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UmbraEterna · M
Los vio alejarse con aquella sonrisa subliminal entre sus labios tentadores, había matado dos pájaros de un solo tiro y esto le ahorró mucho tiempo. Regresó al interior del Honden ahora en paz; quietud metafísica que hasta los seres ordinarios podían percibir al haber desaparecido el típico peso en los hombros, la presión en el pecho y la sensación de vigilancia aterradora que era común en lugares con pasados trémulos. Algo había hecho aquel hombre.
- Lady Iriel… - Murmuró a lo bajo mientras miraba la esfera en su mano.
Cual perro de Tíndalos hacia una de las esquinas del lugar caminó, allí donde la oscuridad se aglomeraba en una especie de viscosidad palpitante y húmeda que al sentirlo cerca extendió unos tentáculos tímidos que envolvieron al peliplata y lo arrastraron consigo a través de aquel portal dimensional haciéndolo desaparecer.
- Lady Iriel… - Murmuró a lo bajo mientras miraba la esfera en su mano.
Cual perro de Tíndalos hacia una de las esquinas del lugar caminó, allí donde la oscuridad se aglomeraba en una especie de viscosidad palpitante y húmeda que al sentirlo cerca extendió unos tentáculos tímidos que envolvieron al peliplata y lo arrastraron consigo a través de aquel portal dimensional haciéndolo desaparecer.
YuiK1533361 · 26-30, F
Inverosímil también era que aquellas dos bestias se compararan con una monstruosidad como lo era ese regente infernal. Entre el límite de lo real y lo divino, cruzaron ese trecho de cuerda floja caminando sin traspiés. De la boca de la nipona manaron breves susurros cuando los árboles tupidos y salvajes, tenuemente delineados por la ligera nevazón, ocultaron a ambos humanos, ya lejos de Dominus y de sus jurisdicciones energéticas.
— Vamos a casa, aunque yo ya me siento en mi hogar.
— Vamos a casa, aunque yo ya me siento en mi hogar.
YuiK1533361 · 26-30, F
¡Y no sabía cómo! Mas él había sido capaz de darle un vuelco a su genio. De la molestia a la admiración, al agradecimiento y a buscar contener esa mano acompañada de su propia frialdad. Su propia experiencia con seres sobrenaturales llevaba larga data; no era un secreto que la capacidad de adaptabilidad del ser humano al entorno le había dado a Yui la voluntad para sopesar la angustia, la incertidumbre de estar ante un mortífero demonio con una soltura casi desfachatada. Y así ambas siluetas se alejaron, por parte de Katai con furtivas miradas soslayadas hacia el Tanizaki, y con esa franca sonrisa leve que era imposible quitar de sus labios.
YuiK1533361 · 26-30, F
Mientras se retiraba pudo oír con claridad la voz de Seikichi. Conocía su temple inquebrantable y aunque sabía en esta oportunidad temblaba, no le contuvo ni quiso quedarse más. Caminaba lento para poder oír esa parla tan sabia por parte del japonés, comprendiendo que la tradición puede traer consigo ignorancias, debilidades, pero consciencia de ellas y a la vez orgullo por ser capaz de superarlas valiéndose de la disciplina. Y tal fue ese humilde orgullo destilando de los labios del artista que Yui se empapó de ello, pero no por sí misma, sino por él.
En el momento que escuchó los pasos del maestro aproximándose hacia ella y sintió el tacto de su mano, retornó su faz para observarlo mientras entrecruzaba sus dedos con los de él, dedicándole una suave sonrisa.
En el momento que escuchó los pasos del maestro aproximándose hacia ella y sintió el tacto de su mano, retornó su faz para observarlo mientras entrecruzaba sus dedos con los de él, dedicándole una suave sonrisa.
