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There is no way in which a son of Caine may atone for his sins.
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AC1555631 · F
—Me temo que sabes la verdad a medias tintas, cariño. Sería conveniente para mí que no supieras la verdad y recargar más en tu padre el peso de la culpa pero no lo merece, ni pensarlo puedo. Él es un gran hombre. Por favor, acompañame para hablar.
 
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AC1555631 · F
—Andrei Clairt, esos no son modos para referirte a tu padre. Hiciera lo que hiciera sigue siendo tu padre y merece respeto... Además, bueno... Hay muchas cosas que debemos hablar, cariño. Después de lo que tengo que decirte espero que me perdones y dejes de ver así al hombre que hizo todo por el inmenso amor que nos tenía a los tres.
AC1555631 · F
—... Ah, sí. Hm... ¡Primero el regañó y luego el abrazo! Explique su comportamiento, jovencito. Me fui con usted hecho un hombrecito de bien, con valores claros; me encuentro ahora con un hombre que abandonó a su padre y faltó a la promesa familiar. ¿Por qué, dulzura?
AC1555631 · F
— ¿Qué es eso de no llevar el apellido de su padre?, yo no te crié para hacer tales groserías. (?)
[code]Nada, absolutamente nada. Parecía que en todo el lugar no había nadie, solamente ella y los libros. Suspiró -de nuevo esas manías humanas- antes de avanzar por varios pasillos con la esperanza de que poco a poco la ilusión desapareciera y diera paso a la cotidianidad en la que estaba atrapada después de la muerte. Su mirada púrpura escudriñó los títulos de cada estante que la flanqueaba, definitivamente nunca había visto ejemplares tan antiguos y extraños, muchos de ellos ni siquiera los podía entender pues sus títulos estaban en un idioma extraño y ajeno a los que ella conocía.

— ¿Dónde diantes es…? — No pudo terminar de formular la pregunta ya que una sensación desconocida la invadió; al parecer era el día de no saber qué pasaba respecto a nada. Era como si algo le advirtiera que estaba en peligro, solamente podía asemejar aquello a la sugestión que le quedaba tras observar alguna película de terror por la noche y luego no poder conciliar el sueño sabiendo que algo estaba ahí y que iría por ella. Definitivamente era algo menos fuerte que el horror puro experimentado antes de la muerte pero no por eso le resultaba poco incómodo.

Retrocedió todo lo que pudo, flotando en dirección contraria a donde se dirigía, en un intento por alejarse de un peligro que bien podía no existir realmente. Sin embargo, sin importar la distancia que creyera estar imponiendo el malestar no desaparecía. De nuevo volvió a sentirse encerrada, se imaginaba a sí misma como un pajarillo al que solamente se le cambiaba de jaula pero que se le seguía torturando con la vista panorámica de la ventana, de un cielo que nunca podría surcar, y que constantemente era visitado por depredadores. — Quiero volver… — Murmuró, después de todo era mejor un mal conocido que un mal por conocer.

De pronto el eco de unos pasos retumbó por todo el recinto, aquello le dió una respuesta a su inquietud. Sabía que tardaría en descubrir el modo de regresar a su biblioteca en la universidad así que no le quedaba de otra más que afrontar lo que estaba -por falta de una mejor palabra- viviendo. Además, ahora sabía gracias al ruido que la persona que estuviera rondando los alrededores era sin duda corpórea y por tanto, Misery deducía, era humana.

— Los humanos temen a los fantasmas… los humanos me temen… no me pueden hacer nada. — Murmuró una y otra vez hasta que volvió aquellas palabras un mantra. Así, adoptando un valor falso, avanzó en búsqueda de la persona en cuestión, claro no sin antes utilizar sus poderes para volverse completamente invisible para poder investigar sin ser descubierta.

Llegó pronto a lo que parecía ser una entrada, no dejaba de sorprenderla la majestuosidad del lugar y el tamaño que poseía. Casi parecía un mundo aparte eternamente ambientado en épocas pasadas. Flotó por los aires obteniendo una vista más completa, fue ahí cuando lo vio. Cabello negro, andar solemne, piel nívea, una persona. Pero, ¿por qué la sensación persistía?, ¿no era… una persona?

