36-40, M
Ars Goetia - The Wisdom of the Serpent.
About Me About Me NotesThe Whiteboard is a place where people can send Gestures, Attributes, Images, Comments, and much more...
What would you like to add to Astaroth1555888's Whiteboard?
Attribute
Gesture
Just a Comment
1-10 of 44
ZB1569555 · F
ZB1569555 thinks you are Charming.
SW-User
SW-User thinks you are Adventurous.
SW-User
SW-User thinks you are Adventurous.
RaimTheDemonLord · 26-30, F
Hola querido hermano un placer encontrarte, si gusta Shay un foro donde hay muchos de los nuestros activos sel llama Ars Goethia
SW-User
Todos, siempre tienen planes nuevos, hazañas que demostrar, secretos que confesar, acciones que tomar, sueños que realizar, pero de todos ustedes solo pocos son los que logran marcar la diferencia ante los ojos del Rey. Me encuentro ansiosa al ver lo que harás, muéstrame Astaroth, esos planes tuyos. ~
-Comentó la siempre confiada Demonesa, encontrarse con alguno de los suyos siempre le producía una sensación estimulante, se limitó a sonreír al mirarle fijamente.-
-Comentó la siempre confiada Demonesa, encontrarse con alguno de los suyos siempre le producía una sensación estimulante, se limitó a sonreír al mirarle fijamente.-
SW-User
SW-User thinks you are Hot.
SW-User
Buenos Tardes se le da las gracias por aceptar la amistad mía espero nos llevemos bien
Sc1558098 · M
La espesa sangre de su víctima fluía por la mano de Satanachia, quien mantuvo a sus garras firmemente clavadas a ambos lados de su mandíbula. Si quitaba su agarre, el humano gritaría y posiblemente se desangraría en cuestión de segundos. Por el momento, se deleitaba con el forzoso silencio al que lo sometía, las pupilas del mortal dilatadas en su totalidad. Le sostuvo la mirada, un estremecimiento de placer absoluto lo invadió, pues el tufo que llegaba a su nariz era de lo más adictivo. Miedo, pecado y sexo del más impuro mezclados en uno solo.
Permaneció en silencio mientras Astaroth llevó a cabo su pequeño show. El único sonido, la tenebrosamente calmada respiración del Gran General, fue interrimpido con el crujir de huesos mientras su compañero se transformaba. No volteó a verlo, pues de hacerlo el trance de pavor puro en el que tenía a su víctima se rompería. Aunque, claro estaba, nada podía ya evitar el miedo que sentían.
Pronto un distintivo aroma llenó sus fosas nasales. La miseria humana, la liberación de los orines por parte de ambos hombres. Alcanzaba a detectar en ese fuerte olor la cerveza que previamente consumieron como muertos de sed en un desierto. Dejó que una expresión se colara a sus facciones, en muestra del asco que sentía hacia el nauseabundo olor. Su labio se torció hacia arriba, en dirección de su nariz y sus ojos adoptaron desprecio profundo. Para recuperarse, pasó su lengua por su labio inferior, saboreando desde antes cuanto harían sufrir a esos humanos.
Todo pasó en cuestión de segundos. La voz de Astaroth se escuchaba a lo lejos, como si estuviera debajo del agua, pero aún así, muy en el fondo de su mente, entendía. Un sonido característico del metal, la piel cortarse y un destello de luz fueron todo lo que Satanachia alcanzó a detectar. En seguida, el chocar de algo pesado contra el suelo. Los ojos de su víctima se abrieron aún más, sus cejas parecían querer alcanzar la línea de cabello. Una risa se le escapó al Gran General. La peste a sangre en el aire era excitante, casi orgásmica. Guardó sus garras, liberando el grito de agonía que llevaba minutos encerrado en la garganta del desdichado.
