le mostrara sus planes. Entonces llegaron a la concurrida cafetería. El ambiente estaba inundado de los deliciosos aromas de la semilla del cafetal tostado y el pan recién horneado: uno de sus placeres mundanos, que no admitiría, quizás con el tiempo.
Guió la mirada haccia dónde le había indicado su hermana. Vio a la mujer cargando al infante y supo gracias a la energía que provee el santísimo a todos sus hijos, que dentro de ella tenía una vida más. Esto le causó cierto disgusto y no por el fatídico final al que estaban destinados, sino al desperdicio de tiempo y esfuerzo empleado en un feto que jamás vería la luz del día: envidia quizás...
Notaba la emoción en la voz de su hermana y esto de alguna manera le parecía entretenido. Conocía bien las bizarras predilecciones de Dominique pero nunca había sido invitar a presenciar alguna de ellas en el momento justo. Ignoró por completo al mesero, aunque imitó a su hermana al materializarse en aquel lugar, ahora vistiendo un vaporoso vestido de manta, parodiando a su manera, a los que sirven a la luz divina. Apoyó el codo derecho en la mesilla y la mejilla en la mano de este mismo brazo, para con semblante aburrido, presenciar la primera explosión. Todo voló por los aires, gritos, histeria, sangre. Los cristales del local cayeron hechos añicos. La fuerza expansiva de la explosión las alcanzó con una fuerte y cálido ventarrón que solo hizo volar las servilletas por los aires. Las ropas y los cabellos de las demonesas apenas si se agitó un poco, prueba inequívoca de que no pertenecían a este plano.
—Waaaaaah!!!
Exclamó Yuki, emocionada mientras se levantaba de su asiento. La silla cayó al suelo, a los pies del mesero que miraba atónito aquella escena. Una segunda explosión siguió a la primera y luego una tercera. Yuki festejaba la escena como una niña emocionada, mientras alzaba las manos al cielo.
—Este es el mejor regalo que he tenido! ¿Cómo supiste que amo los fuegos artificiales?
Respondió Yuki con evidente desinterés. Aunque recordaba claramente la cantidad de suicidios que tuvo que "asistir", fingía haber olvidado que conocía el lugar para dejarse guiar por Dominique y le mostrara sus planes. Entonces llegaron a la concurrida cafetería. El ambiente estaba inundado de los deliciosos aromas de la semilla del cafetal tostado y el pan recién horneado: uno de sus placeres mundanos, que no admitiría, quizás con el tiempo.
Guió la mirada haccia dónde le había indicado su hermana. Vio a la mujer cargando al infante y supo gracias a la energía que provee el santísimo a todos sus hijos, que dentro de ella tenía una vida más. Esto le causó cierto disgusto y no por el fatídico final al que estaban destinados, sino al desperdicio de tiempo y esfuerzo empleado en un feto que jamás vería la luz del día: envidia quizás...
Notaba la emoción en la voz de su hermana y esto de alguna manera le parecía entretenido. Conocía bien las bizarras predilecciones de Dominique pero nunca había sido invitar a presenciar alguna de ellas en el momento justo. Ignoró por completo al mesero, aunque imitó a su hermana al materializarse en aquel lugar, ahora vistiendo un vaporoso vestido de manta, parodiando a su manera, a los que sirven a la luz divina. Apoyó el codo derecho en la mesilla y la mejilla en la mano de este mismo brazo, para con semblante aburrido, presenciar la primera explosión. Todo voló por los aires, gritos, histeria, sangre. Los cristales del local cayeron hechos añicos. La fuerza expansiva de la explosión las alcanzó con una fuerte y cálido ventarrón que solo hizo volar las servilletas por los aires. Las ropas y los cabellos de las demonesas apenas si se agitó un poco, prueba inequívoca de que no pertenecían a este plano.
—Waaaaaah!!!
Exclamó Yuki, emocionada mientras se levantaba de su asiento. La silla cayó al suelo, a los pies del mesero que miraba atónito aquella escena. Una segunda explosión siguió a la primera y luego una tercera. Yuki festejaba la escena como una niña emocionada, mientras alzaba las manos al cielo.
—Este es el mejor regalo que he tenido! ¿Cómo supiste que amo los fuegos artificiales?
Shindobaddo · 31-35, M
Shindobaddo thinks you are Mysterious.
Shindobaddo · 31-35, M
Se quedó en blanco y un fuerte escalofrió le azotó la espina dorsal, de nuevo esa sensación y no solo eso aquella voz conocida de hace un par de días atrás, por ello regresó la vista a ella. — Tú, ¿Me estas persiguiendo?— Trató de bromear con aquella pregunta, pero lo más seguro era que ella estaba interesada en él, en su oscuridad y no solo eso en lo que David hacía con él.
Dicho eso desvió la mirada hacía el atardecer, a caída del sol sobre el inmenso mar que llamaba con esto la noche, las tinieblas y el frío, al menos en el puerto era así pues dentro de la ciudad el calor era palpable y agradable, ahora se sentía un poco curioso por la ropa que ella vestía, realmente era una experta en colarse entre los seres humanos, Sinbad sabía un poco que tipo de entidad era ella, no era de confiar ni mucho menos de bajar la guardia, no era elección, sin embargo la sentía tan familiar, tantas veces la había sentido tan cercana, que podía abrazarla y acabar con su sufrimiento sepultado en su cercanía. —¿A que debo tu majestuosa, o más bien oscura presencia?—
Dicho eso desvió la mirada hacía el atardecer, a caída del sol sobre el inmenso mar que llamaba con esto la noche, las tinieblas y el frío, al menos en el puerto era así pues dentro de la ciudad el calor era palpable y agradable, ahora se sentía un poco curioso por la ropa que ella vestía, realmente era una experta en colarse entre los seres humanos, Sinbad sabía un poco que tipo de entidad era ella, no era de confiar ni mucho menos de bajar la guardia, no era elección, sin embargo la sentía tan familiar, tantas veces la había sentido tan cercana, que podía abrazarla y acabar con su sufrimiento sepultado en su cercanía. —¿A que debo tu majestuosa, o más bien oscura presencia?—
LyannaPrakliaty · F
Recién se había sentado en la cómoda silla tras el escritorio, había estado toda la mañana en “casa” revisando alguna de las muchas que podría decir que son sus actividades favoritas en ese sitio: Castigar almas. Con el móvil en la mano, la albina se despoja de sus altas zapatillas y sube los pies en el escritorio. Revisa con rapidez los pendientes para el día siguiente, sonriendo por momentos al notar algunos agradables para su persona.
