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Cᴀɴ ʏᴏᴜ ʜᴇᴀʀ ᴍᴇ﹖ Aʀᴇ ʏᴏᴜ ɴᴇᴀʀ ᴍᴇ﹖
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En el instante mismo en el que vio aparecer aquel pequeño animal, sabía de que se trataría lo siguiente. Le da el espacio necesario a su hermana para que proceda a placer y atenta mira sus acciones y las consecuencias de estas.

El sufrimiento del animalejo le podría causar pena a cualquiera, incluso a ella misma, pero no lo hace. Los labios de Lya se curvan formando una plácida y maliciosa sonrisa al percatarse de como rápida el virus se propaga y evoluciona para darle una muerte por demás dolorosa a su huésped.

—Interesante. Nuestro hermano ha mejorado muchísimo en sus pequeñas pócimas para jugar.

Posa el índice derecho casi tocando al pequeño animalito, o lo que queda de él y deja que un poquito de su energía se acumule en la yema de ese dedo hasta formar una pequeña esfera de un rojo intenso, la cual, transfiere al cuerpo del roedor, haciendo que al instante se prenda y comience a quemarse.

—Ven conmigo… tengo algo que seguramente te encantará. No te olvides de ese tesoro…

La albina se separa de aquel escritorio, dejando que ese pequeño cadáver se consuma rápidamente, sin importarle que hubiera algún riesgo o algo por el estilo. Cruza el umbral de la puerta, mirando por encima de su hombro para asegurarse de que Dominique la acompañe. Con paso tranquilo y elegante, la conduce por los pasillos de la mansión hasta llegar a la puerta del sótano principal.

Activa su llave de energía para abrir la misma y comienza a bajar por la escalera de madera gruesa, resistente y lustrosa, en unos instantes se encuentran ya a la entrada de las catacumbas debajo de la mansión, justo del lado contrario al que se encuentran las mazmorras. El sitio huele ligeramente a humedad, a pesar de verse totalmente limpio.

Es alumbrado a la antigua, con cirios que se van encendiendo al paso de las chicas gracias a la magia de Lyanna. Conforme se van internando en aquella zona de puertas u pasadizos tan lúgubres y tétricos, la sonrisa de Lyanna se amplía, parece una chiquilla con un juguete nuevo.

—Estoy casi segura de que estarás complacida de poder jugar con mis nuevos juguetes… — Murmura para Domi mientras se detiene ante una puerta enorme de metal reforzado. Coloca la palma de la mano sobre el ouroboros en el centro y susurra un par de palabras en aquel viejo lenguaje enoquiano. La serpiente cobra vida entre un ligero resplandor carmesí y se gira a la derecha abriendo la puerta para luego volver a su posición inmóvil.

Ella se detiene en el umbral de la puerta y le cede el paso a su hermana. El interior es de total oscuridad, pero no piensa encender la luz hasta que ambas estén dentro y la puerta cerrada, no quiere arruinar la sorpresa del momento.