UmbraEterna · M
(...) hay tras la máscara de El Ángel Negro; guardó silencio porque a su parecer, tras el tatuador no haber articulado palabra alguna con sentido en lo que llevaban reunidos, al haberlo conseguido por fin era la mejor forma, para Umbra, de terminar la escena y por qué no, premiarle por tan exquisito discurso.
No le molestó nuevamente el gesto descortés de darle la espalda, al fin y al cabo, estaba acostumbrado a esa falta de respeto por su título demoniaco; él más que nadie sabía que todos eran actores representando un papel en aquella tragicomedia y alguien tenía que ser “el villano” y esto, era algo le salía muy bien. En respuesta, sus modales refinados volvieron a sobresalir al hacer una venia a la nada para despedirse de ellos diciendo. – Fue un placer verlos, les deseo bienaventuranzas y buena Luna.
(2)
No le molestó nuevamente el gesto descortés de darle la espalda, al fin y al cabo, estaba acostumbrado a esa falta de respeto por su título demoniaco; él más que nadie sabía que todos eran actores representando un papel en aquella tragicomedia y alguien tenía que ser “el villano” y esto, era algo le salía muy bien. En respuesta, sus modales refinados volvieron a sobresalir al hacer una venia a la nada para despedirse de ellos diciendo. – Fue un placer verlos, les deseo bienaventuranzas y buena Luna.
(2)
UmbraEterna · M
Entendía lo que decía Seikichi a la perfección, él al igual que muchos otros que no son de ese mundo, admiraban a los humanos con sus falencias, que los hacen fuertes, y por sus virtudes, que los separaban del resto. Aquel hombre a su frente manifestaba un orgullo vehemente por su raza, por su trabajo, por su arte y esto le agradó tanto al ser al que llaman demonio y un sinfín de epítetos más, que le hizo esbozar una sonrisa sin ningún dejo de soberbia, al contrario, es la manifestación de una satisfacción interior al haber encontrado una respuesta y tumbado con facilidad aquella fachada del maestro perfecto y duro, porque los títulos van, vienen y cualquiera puede ostentarlos, lo que importa es la valía y lo que se está dispuesto a sacrificar por lo que te hace sentir y seguir avante.
No promulgó respuesta alguna, no por debilidad y falta de fundamento, algo que quizá Yui muy en su interior lo supiese, junto a la verdad que (...)(1)
No promulgó respuesta alguna, no por debilidad y falta de fundamento, algo que quizá Yui muy en su interior lo supiese, junto a la verdad que (...)(1)
SeikichiTanizaki · M
Quizás un día descubra que el mundo es más grande de lo que mis sentidos pueden augurar, Umbra-san. Pero a diferencia de ti, da igual a que montaña suba, a que cima escale e incluso si ahora mismo me tirara en el suelo a ver el firmamento: El cielo estará igual de lejos para mi.
Y no decía aquello como una falencia, una falta, jamás. Lo decía con todo el orgullo encarnado, así demostraba su mano contraría aferrando aquella bufanda. Seikichi dejaría el cigarrillo quemando en sus labios, mientras se acercaba a Yui, aceptando su marcha e intentando alcanzarla, sería ahí donde su mano ahora libre tras la ausencia del tabaco que intentaría atrapar sus dedos, entrelazándolos. No le detendría, pero si se dejaría llevar por aquel avance, aferrándose si lo permitía con fuerza a su mano. Primera vez que intentaba tal acto.
Y no decía aquello como una falencia, una falta, jamás. Lo decía con todo el orgullo encarnado, así demostraba su mano contraría aferrando aquella bufanda. Seikichi dejaría el cigarrillo quemando en sus labios, mientras se acercaba a Yui, aceptando su marcha e intentando alcanzarla, sería ahí donde su mano ahora libre tras la ausencia del tabaco que intentaría atrapar sus dedos, entrelazándolos. No le detendría, pero si se dejaría llevar por aquel avance, aferrándose si lo permitía con fuerza a su mano. Primera vez que intentaba tal acto.