— Sin duda. Una muerte rápida. Un poco de miseria y un destello. ¡Pum! —cuando Satanachia hizo la imitación del sonido del cuerpo cayendo, el humano tembló visiblemente, fallando en retroceder pues no contaba con la fuerza suficiente.— Muerto. Pero tú, pequeño pecador, tú no cuentas con tanta "misericordia". — En cuanto se burló de aquella palabra tan típica del plano celestial, su dedo se presionó contra la herida en la mejilla del humano, manchando sus dedos de sangre. Más gritos de dolor brotaron.
Volvió a sujetarlo con ambas manos de la cara, su mirada llena de una falsa ternura, de lástima. Presionó ambas con fuerzas, transmitiendo a sus heridas una considerable cantidad de fuego infernal, para hacerle sentir la mayor agonía de su vida. Cuando el fuego estuvo bien instalado, retiró sus manos, sólo para reposicionarlas en el abdomen del agonizante mortal. Presionó al tiempo que sus garras aparecían, perforando órganos a su paso. Con fuerza, movió hacia arriba sus brazos, logrando heridas profundas a lo largo de su torso, justo abajo de sus clavículas. Ahora sangraba también por dentro. Era tanto el dolor que los gritos ya no escapaban de sus labios, toda fuerza le había abandonado. Era cuestión de minutos, segundo incluso, antes de que muriera.
— Lástima que los humanos sean tan frágiles. Quería disfrutar más de mi comida. —
La sangre del humano manchaba sus vestimentas, haciendo un tanto más tétrica toda la imagen. Sacó sus garras de donde estaba atoradas, con un nuevo objetivo. Esta vez dirigió sus zarpas a cada uno de los párpados del mortal, clavando. Con una inclinación hacia abajo y afuera, hizo que, uno por uno, sus ojos fueran arrancados de las cuencas. Sólo podía imaginar la cara que pondrían el resto de los mortales al descubrir los cuerpos por la mañana.
Por última vez retrajo sus afiladas garras. Al igual que el otro demonio, hizo aparecer una espada; una sencilla de la que fácilmente se pudiera deshacer. Diez segundos. Era todo lo que tenía antes de que el humano diera su último aliento. Estaba determinado a aprovecharlo, por lo que con un destello semejante al anteriormente hecho por Astaroth, apuñaló al moribundo, desde al abdomen hasta que la punta de la espada salió por debajo del coxis. Y soltó el mango del arma. El cuerpo cayó con un golpe seco, como el final perfecto al espectáculo más hermoso.
Permaneció en silencio mientras Astaroth llevó a cabo su pequeño show. El único sonido, la tenebrosamente calmada respiración del Gran General, fue interrimpido con el crujir de huesos mientras su compañero se transformaba. No volteó a verlo, pues de hacerlo el trance de pavor puro en el que tenía a su víctima se rompería. Aunque, claro estaba, nada podía ya evitar el miedo que sentían.
Pronto un distintivo aroma llenó sus fosas nasales. La miseria humana, la liberación de los orines por parte de ambos hombres. Alcanzaba a detectar en ese fuerte olor la cerveza que previamente consumieron como muertos de sed en un desierto. Dejó que una expresión se colara a sus facciones, en muestra del asco que sentía hacia el nauseabundo olor. Su labio se torció hacia arriba, en dirección de su nariz y sus ojos adoptaron desprecio profundo. Para recuperarse, pasó su lengua por su labio inferior, saboreando desde antes cuanto harían sufrir a esos humanos.
Todo pasó en cuestión de segundos. La voz de Astaroth se escuchaba a lo lejos, como si estuviera debajo del agua, pero aún así, muy en el fondo de su mente, entendía. Un sonido característico del metal, la piel cortarse y un destello de luz fueron todo lo que Satanachia alcanzó a detectar. En seguida, el chocar de algo pesado contra el suelo. Los ojos de su víctima se abrieron aún más, sus cejas parecían querer alcanzar la línea de cabello. Una risa se le escapó al Gran General. La peste a sangre en el aire era excitante, casi orgásmica. Guardó sus garras, liberando el grito de agonía que llevaba minutos encerrado en la garganta del desdichado.
