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There is no way in which a son of Caine may atone for his sins.
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[code]Nada, absolutamente nada. Parecía que en todo el lugar no había nadie, solamente ella y los libros. Suspiró -de nuevo esas manías humanas- antes de avanzar por varios pasillos con la esperanza de que poco a poco la ilusión desapareciera y diera paso a la cotidianidad en la que estaba atrapada después de la muerte. Su mirada púrpura escudriñó los títulos de cada estante que la flanqueaba, definitivamente nunca había visto ejemplares tan antiguos y extraños, muchos de ellos ni siquiera los podía entender pues sus títulos estaban en un idioma extraño y ajeno a los que ella conocía.

— ¿Dónde diantes es…? — No pudo terminar de formular la pregunta ya que una sensación desconocida la invadió; al parecer era el día de no saber qué pasaba respecto a nada. Era como si algo le advirtiera que estaba en peligro, solamente podía asemejar aquello a la sugestión que le quedaba tras observar alguna película de terror por la noche y luego no poder conciliar el sueño sabiendo que algo estaba ahí y que iría por ella. Definitivamente era algo menos fuerte que el horror puro experimentado antes de la muerte pero no por eso le resultaba poco incómodo.

Retrocedió todo lo que pudo, flotando en dirección contraria a donde se dirigía, en un intento por alejarse de un peligro que bien podía no existir realmente. Sin embargo, sin importar la distancia que creyera estar imponiendo el malestar no desaparecía. De nuevo volvió a sentirse encerrada, se imaginaba a sí misma como un pajarillo al que solamente se le cambiaba de jaula pero que se le seguía torturando con la vista panorámica de la ventana, de un cielo que nunca podría surcar, y que constantemente era visitado por depredadores. — Quiero volver… — Murmuró, después de todo era mejor un mal conocido que un mal por conocer.

De pronto el eco de unos pasos retumbó por todo el recinto, aquello le dió una respuesta a su inquietud. Sabía que tardaría en descubrir el modo de regresar a su biblioteca en la universidad así que no le quedaba de otra más que afrontar lo que estaba -por falta de una mejor palabra- viviendo. Además, ahora sabía gracias al ruido que la persona que estuviera rondando los alrededores era sin duda corpórea y por tanto, Misery deducía, era humana.

— Los humanos temen a los fantasmas… los humanos me temen… no me pueden hacer nada. — Murmuró una y otra vez hasta que volvió aquellas palabras un mantra. Así, adoptando un valor falso, avanzó en búsqueda de la persona en cuestión, claro no sin antes utilizar sus poderes para volverse completamente invisible para poder investigar sin ser descubierta.

Llegó pronto a lo que parecía ser una entrada, no dejaba de sorprenderla la majestuosidad del lugar y el tamaño que poseía. Casi parecía un mundo aparte eternamente ambientado en épocas pasadas. Flotó por los aires obteniendo una vista más completa, fue ahí cuando lo vio. Cabello negro, andar solemne, piel nívea, una persona. Pero, ¿por qué la sensación persistía?, ¿no era… una persona?

En el mundo al que ella estaba acostumbrada a vivir antes de morir solamente existían las personas y los animales, incluso la idea de fantasmas se le hacía ilógica. Cuando murió todo razonamiento anterior se desechó por completo pero nunca se le ocurrió pensar que tal vez y solo tal vez los fantasmas no eran los únicos que sí existían. Decidió seguirlo y observar un poco más con el fin de no errar en su teoría y de averiguar si él era confiable o no.

De cualquier modo la sensación de que estaba en peligro era latente, tanto que Misery temía que la viera. Aún con la invisibilidad.[/code]


 
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