SeikichiTanizaki · M
es siempre, humanidad. No importa que tan pulida este su tinta, ni que tan disciplinado sea el hombre que domina la herramienta, siempre será un humano. Y eso es justamente lo que hace tan precioso el esfuerzo ¿Para que mirar el cielo? ¿Para que esperar que esos tenshis, esos yokais anhelen mi presencia? Esos viejos maestros estarán bien en sus mundos de sueños, alejados de la inmundicia y la fragilidad del mundo...¿Cómo explicarles a ellos? A ti, mira...
Y elevó su mano, aquella que sostenía todavía la bufanda que alzó. Todavía temblaba, de la desgracia misma podía precisar, por un momento muy breve, acondicionar un pequeño rincón de orgullo.
Es un orgullo el sentir, está es la honestidad del humano, la gracia del hombre es hermosa en su imperfección y eso es lo que lo hace contradictoriamente perfecta; ser libre en su propia fragilidad. Yo no estoy hecho en semejanza de ningún otro maestro.
[2/3]
Y elevó su mano, aquella que sostenía todavía la bufanda que alzó. Todavía temblaba, de la desgracia misma podía precisar, por un momento muy breve, acondicionar un pequeño rincón de orgullo.
Es un orgullo el sentir, está es la honestidad del humano, la gracia del hombre es hermosa en su imperfección y eso es lo que lo hace contradictoriamente perfecta; ser libre en su propia fragilidad. Yo no estoy hecho en semejanza de ningún otro maestro.
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SeikichiTanizaki · M
Uhg. Su suspiro enjuicia su sensación ¿De donde viene ese sentimiento tan terrible? Esa incapacidad que tenía de regular su propio cuerpo convocaba desde sus propios celos a su usual vanidad, un descontento terrible es que el Maestro carga, y esta dispuesto a descargarlo sobre los otros, especialmente el culpable de esto. El humo desde sus labios escapa tras haber encendido aquel cigarrillo, que flagelante mutaba en una relajante estela que bastaba para ahora señalar que volvía a estar bajo su propia naturaleza y no condicionado por ese...¿Veneno? No podía asegurarlo más que por las propias palabras sumadas las obvias actitudes de Yui. Se sentía más agotado que de costumbre, lógico, para un humano que es demasiado humano las sensaciones recibidas se multiplicaban exponencialmente, y no solo su cuerpo, sino su mente entrenada (afilada como sus pinceletas) intentó vanamente resistir.
Si mis manos tiemblan es porque mi cuerpo siente, la humanidad...
Si mis manos tiemblan es porque mi cuerpo siente, la humanidad...
YuiK1533361 · 26-30, F
Se detuvo ante las palabras de Seikichi, al menos cinco metros más lejos de esos dos pero no dejó de darles la espalda. Esperó allí silenciosa mientras el Tanizaki y Dominus compartían palabras sin moverse de su postura. Desde esa perspectiva era imposible dilucidar su gesto, pero no empuñó las manos, no tensó los hombros ni se vio que se moviera un solo milímetro. Cual estatua colmada de quietud, donde los copos de nieve la coronaban y las brisas se esmeraban por hacer danzar su cabello, esperó hasta que la última de las palabras del demonio decantara. Tras un pequeño silencio, añadió.
— Qué bien, ahora sí podremos largarnos de aquí, Seikichi. No le des crédito, su existencia no nos incumbe. — Y retomó su caminata, llena de curiosidad porque el Noxius dejó de afectar su propia piel. Como no le miraba, no pudo saber si su lejanía o si por voluntad del caído, dicha energía había retirado su efecto.
— Qué bien, ahora sí podremos largarnos de aquí, Seikichi. No le des crédito, su existencia no nos incumbe. — Y retomó su caminata, llena de curiosidad porque el Noxius dejó de afectar su propia piel. Como no le miraba, no pudo saber si su lejanía o si por voluntad del caído, dicha energía había retirado su efecto.
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