— Sin duda. Una muerte rápida. Un poco de miseria y un destello. ¡Pum! —cuando Satanachia hizo la imitación del sonido del cuerpo cayendo, el humano tembló visiblemente, fallando en retroceder pues no contaba con la fuerza suficiente.— Muerto. Pero tú, pequeño pecador, tú no cuentas con tanta "misericordia". — En cuanto se burló de aquella palabra tan típica del plano celestial, su dedo se presionó contra la herida en la mejilla del humano, manchando sus dedos de sangre. Más gritos de dolor brotaron.
Volvió a sujetarlo con ambas manos de la cara, su mirada llena de una falsa ternura, de lástima. Presionó ambas con fuerzas, transmitiendo a sus heridas una considerable cantidad de fuego infernal, para hacerle sentir la mayor agonía de su vida. Cuando el fuego estuvo bien instalado, retiró sus manos, sólo para reposicionarlas en el abdomen del agonizante mortal. Presionó al tiempo que sus garras aparecían, perforando órganos a su paso. Con fuerza, movió hacia arriba sus brazos, logrando heridas profundas a lo largo de su torso, justo abajo de sus clavículas. Ahora sangraba también por dentro. Era tanto el dolor que los gritos ya no escapaban de sus labios, toda fuerza le había abandonado. Era cuestión de minutos, segundo incluso, antes de que muriera.
— Lástima que los humanos sean tan frágiles. Quería disfrutar más de mi comida. —
La sangre del humano manchaba sus vestimentas, haciendo un tanto más tétrica toda la imagen. Sacó sus garras de donde estaba atoradas, con un nuevo objetivo. Esta vez dirigió sus zarpas a cada uno de los párpados del mortal, clavando. Con una inclinación hacia abajo y afuera, hizo que, uno por uno, sus ojos fueran arrancados de las cuencas. Sólo podía imaginar la cara que pondrían el resto de los mortales al descubrir los cuerpos por la mañana.
Por última vez retrajo sus afiladas garras. Al igual que el otro demonio, hizo aparecer una espada; una sencilla de la que fácilmente se pudiera deshacer. Diez segundos. Era todo lo que tenía antes de que el humano diera su último aliento. Estaba determinado a aprovecharlo, por lo que con un destello semejante al anteriormente hecho por Astaroth, apuñaló al moribundo, desde al abdomen hasta que la punta de la espada salió por debajo del coxis. Y soltó el mango del arma. El cuerpo cayó con un golpe seco, como el final perfecto al espectáculo más hermoso.
Fl1558148 · M
Por un momento se creyó en peligro, con sus intenciones probablemente malinterpretadas; el fulgor de la ira había asomado a los ojos de Astaroth, y no fue por miedo que Flauros dio un paso atrás, sino en previsión a una estocada certera, fugaz, que respondiese a sus intentos de remover el espíritu aguerrido e inconforme que sin duda moraba en el pecho de su congénere. Mas su apreciación fue (afortunadamente) errónea; pues la hoja impía cortó los aires, lejos de la efigie del Duque, invocando las llamas infernales que provocaron un tumulto entre las oscuras nubes de la bóveda sobre ellos, un aire saturado con los efluvios del azufre y otras emanaciones pestilentes que daban un matiz carmesí a la luz de la escena. Debía haberlo imaginado: una entrevista como aquella no podría haber quedado sin vigilancia, conjetura probada cuando el primero de los espías cayó, envuelto en la fiereza de las ascuas provocadas por el orgulloso señor infernal. Lejos de arredrar a Flauros, la perspectiva de un combate alimentó sus instintos sádicos; su mueca pasó de la serena altivez a una sonrisa amplia, horrísona, casi deformando sus facciones en un nada sutil recordatorio de la verdadera esencia de su ser: una encarnación del mal, un verdadero diablo hasta los huesos.