En el mundo al que ella estaba acostumbrada a vivir antes de morir solamente existían las personas y los animales, incluso la idea de fantasmas se le hacía ilógica. Cuando murió todo razonamiento anterior se desechó por completo pero nunca se le ocurrió pensar que tal vez y solo tal vez los fantasmas no eran los únicos que sí existían. Decidió seguirlo y observar un poco más con el fin de no errar en su teoría y de averiguar si él era confiable o no.

De cualquier modo la sensación de que estaba en peligro era latente, tanto que Misery temía que la viera. Aún con la invisibilidad.[/code]


[code]Ahí estaba el ruido otra vez. Habían aterrizado.

Abrió los ojos poco a poco encontrándose con kilómetros y kilómetros de estantes a su alrededor. Era como su biblioteca, no, claro que no lo era, era como un verdadero paraíso para cualquier lector, no se comparaba a su pequeña jaula. Miró a su alrededor sin poder encontrar nada que le fuese familiar, seguía un poco aturdida, ¿los fantasmas podían soñar? No recordaba haberse quedado dormida ni una sola vez desde su muerte como para atribuir todo aquello a la ilusión de un sueño.
Trató de dar un paso para alcanzar la única pista que tenía: el libro; sin embargo, fue inútil todo movimiento pues seguía mareada, tanto que de no haber perdido su forma materializada en ese mismo instante se habría caído. Ahora flotaba sin querer hacerlo realmente, instinto fantasma.
Optó por hacer un último esfuerzo y comenzó a hablar: — ¿Hola?, ¿hay alguien?, ¿pueden decirme dónde estoy? — No consideró siquiera el hecho de que podía asustar a alguien en caso de que fueran a su auxilio. Estaba aturdida y solo quería sentirse a salvo. [/code]
[code]Un nuevo cargamento de libros estaba por llegar esa mañana por lo que el personal de la biblioteca se encontraba pululando el recinto un par de horas antes de su entrada. Aquello había salvado a Misery de tener que seguir escuchando a su asesino gritarle incoherencias y obscenidades; apenas habían pasado cuatro meses y él no paraba de molestarla día tras día, como si fuese imperativo para el asesino oír sollozar a la fantasma.

Apenas se abrieron las puertas Misery pudo escuchar la vida que pasaba fuera de la biblioteca, a veces olvidaba que el mundo seguía girando para todos menos para ella y el recordarlo le sentaba de verdad muy mal; sin embargo, la emoción de leer nuevos ejemplares la invadió con más rapidez que cualquier tristeza y permitió que se animará a echar un vistazo por la ventana y así saborear el momento en el que sus compañeros arribaran. Parecía tonto, en realidad, que la fantasma se comportara como niña pequeña en Navidad pero, al estar conciente al fin de su muerte y no tener nada de contacto con el exterior, los libros y sus páginas eran el único escape a otros mundos que podía tomar. Vivía a través de ellos. Habían sido tesoros inigualables en vida y lo eran también en muerte.

El camión llegó al fin y los ex compañeros de trabajo de Misery empezaron a descargarlo. Eran muchas, muchísimas, cajas de distintos tamaños; se escondió entre los estantes a pesar de tener la habilidad de volverse invisible por voluntad propia, seguía sin acostumbrarse a esas cosas de fantasmas. Tardaron demasiado en terminar de bajar las cajas y otro poco en abrirlas todas para inventariar los libros, la fantasma observaba todo desde lejos, ansiosa por el llegar de la noche para poder andar libre y devorar cada palabra escrita en papel. Ya ni siquiera recordaba el suplicio nocturno que su asesino la hacía pasar.

— Deberíamos ir a desayunar, no rendiremos en el día así.
— Pero el inventario…
— No se va a ir de aquí, volveremos en una hora máximo.
— De acuerdo, la verdad es que sí muero de hambre.
— Sh, no uses esa palabra aquí.
— Ah, sí, lo siento Misery.


