Una vez en casa quitó el arnés a cada uno de sus perros para colgarlos en los ganchos que tenía en la entrada de su hogar, se acercó a una de las ventanas que daba a la calle y haciendo a un lado las cortinas trató de buscarle, no había nadie pero si notaba que había mas viento que hace unos minutos. La fuerza con que los arboles bailaban hacía que las aves buscasen otro escondite, una tormenta se acercaba. Cerró las cortinas con más fuerza de la necesaria, no sabía porque pero ese hombre la hacía querer hacerse bola para cubrirse como una pitón.

—No me agrada nada. —Se repitió ella para ir a tumbarse a su sofá y sacar de nuevo su tableta.

La joven utilizaba runas de protección en su hogar para impedir que otros seres pudiesen detectar su presencia mágica cuando practicaba. Practico y sencillo pero siempre debía reforzarlos cada tanto pues perdían el efecto con el tiempo. Esa fue una de las principales razones por la que estudiaba los hechizos de los sacerdotes del antiguo egip