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26-30, F
Rol tipo historia, ciencia ficción, fantasía, general, +18 (Con trama justificada y elaborada).
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[b] No dudo que así sea. [/b] Su respuesta sobre la oscuridad le parecía obvia, clara y sincera: No tenía dudas que en ella habitaba oscuridad, una mujer que habitaba entre demonios, criaturas paranormales y todo lo que antes había dicho, no cabía siquiera una justificación para que una persona, por más curiosa que sea intente ir más alejado de lo que significa la humanidad. Seikichi sabía (más ahora que de otra forma) los peligros que habitan fuera del mundo de quienes pueden caminar las calles con su verdadera forma y los que se esconden, como criaturas de tinieblas.

[b] ¿Mmh? [/b] Cuestionó al sentir su tacto en el hombro al levantarse, no entendía a donde iba y que quería hacer, pero sinceramente Seikichi no entendía las razones por las que rompería el cómodo espacio que tenían entre ambos. Si bien ella inquieta e intrépida tenía otras razones, le espero aquella veintena liberando el tabaco desde sus labios en una genuina corriente cálida de humo.

Sus ojos no podían pensar que se tratase de algo serio, pero incluso así se permitió enderezarse en el suelo hasta tomar aquel cuaderno fino. Tenía cierto gusto por las encuadernaciones, y gramajes de las hojas, su textura no podía ser apreciada con todo su esplendor lastimosamente dada la pesada sensación de incomodidad que todavía tenía en ambas manos, que no podía ser superada con simpleza.

Empezó a leer como quien iniciaba una apacible jornada con el periódico dominical, un suspiro claro al acomodar el cigarrillo le alcanzó de sobremanera, al menos había una apacible escritura que no le molestaba a la vista. Más no fue así lo que leyó, Seikichi empezó a encontrar el mensaje que no estaba encriptado sino que era absurdamente directo, casi obsceno en su forma de expresarse.

[b] A mi no tienes que removerme ninguna venda de mis ojos. [/b] Dijo, parafraseándola y rompiendo el silencio que tenía. Continuaría con aquella lectura, sentía una especial rabia que ni el mismo podría describir, pues no quería enfadarse con ella porque le entendía, tal nivel de expresión permitía sumergirse en las sensaciones que ella plasmaba como si fuese ella Yui y viera un reflejo de su propia alma, tal obscenidad le lastimaba más que nada, pues a diferencia de ella jamás se le ocurriría escribir sus pensamientos así al desnudo: Para algo estaba el arte, incluso el tatuaje más hermoso podía esconder un secreto terrible. Ese contraste le golpeaba más que nada, por eso intentaba pasar entre otras hojas, leyendo al azar fragmentos.

[b] No tengo nada que contarte que no sepas. [/b] Le señaló, los ojos se le afilaban como dos navajas conforme intentaba. Solo a tono, se le ocurrió algo en contraste de está desnudez escrita y lo distinto que él era a la hora de lidiar consigo mismo. Elevó su diestra, apoyando el codo sobre la mesa donde la manga de su saco cayó exponiendo claro el sinfín de tinta siendo piel -nada que ella no conociera- entre crisantemos que flotan en las aguas curvas de mares oscuros de rico color vegetal. El oleaje no escondía nada más que eso, quizás momento donde él habló. Elevó con cuidado su mano izquierda, su indice se apoyó con ternura a alturas del dorso de la muñeca, ahí si cerraba sus ojos todavía podía sentir las texturas, extendería aquella parte para que ella pudiera tocarla.

La carne se hundía en pequeños lados, como si fuesen cortes pero no de navaja ni ningún instrumento parecido, la respuesta más correcta era que algo había cincelado aquella parte, produciendo una ligera depresión en el dorso de la muñeca.

[b] Si crees que el dolor me puede alejar de lo que me apasiona o la tortura puede quebrarme, te equivocas ¿Lo sientes? Todavía puedo sentir la varilla de mi tío acariciando esa zona una y otra vez. [/b] Como un junco se había doblado pero jamás quebrado, su muñeca había sido castigada o más bien azotada un sinfín de veces, no solo como castigo sino como mero ejercicio de hacer lineas de tinta oscura sin torcerlas. Un ejercicio inhumano, tiránico y muy cruel en manos de otro maestro armado con una vara de bambú. La tinta cuidaba muy bien cualquier evidencia de dicho maltrato, pues no se podría permitir exponer tales heridas en ojos desconocidos, y nadie solía tocar esa zona pensando aquello dado lo practico para el tacto o las relaciones sociales. [b] Hace falta más para alejarme de ti. [/b]
 
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