"Justo lo que necesitaba. Comenzaba a sentirme oxidado y aburrido..."
El comentario - matizado de sarcasmo - no se hizo esperar, durante el breve instante que se permitió para observar a Astaroth remontarse hacia el espacio abierto, en flagrante caza de la caterva que había estado vigilándolos desde las alturas. ¿Hacía cuánto no se había visto inmerso en el candor de la batalla? Los recuerdos de sus tiempos como soldado y conquistador volvieron a él, fluyendo en profusión y despertando las ansias de cebar su acero en la carne ajena; su sangre comenzó a hervir, y su cuerpo se aprestó para la lid, extendiendo las alas magníficas de ébano de par en par, mientras que sus ojos se incendiaban en un púrpura digno de su jerarquía, cual miasma amenazante que pusiera en evidencia la magia profana de su interior. Su fiel espada vorpal se había quedado en palacio; sin embargo, aquello no sería un impedimento para enarbolar una hoja, pues él tenía otros métodos para evitar hallarse desarmado: extendiendo el brazo izquierdo, la misma energía arcana fluyó a través de él, agolpándose en el centro de su palma abierta; pronto, se halló asiendo una espada de plasma, instrumento suficiente para ejecutar los designios de la masacre y dejándolo en posibilidad de ayudar a su aliado. Una tarea que acometería con gran placer.
Flexionó las piernas, y un salto, acompañado del generoso aleteo tras su espalda, bastó para impulsarlo hacia el espacio donde se libraría la contienda. El silbido del aire a su alrededor, golpeando sus oídos, le provocó una euforia perversa por la anticipación de medir sus fuerzas y comprobar qué tanto retenía aún de su vigor y habilidades; una carcajada estruendosa, apenas mitigada por los chillidos de los adversarios que se lanzaron al encuentro de los dos regentes, salió de su garganta, envileciendo todavía más sus ansias por destrozar la pequeña horda de diablos inferiores que habían enviado contra ellos. Craso error. Si bien aquello solo representaba una fracción minúscula de las legiones que Baal tenía bajo sus órdenes, se trataría de una pérdida innegable, pues las fuerzas de Astaroth y Flauros combinadas darían cuenta de ellos sin reparos, con facilidad.
Derramó la primera sangre cuando un demonio, insensato y tan sediento como él, se arrojó en rauda carrera, con las garras en ristre y las mandíbulas prestas a atacar; sin embargo, su vuelo fue atajado por Flauros, quien le atravesó limpiamente con un golpe certero y rápido hacia el frente, con la punta de su dardo encontrando el espacio entre las fauces ajenas para introducirse entre ellas; los pequeños ojos del ente se abrieron por la sorpresa, antes de que el fuego hiciera presa en él, consumiéndolo hasta volverlo cenizas en pleno aire. La satisfacción asomó a los ojos de Flauros, quien, sin detenerse, pronto alcanzó a Astaroth, cubriéndole la espalda.
"Un buen ejercicio de calentamiento, ¿no te parece?"
Murmuró con sorna entre dientes, de forma que solamente su compinche lograría escucharlo. Echó un vistazo rápido en derredor, contando en voz baja a medida que su vista descubría un nuevo objetivo para su furia; los seres, de naturaleza variopinta pero indudable rango inferior, comenzaban a estrechar el cerco alrededor de ellos, armados con todo tipo de instrumentos mortíferos, o en la ausencia de ellos, desnudando garras y colmillos para atacar. La arrogancia de Flauros, motivada por la riña inminente, le hizo lanzar una nueva y más sonora risa, que pareció partir el firmamento infernal como el estruendo de una montaña viniéndose abajo. Tales eran su regocijo y la maldad de su gesto, que pronto recordó a un felino acechante: el Leopardo Blanco estaba de vuelta.
