—Pero sólo cuando se trate de gruñidos, Yuth-sensei.

Ella no se daría cuenta, pero su usual rechazo por lo japonés le hacía evitar tales honoríficos. Así que, al escucharse decir es palabra de forma tan espontánea, no pudo evitar sorprenderse a sí mismo. ¿Era por la influencia de Yuth? Sólo rió mientras le sentía jugar con sus cabellos, encogiéndose levemente de hombros por el cosquilleo. Tanto de sus caricias, como de su tierno temblar ante la emoción del lugar al que llegaban.

—Una paleta de pandita, entonces. ¡Dos, mejor! Así estamos iguales.

Señaló aquella al vendedor, dos de ellas adquirió. Tras retirar la envoltura, le entregó a la menor una de ellas, comiendo por igual la suya mientras iba adentrándose al parque.