En la biblioteca el personal se tomaba muy en serio la idea de que Misery rondaba por el lugar a pesar de que ella nunca se había mostrado frente a ellos. Realmente eran buenas personas, a diferencia de otros que solamente iban a ver su placa conmemorativa y decir tonterías como “hubiera salido por la puerta trasera” o “que tonta por quedarse en un solo lugar”, como si ellos al enfrentarse a un asesino lo pudieran haber hecho mejor.

La chica se asomó en cuanto escuchó la puerta cerrarse con llave y enseguida caminó hasta el mostrador principal para darle un vistazo al inventario; le sonrió a las montañas de libros nuevos cuando pasó a un lado de ellas, conteniendose de tocarlos pues no quería desacomodar el trabajo de los bibliotecarios.
Vaya que la lista pintaba para ser muy larga aunque a penas habían escrito el título de diez de los libros y…

BAM.

Un fuerte golpe la hizo saltar del miedo - irónicamente un fantasma asustado - pensando que era él, que el maldito estaba aprovechando para torturarla de nuevo. Se escondió detrás del estante antes de caer en la cuenta de que era de día y él nunca se manifestaba durante ese tiempo; se asomó un poco, su mirada esmeralda repasó con prisa el lugar con el fin de encontrar lo que había hecho semejante ruido, pronto encontró la respuesta: un pesado libro se hallaba a varios pasos lejos de su posición. Se burló de ella misma con una melodiosa risilla e inició el rescate del ejemplar saliendo de su escondite y caminando hasta el libro. Misery podía materializarse por un periodo de tiempo relativamente corto, siempre que conservará suficiente energía para hacerlo o su ambiente se la proporcionara. Al estar sola tuvo que valerse de sus reservas - bien pudo simplemente hacerlo levitar hasta su lugar inicial pero le gustaba complicarse la muerte - para poder levantar el ejemplar que era realmente pesado. Parecía estar recubierto de alguna especie de piel e incluso le daba la impresión de que era más viejo que la universidad misma pues tenía un olor peculiar; hizo una mueca antes de decidir que podía echarle un vistazo rápido y dirigirse así a las mesas de trabajo para poder sentarse y abrirlo.

— Éste ejemplar pertenece a La Byblos Occultae... — Comenzó a leer en la primera página cuando un mareo la invadió, pronto todo a su alrededor se movió en círculos pero no de manera lenta sino rápida, como si un huracán la hubiese atrapado. Se sintió levitar y alcanzó a ver que el ejemplar flotaba por los aires también, un destello salió del mismo y la deslumbró tanto que se vió obligada a cerrar los ojos. ¿Qué diantres estaba pasando?, ¿dónde estaba la biblioteca?, Misery no se sentía ya en el lugar de su muerte, no estaba ese lazo a su alrededor que le daba conocimiento de que ese era su lugar. Todo se oscureció y lo siguiente que supo fue que…

