Algo dentro de ella se movía cada que Altria hacia ese tipo de cosas. Nadie confiaba en ella, nadie se atrevía a mirarla sin murmurar cosas que provocaban en ella una inquietud y dolor terrible y después estaba su hermana quien no dudaba en esforzarse por hacer de su vida mejor, por darle el lugar que se merece y hacer que la gente cambiará hacia la mayor. Sonrió al sentir el tacto de sus labios contra su mano, se removió hasta poder acurrucarse con la menor y cerró sus ojos asintiendo con su cabeza. — En ese caso eso es lo único que necesito. Tu protección, que estés conmigo como hasta ahora...—
Tomó la mano de Morgan que estaba cerca de la propia, entrelazó sus dedos con los de ella... Era tan suave y delicada, a diferencia de la propia, curtida ya por el uso de la espada a pesar de ser tan solo una adolescente. Disfrutó del aroma dulce de su perfume, embriagante, único, pues ella misma se encargaba de que para su hermana trajeran las más exóticas fragancias, las más hermosas sedas. Mientras Altria estuviera en el trono, nadie podría arrebatarle a Morgan su lugar y su derecho como princesa, y como tal sería tratada.
Movió su mano hasta sus labios, y depositó un pequeño beso en sus nudillos. —Siempre cuidaré de ti, hermana... Podrían pensar que la corona es lo más valioso para mi, pero están equivocados. Tú eres mi tesoro más preciado. Desde que llegaste a Camelot dejé de sentir esa terrible soledad...— Confesó.
Y tenía razón en eso. No entendía porque desde su llegada se esmeraba tanto por estar cerca de Morgan, seguía sus pasos y escuchaba sus consejos más que los del propio Merlín. Desde su posición la hechicera le miró, esas visiones en sus sueños tenían mayor frecuencia y apenas había podido descansar, le costaba verse a un espejo y darse cuenta que sus ambiciones la estarían llevando a un punto sin retorno. La amabilidad de su hermana la ponía en duda y piensa que quizás...solo quizás aunque no fuese reina podía tomar el poder a su lado si le aconseja bien. —Tienes razón, apenas un par de años y creciste tanto. — Apoyo su cabeza sobre su propio brazo y suspiró cerrando sus ojos. — Así podrás protegerme siempre. ¿No es así?
Un poco indecisa, a la par que nerviosa, se acercó a la cama y lentamente subió una rodilla, después la otra, hasta que terminó por acercarse a su hermana en silencio. —¿Por qué no lo haría? Ya casi soy de tu estatura... —Cerró los ojos, se recostó y se acurrucó contra ella. Quizás era la primera vez que notaba lo cálida que era y lo agradable que era su compañía en aquélla intimidad.
Un día dejare de ser pequeña... seré más grande que tú. -Suavemente la deja sobre la cama cubierta de fina seda, en su elegante y amplia habitación en el Castillo.-
