Su orgullo había cegado la verdadera importancia de esa insolencia y en cuanto Amaterasu le devolvió la claridad con sus palabras Orochi se limitó a suspirar inclinando su cabeza hacia atrás tratando de aliviar la tensión que en sus hombros y cuello se acumulaba. — Es un problema definitivamente. ¿Que puedo hacerle sin que la serpiente quiera cortarme la cabeza?. — sabía bien que no podía simplemente abusar de su hospitalidad y ser cruel con la loba pero debía admitir que deseaba con todas sus fuerzas atormentarla. Llevó una mano a su cintura aprovechando la cercanía y volvió su vista hacia los brillantes ojos de Amaterasu. — ¿Que tanto tengo permitido destruir?...
Hizo una mueca. Detestaba que usara ese sobrenombre ridículo, más su brazo rodeó el cuello del dragón, apegándose su cuerpo ligeramente al de ella. —Claro, repítelo hasta que te lo creas.— No detuvo la burla, y sus labios de nueva cuenta se curvaron en una enigmática sonrisa. —¿Yo, sembrar discordia? Te equivocas, solo estoy preocupada por mi hogar. El eslabón débil es un peligro potencial. Imagina, si no fue capaz de serte fiel a ti, Yamata-no-Orochi, ni siquiera el miedo que inspiras la detuvo... ¿Qué pasará cuando sus traiciones nos afecten a todas?
En otros tiempos habría devorado a la cría de esa mujer desleal pero ahora, sabiendo que había de dónde más elegir el interés de Orochi hacia esa loba en particular había mermado casi al instante. — Era caprichosa, quería atención todo el tiempo y no encontraba la manera de deshacerme de ella. — rodó los ojos. — ¿Que haces sembrando discordia, Amy?...eso no va contigo.
Rió, cubriendo sus labios con su diestra. —Me rompes el corazón.— Se acercó, sus delgados dedos se posaron en el hombro de la dragona, ejerciendo una ligera presión. —Vamos, deja eso ya. Ella ni siquiera era tan buena. Aunque...— Desvió la mirada. —Si algo desleal. Incluso tu cabeza tonta ha encontrado una compañera fiel. ¿Deberíamos pasar por alto el comportamiento de tu lobita rosa?
Levantó la vista hacia Ahri con una expresión que evidenciaba su mal humor. — Necesito que te vayas de aquí, no necesito ver tu horrible rostro ni escuchar tu voz de ardilla.
