thequeen is using SimilarWorlds.
Join SimilarWorlds today »
26-30, F
Egoista
Notes
The Whiteboard is a place where people can send Gestures, Attributes, Images, Comments, and much more...
What would you like to add to thequeen's Whiteboard?
Attribute
Gesture
Just a Comment
n_n espero lo mismo pero soy pesimo para iniciar n_n
 
Send Comment
(Un joven alto de piel blanca, pelo negro y ojos verdes ataviado con un elegante traje negro de satín con camisa blanca y corbata a juego, caminaba por aquella plaza que le era tan familiar y a la vez un poco aburrida. Noto la presencia de una mujer y atraído por el ruido de la cámara se quedó observándola)
R/Off: Lo imaginé. Ella es tan genial con sus creaciones y rol. [?]
R/Off: No sé si es un halago para mí, o para mi decoradora, pero en todo caso, gracias. [?]
R/Off: Eso se lo dejaré a mi decoradora favorita. Ella tiene un exquisito talento para ello. ~ [?]
lukameg · F
OFF: De nada :D
Out: También lo espero. Inicias por favor?
Asecharía a los árboles y arbustos y todo aquel animal que se le apareciera, ciertamente con el paso de los minutos el aroma se acentuaba más, instintivamente interpreto que estaba muy cerca de lo que anduviese por allí, cuando sin más escucho como unos arbustos se estremecían originando que innumerables hojas se desprendiesen de sus ramas creando como una cortina otoñal momentánea, rápidamente aquel jinete salió también de aquella espesura forestal para ver lo asertiva que era su deducción “Una mujer” se dijo así mismo victorioso.

Se mantuvo tras de aquel caballo mientras la mujer hacia los esfuerzos por dominarle, sin embargo notó que un reptil se le ocurrió la brillante idea de hacerse presente frente al semental haciendo que sus nervios se desequilibraran originando que la anónima joven cayese en el pasto, vio como la bestia se alejo hacia el bosque, y sin perder tiempo avanzo a grandes saltos hasta la víbora para ponerle fin a su existencia con un aplastar de su cabeza con la suela de su calzado.

Dejó el cadáver sin vida del reptil para ahora ver con una rodilla hincada en el pasto el cuerpo desmayado de la misteriosa mujer. Sus ropas victorianas pusieron al descubierto que pertenecía a la nobleza sin mencionar lo pulcro que estaba su rostro impregnado de un maquillaje natural. Para aquel oriental fue una hermosa imagen, tal vez debería aprovechar una oportunidad como esa, el más depravado de los hombres lo haría, no obstante aquel ser de un solo ojo no era como muchos, y más era el honor y el orgullo que había en su interior que la lujuria que a veces abatía el carácter masculino. Entre sus brazos tomó el cuerpo, caminó hasta un árbol de grueso tronco, la recostó a él. Las copas del árbol se desbordaban hacia el arroyuelo creando un techo repleto de hojas coloridas que caían en la corriente de la fluyente agua cristalina. Pasaron los minutos, el Tuerto sintió que debía despertarle y para hacerlo sacó de su pequeño bolso sujeto a la montura de su caballo una vasija de arcilla la llenó de agua y sin reservas le dio de beber a la mujer, espero a que aquel gesto hiciera efecto. Su mirada estaba fija en los parpados caídos y sus brazos estaban puestos en la vasija que le daba de tomar, su salvaje cabellera se mantenía en movimiento por la brisa del bosque y sus facciones modestas y atractivas permanecían inmóviles.
-Eso es, lo estás haciendo bien –Le diría el jinete al corcel animando su buena conducta. Pasaría su mano forrada en una codera, y en un protector de brazo cromado dejando solo sus dedos al descubierto por encima del lomo del semental, aquel anónimo sujeto sonreiría ante su privada acción. Sin embargo, un olor uno muy delicado, refinado y hasta se podía decir que “femenino” reinaba en el sitio. De inmediato aquel sujeto interpreto que no estaba solo, su experiencia en el campo de batalla tan basta era que todos sus sentidos –a pesar que era Tuerto, carecía de un ojo- estaban agudizados. Desde luego podría pronunciarse, pero aquel inusual aroma podía ser de algún rosal, o quién sabe, era un lugar abierto, se podía encontrar de todo. No obstante aquello no fue obviado por el Hombre del parche.

