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YuiK1533361 · 26-30, F
El desafío de sus propias palabras se transformó en miel, miel en los actos y en los versos, en un discurso que la llenó de una sutil timidez. Respondió a cada gesto con inusitada entrega, una calma movida por la cautela que el referir del Hirudora le entregaba. Cada beso, era respondido como si fuese un reto lúdico por otro, en sus mejillas, en su quijada, recorriendo la camino del rostro ajeno como si quisiera memorizarle con el tacto, pues sus ojos yacían ocluidos, en total oscuridad.
Y dejó que su propia extremidad zurda ascendiera por la espalda ajena, suave, hasta que las yemas de sus dedos alcanzaran la nuca ajena, deleitándose con la sedosidad de los cabellos castaños. De súbito ejerció suave presión, de manera que el rostro ajeno se orientara hacia ella y así, poder robarle un breve beso en los labios. Posterior a ello, casi inmediatamente suscitó:
Y dejó que su propia extremidad zurda ascendiera por la espalda ajena, suave, hasta que las yemas de sus dedos alcanzaran la nuca ajena, deleitándose con la sedosidad de los cabellos castaños. De súbito ejerció suave presión, de manera que el rostro ajeno se orientara hacia ella y así, poder robarle un breve beso en los labios. Posterior a ello, casi inmediatamente suscitó:
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