BAM.[
ViQ1544357 · 31-35, F
Se divertía oyendo el siseo de sus serpientes, se maravillaba con el andar de estas en su piel. Parecía hipnotizada por éstas. Pero era algo que hacía a placer, se acostumbraba al cuerpo nuevo, a cada bendito centímetro de virginal piel. Y al mismo tiempo, escuchaba cada virtuosa palabra emanante de los labios de su hijo. Todas y cada una de ellas adecuadas y bien ubicadas en las oraciones. Bastante dual, siempre habló así. Andrei siempre le cayó bien. — Eres al primero que busco, quería que esto fuese eficaz. Asthy debe aprender que, a pesar de que no estoy total en esta forma aún, debe respetar mi nombre. No te confundas, no es solo un berrinche. — terminando la frase soltó una risita tétrica. Los siseos se callaron pues el de ella tenía prioridad ahora. Mostró la lengua levemente por el costado de su boca, relamiendo sus labios. — Si dejo pasar la situación, quedaré muy mal ante los condes, Reyes y príncipes del infierno. ¿Cómo seré Lilith después? No le tengo miedo a ellos, pero ahora mismo no puedo combatirles. ¿Qué será de mi sino es solo Asthy y trae un compañero? No quiero investigarlo, sin embargo... — negó con el rostro una vez y lo bajó un poco. Luego regresó la vista arriba, los ojos amarillos como de reptil se mostraron de nuevo. — Estoy segura que tú podrás. Habrá recompensa para ti.
User1536881 · 31-35, F
*No podía esperar, la curiosidad la mataba, asi que se deslizo con una gracia hipnotizante hacia la puerta, si bien no tenia aun gran habilidad como Malkavian, era una joven astuta y ocupaba sus nuevos atributos para menear las mentes de los enfermeros a su gusto y en especial la mente de aquella regordeta enfermera, aquella era su pase hacia la ciudad cuando tenía ganas de tomar un helado. Cruzo la puerta con naturalidad, sabia que luego de aquel primer obstáculo el camino estaba libre, pero era mejor prevenir que lamentar, jamás había visto otro cainita que no fuese aquel demente que la ‘’abrazo’’ aquel extraño dia, no podía arriesgarse, asi que de un momento a otro su extasiado semblante cambio a uno de fingida inocencia y profunda calma.

Doblo por uno que otro pasillo, guiándose nada mas por aquel intenso aroma. Llevo lentamente su dedo índice hacia sus labios, mordisqueándolo de manera juguetona, estaba ansiosa, los pasos se aproximaban a ella con lentitud y de pronto una molesta sensación se apodero de ella, volviendo ese brillo cautivante de demencia a sus cristalinos orbes- Uno dos tres….Este manicomio es mio…No de el!....No es tuyo ni tuyo…Es mio…tres tres…tres…-Exclamaba, volviendo a tener aquel tic bajo su ojo, mientras que sus finos brazos se movían de ves en cuando en nada disimulados espasmos, como quien intenta ahuyentar a algún ser molesto de su lado*
User1536881 · 31-35, F
* Pálida piel de aspecto suave, carnosos labios de un intenso color carmín, una envidiable figura y por ultimo su larga, ondulada y oscura cabellera, cualquiera que tuviese la suerte de verla no podía creer que estuviera demente, pero su vestimenta no ayudaba, en contraste a su despampanante e inocente belleza la grisácea tela de su ‘’uniforme’’ de interna la volvía una completa rareza dentro de aquel infierno .

Su azulada y cristalina mirada se paseaba de un lado a otro con rapidez, mientras que a medida que lo hacía un curioso tic se apoderaba de su parpado bajo, tenía ya horas en aquella tarea persiguiendo lo imperceptible para el resto, aun que uno que otro loco junto a ella al parecer podía seguir a la perfección la batalla interna que la hermosa y desquiciada joven protagonizaba. Poso con descaro su pie sobre una silla y alzo su mano al cielo, fue entonces como de sus labios salió un infantil grito, proclamando su ‘’entrada’’- SU IMPUREZA, EL NARCÓTICO!!....*Sus gritos irrumpían entre los murmullos de sus dementes compañeros de sala, aquella era la hora de recreación y casi como un acto de puro altruismo, los enfermeros los dejaban unas 3 horas al dia para que ‘’Socializaran’’, pero que importaba eso ahora, la pelinegra estaba demasiado ocupada haciendo la ‘’revolución’’- Santa Mary....Hoy sera distinto, si que si..-Por su respingada nariz entro un extraño aroma, no era de su sire, el se había marchado ya, ¿Acaso había mas en aquel pútrido lugar?, negó con la cabeza y lentamente miro hacia la puerta donde una regordeta enfermera cuidaba* Ir o no ir…..Ir o no ir…Ir o no…*Susurraba para si misma, mientras que se balanceaba sobre sus propios talones, arrebatando de las manos de su compañero unos naipes que comenzaría a picotear de manera detallada*