Pasearía su mirada tuerta de un extremo a otro del arroyo tal vez intentando tantear con su vista a quien desprendía semejante y delicioso aroma –Alguien nos acompaña, lo extraño es que…-asomó su mirada un poco más allá del bosque- no está aquí, al parecer está escondida. –Diría lo último. Tronaría sus dientes haciéndole un sonido característico al caballo para que obedeciese lo que le dijera- Espera aquí. –caminaría entre los arbustos perdiéndose por completo ante la vista de quien fuese que le mirase o anduviese por allí.
A pesar de las desigualdades que pueden tener los hombres en tiempos de Guerra, siempre llega el momento de un descanso, o más bien de un acuerdo entre todos los clanes en el cual se estipula que entre un lapso de tiempo no habrán batallas, ni enfrentamientos, pero que sin embargo la Guerra sigue en pie. El tiempo estimado era de 40 días. Japón el país que era el escenario para aquellas escenas tan especiales por ahora permanecía en calma. Cada barón feudal yacía en donde quería estar, pero no todos cumplían con aquel adoctrinamiento. Fuera de aquel continente asiático, yendo hacia Europa iba una embarcación de velas azules con destino hacia Londres, llevarían ya casi navegando 25 días, el objetivo de aquel viaje no era solo de visita, se había corrido el rumor de que algunos traficantes de esclavos habían capturado a algunos ciudadanos de cierto distrito japonés que luego comercializarían en los puertos de Londres - Inglaterra.

La embarcación llegó a uno de los puertos de aquella ciudad a eso de las 2 p.m. del día 25. Era una misión que debía ser “secreta”, por consiguiente aquel barco en completa disfraz de mercantes arribó al muelle, bajaron la rampla, y de esta comenzaron a bajar varios hombres con uniformes azulino idénticos, en sus regazos mantenían sujetos grandes cajas que comenzaron a apilar en un almacén que ya había sido abierto y vigilado antes de que estos llegasen. Mientras aquellos hombres cumplían con su deber, también bajaron de aquella nave par de sujetos de vestimentas peculiares, uno mantenía un gabán caoba, y el otro estaba vestido completamente en azul, dada la poca luminosidad del muelle no se apreciaba con más precisión los detalles de sus indumentarias.

Aquellos dos hombres decididos en cumplir con la misión ocultaron sus armas bajo de dos abrigos que habían traído para mantenerse “bajo margen” y no destacaran tanto. Ingresaron en la ciudad, adentrándose entre calles, vías, callejones, avenidas, hubo un punto en que decidieron separarse –para abarcar mayo radio-. El del gabán caoba se fue hacia el lado de las urbanizaciones, y el azulino se fue hacia el lado de los montes, las colinas, bosques y bosquecillos serían su territorio mientras su espesa búsqueda tomaba pronto coherencia, suponiendo que por ahí sería más obvio que hubiese transiciones de esclavos. El azulino de cabellera encrespada, y de parche diestro observaba a los costados de aquellos arboles, aquellos rincones proliferados de especies silvestres tanto animales como vegetales, disponía también de un caballo, llevaba sus riendas en su mano mientras este caminaba junto al semental en aquel campo verdoso repleto de herbaje tupido. Prontamente divisaría un arroyo, de inmediato pensaría y llevaría a su semental de piel oscura hasta aquel fluyente, debía descansar, debía hacerlo, llevaban cuatro horas en trote y búsqueda continua. Traspasaría el umbral orillado por los arbustos, para ir directo hacia el arroyo, dejándose ver en todo su esplendor quien era el jinete con su armadura cromada y de telas azules al estilo oriental, y lo ignorante que se mostraba de que alguien estuviese en el mismo arroyo.