No se inmutó ante tal amenaza, dejó escapar una risa corta y se hizo a un lado como si le cediera el paso. — Puedes hacer lo que se te venga en gana, Hikari. Pero si con tus acciones llamas la atención de esos chiflados seré yo misma quien te devore para después mandar al infierno a esas almas ignorantes. — Arrugó el ceño, mostró sus colmillos en una expresión amenazante. — Recuerda que somos solo fragmentos y que un movimiento en falso comenzará una estúpida cacería. — suspiró, acomodó su vestimenta y cerró sus ojos un momento. — Se inteligente, los tiempos han cambiado y no tenemos ni un cuarto del poder que nos volvía imparables. —
Apretó los puños con tanta fuerza que sintió que se hacía daño.
—¿Cómo pudiste?— Recriminó, en su hermoso rostro una expresión de ira que no se preocupaba por contener. Ese aroma que había percibido en su hermana tenía ahora una explicación que le causaba la rabia más profunda.
—Si tú no eres capaz de hacerlo, la mataré yo misma. Si acabo con todos sus asquerosos fragmentos quizás Yata no Kagami se convierta en nada más que una baratija oxidada.
Se dió la media vuelta para encontrarse cara a cara con su otro fragmento, su mirada de afilo y en voz baja añadió. — Digamos que esa serpiente no solamente tiene todo un harem aquí...— se encogió de hombros — Entre sus curiosidades también está un fragmento del poder que nos encarceló. — suspiró relajando su postura. — Podría decir que he formado una tregua con Amaterasu, no subestimemos nuestra estadía en este lugar, juguemos bien nuestras cartas. ¿De acuerdo?. —
Apretó los puños. Yuna siempre encontraba la forma de ponerla en su lugar y era algo que detestaba, a fin de cuentas, el fragmento de poder de Hikari no era tan grande como el de su hermana mayor, más lo compensaba su temperamento e irreverencia.
—¿Pedir?... Yuna, ¿Cómo has logrado liberarme? Es imposible romper el poder de Yata no Kagami, incluso para ti.
— Apuesto al mejor postor...— Corrigió despreocupada. — ¿Prefieres el encierro por manos de esos monjes fanáticos de Amaterasu? — le miró sobre el hombro y le ofreció una sonrisa ladina. — Si es así solo tienes que decirlo y puedo pedir que te regresen a tu prisión.