Los golpees en la puerta la hicieron mirar hacia el sitio y antes de que pueda responderle escucha la voz de su pequeña hermana. No es común recibir una visita de ella a esa hora sin embargo, no la había visto en todo el día así que se sorprendió del alivio que sentía al ver aproximarse a la pequeña maliciosa que, como casi siempre, ya está entrando en la habitación.
¡Ahh pero si es nada más y nada menos que la penuria de la humanidad!
Musita encantada al verla y con un movimiento de la diestra la invita a sentarse en el cómodo sofá, justo frente al escritorio que ella ocupa. Por su parte, se levanta de la silla y camina hacia ella solo para, darle un ligero jalón de cabello, como un cariño un tanto salvaje, y se vuelve, sentándose frente a ella pero esta vez sobre el antiguo y elegante escritorio de nogal color negro.
Un plan ¿eh? ¡Qué maravillosa noticia! Cuéntamelo todo.
Sabe de antemano que una idea de Dominique implica una enorme “travesura” por lo que el ofrecimiento le intriga y emociona al mismo tiempo.
Los golpees en la puerta la hicieron mirar hacia el sitio y antes de que pueda responderle escucha la voz de su pequeña hermana. No es común recibir una visita de ella a esa hora sin embargo, no la había visto en todo el día así que se sorprendió del alivio que sentía al ver aproximarse a la pequeña maliciosa que, como casi siempre, ya está entrando en la habitación.
¡Ahh pero si es nada más y nada menos que la penuria de la humanidad!
Musita encantada al verla y con un movimiento de la diestra la invita a sentarse en el cómodo sofá, justo frente al escritorio que ella ocupa. Por su parte, se levanta de la silla y camina hacia ella solo para, darle un ligero jalón de cabello, como un cariño un tanto salvaje, y se vuelve, sentándose frente a ella pero esta vez sobre el antiguo y elegante escritorio de nogal color negro.
Un plan ¿eh? ¡Qué maravillosa noticia! Cuéntamelo todo.
Sabe de antemano que una idea de Dominique implica una enorme “travesura” por lo que el ofrecimiento le intriga y emociona al mismo tiempo.
Yuki2104 · F
—Interesante…
Musitó la mujer de bermeja melena mientras tomaba la mano de su hermana Dominique para adentrarse en aquel agujero que las llevaría a Nueva York, no le confesaría que ya había estado ahí infinidad de veces ¿Para qué? Parecía tan emocionada de mostrarle el lugar que solo se limitó a observar a los transeúntes que no se percatarían en absoluto de la entrada al abismo al que ellas pertenecían. Hacía frío, era un martes de febrero por la mañana. El sol apenas intentaba tocar con sus cálidos rayos las viejas construcciones de aquella calle por dónde aparecían el par de demonesas que se disponían a presenciar un gran espectáculo, claro, que sólo ellas disfrutarían.
Los empaques de comida rápida se arrastraban por las frías y grises calles de la ciudad, llevadas por el frío viento invernal, a lo lejos, las personas cruzaban las concurridas avenidas hacia el centro, seguramente la mayoría dispuesta a asistir a sus trabajos. Sonrió entonces la pelirroja, al darse cuenta que toda esa gente había perdido de nuevo el interés en su alrededor, algunos mirando sus teléfonos celulares, otros sólo bebiendo un café mientras caminaban, algunos vagabundos extendiendo la mano en espera de una moneda y un par de jóvenes discutiendo por que uno tropezó con el otro.
—Este lugar no cambia… ¿eh?
Musitó la mujer de bermeja melena mientras tomaba la mano de su hermana Dominique para adentrarse en aquel agujero que las llevaría a Nueva York, no le confesaría que ya había estado ahí infinidad de veces ¿Para qué? Parecía tan emocionada de mostrarle el lugar que solo se limitó a observar a los transeúntes que no se percatarían en absoluto de la entrada al abismo al que ellas pertenecían. Hacía frío, era un martes de febrero por la mañana. El sol apenas intentaba tocar con sus cálidos rayos las viejas construcciones de aquella calle por dónde aparecían el par de demonesas que se disponían a presenciar un gran espectáculo, claro, que sólo ellas disfrutarían.
Los empaques de comida rápida se arrastraban por las frías y grises calles de la ciudad, llevadas por el frío viento invernal, a lo lejos, las personas cruzaban las concurridas avenidas hacia el centro, seguramente la mayoría dispuesta a asistir a sus trabajos. Sonrió entonces la pelirroja, al darse cuenta que toda esa gente había perdido de nuevo el interés en su alrededor, algunos mirando sus teléfonos celulares, otros sólo bebiendo un café mientras caminaban, algunos vagabundos extendiendo la mano en espera de una moneda y un par de jóvenes discutiendo por que uno tropezó con el otro.
—Este lugar no cambia… ¿eh?
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