"Justo lo que necesitaba. Comenzaba a sentirme oxidado y aburrido..."
El comentario - matizado de sarcasmo - no se hizo esperar, durante el breve instante que se permitió para observar a Astaroth remontarse hacia el espacio abierto, en flagrante caza de la caterva que había estado vigilándolos desde las alturas. ¿Hacía cuánto no se había visto inmerso en el candor de la batalla? Los recuerdos de sus tiempos como soldado y conquistador volvieron a él, fluyendo en profusión y despertando las ansias de cebar su acero en la carne ajena; su sangre comenzó a hervir, y su cuerpo se aprestó para la lid, extendiendo las alas magníficas de ébano de par en par, mientras que sus ojos se incendiaban en un púrpura digno de su jerarquía, cual miasma amenazante que pusiera en evidencia la magia profana de su interior. Su fiel espada vorpal se había quedado en palacio; sin embargo, aquello no sería un impedimento para enarbolar una hoja, pues él tenía otros métodos para evitar hallarse desarmado: extendiendo el brazo izquierdo, la misma energía arcana fluyó a través de él, agolpándose en el centro de su palma abierta; pronto, se halló asiendo una espada de plasma, instrumento suficiente para ejecutar los designios de la masacre y dejándolo en posibilidad de ayudar a su aliado. Una tarea que acometería con gran placer.
Flexionó las piernas, y un salto, acompañado del generoso aleteo tras su espalda, bastó para impulsarlo hacia el espacio donde se libraría la contienda. El silbido del aire a su alrededor, golpeando sus oídos, le provocó una euforia perversa por la anticipación de medir sus fuerzas y comprobar qué tanto retenía aún de su vigor y habilidades; una carcajada estruendosa, apenas mitigada por los chillidos de los adversarios que se lanzaron al encuentro de los dos regentes, salió de su garganta, envileciendo todavía más sus ansias por destrozar la pequeña horda de diablos inferiores que habían enviado contra ellos. Craso error. Si bien aquello solo representaba una fracción minúscula de las legiones que Baal tenía bajo sus órdenes, se trataría de una pérdida innegable, pues las fuerzas de Astaroth y Flauros combinadas darían cuenta de ellos sin reparos, con facilidad.
Derramó la primera sangre cuando un demonio, insensato y tan sediento como él, se arrojó en rauda carrera, con las garras en ristre y las mandíbulas prestas a atacar; sin embargo, su vuelo fue atajado por Flauros, quien le atravesó limpiamente con un golpe certero y rápido hacia el frente, con la punta de su dardo encontrando el espacio entre las fauces ajenas para introducirse entre ellas; los pequeños ojos del ente se abrieron por la sorpresa, antes de que el fuego hiciera presa en él, consumiéndolo hasta volverlo cenizas en pleno aire. La satisfacción asomó a los ojos de Flauros, quien, sin detenerse, pronto alcanzó a Astaroth, cubriéndole la espalda.
"Un buen ejercicio de calentamiento, ¿no te parece?"
Murmuró con sorna entre dientes, de forma que solamente su compinche lograría escucharlo. Echó un vistazo rápido en derredor, contando en voz baja a medida que su vista descubría un nuevo objetivo para su furia; los seres, de naturaleza variopinta pero indudable rango inferior, comenzaban a estrechar el cerco alrededor de ellos, armados con todo tipo de instrumentos mortíferos, o en la ausencia de ellos, desnudando garras y colmillos para atacar. La arrogancia de Flauros, motivada por la riña inminente, le hizo lanzar una nueva y más sonora risa, que pareció partir el firmamento infernal como el estruendo de una montaña viniéndose abajo. Tales eran su regocijo y la maldad de su gesto, que pronto recordó a un felino acechante: el Leopardo Blanco estaba de vuelta.
BlackSwan1558171 · F
BlackSwan1558171 thinks you are Mysterious.
1-10 of 44