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- "Kazatta yume o tōku de nagameteru, bokura hoshu tekina roman shugisha. Kiza tte mashite kirei ni shita mono dake, “ ima ” to yonde tai nosa. ~" la invadió un pensamiento sin percatarse, deleitada con ese aliento tibio, esa piel y ese perfume. -
 
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Nada más le quedo decir, ella todo lo había dicho. Se quedo enmudecido con sus palabras -estás sonaban en su mente- como si fueran un mantra que le arrastraba dentro. Seikichi sentía, muy en el fondo, que si tan solo decía una sola palabra en este momento algo moriría dentro suyo y eso sería imperdonable. Pues no quería que nada muriera en este momento, solo quería arrojarse junto a ella -fundirse- para no alejarse jamás. No podía evitar sentirse expuesto, desnudo pese a todavía tener las telas de su ropa...el alma desnuda.

Ella se refugio en él. Un cuerpo para él, y un cuerpo para ella. Parecía una ecuación de lo más firme ¿Cómo asegurar que esos sentimientos fuesen eternos? Yui misma lo había dicho: No eran eternos. Pero en el fondo, sin decir nada, sin siquiera susurrar, mientras su mano giraba hacía la la lampara para apagarla, Seikichi pensó que buscaría la forma en la cual pudiera inmortalizar sus sentimientos a la mujer.

A oscuras, se dedico a amarla con su cuerpo.
YuiK1533361 · 26-30, F
Mi curiosidad por abrir los ojos al mundo que nadie puede ver, y volverlo cuantificable para que la humanidad pueda entenderlo y aceptarlo como real, es una parte importante de mi existencia, Seikichi. Si me acompañas en esto o al menos lo apoyases sin juzgarme, sería suficiente para mí. No puedo prometerte amor eterno porque no somos eternos, y no sé lo que pueda suceder mañana. Demo, estoy segura del hoy, y de ofrecerte la misma libertad para ti y tus sentimientos. Solamente puedo jurarte verdad y lealtad.

Selló sus palabras con un delicado beso sobre la piel del cuello de aquel junto a la solapa de la oscura camisa, breve como los anteriores, tan pequeño como ella misma.
YuiK1533361 · 26-30, F
Recuerda que quien soy, incluso quien eres no se limita a nuestra humanidad. Si yo estoy dispuesta a compartir mi vida contigo, estoy segura de que no querré que dejes de ser quien eres, y yo tampoco dejaré de serlo. No hablo de aquel legado que compartimos, hablo de nuestros sueños, de esos ahíncos y curiosidades más profundas que traemos desde que nacemos.

Y refugió su rostro en la curva reconfortante que separara el cuello del hombro izquierdo del maestro, cerrando los ojos, deslizando las palmas hasta el pecho contrario; toda sí con ese gesto pedía un abrazo, sentirse rodeada por su olor, como volviéndose pequeña a su lado, frágil por un instante.
YuiK1533361 · 26-30, F
Alzó nuevamente las manos expresando en su rostro un trazo de suavidad, en donde pese a la dulzura nacía una sutil contradicción. No eran palabras que no hubiese escuchado antes; aunque con tintas similares, sus dialécticas se articulaban distinto. Selló sus labios para poder seguir deleitándose un poco más antes de "arruinarlo", simplemente contemplándolo para grabar en su memoria ese momento, a fuego en sus propios ojos, como queriendo sellar con hierro hirviendo las pasadas promesas rotas... pero no pudo.

Hoy Katai era consciente de las palabras que recibía y, mientras con sus manos dejó ir la propia timidez, acariciando con los dorsos de sus dedos índice y medio diestros la mejilla varonil, y la totalidad de las yemas de la zurda deleitándose con la suavidad de los cabellos del artista, inspiró pausada, añadiendo:
tatuada por sus propias manos y manos ajenas parecía en este instante preferir sus caricias sobre cualquier otra posible tinta. No quería embriagarse de promesas malsanas, pese a joven era absolutamente cauto, aunque la emoción le desdoblará había ciertos asuntos que no podían ignorarse, ni mucho menos pasarse por alto.

Nada te va a alejar de mí, Yui. Solo tu tienes ese derecho, pero mientras tu corazón desee estaré con el mío estaré a tu lado. Yo te adoro con la misma noción en la cual adoro mi humanidad, mi humanidad es testigo de mi amor por ti. Aferraré a tu humanidad, no pierdas nunca tu enfoque. Venceremos al miedo como superamos todos los obstáculos, si pudimos hacerlo por separado, juntos podremos aún más.

Con seguridad exclamó el varón, como si fuese su espíritu entero rugiendo.
No había otro espació para que en su rostro no se meciera la duda, pero no era una duda cruel o vil. Nada por ese estilo, era más bien una cuestión que le retozaba en lo más profundo de su pecho en una marcha que parecía no tener final, podía oír los latidos de Yui o quizás los imaginaba, cual fuera de las dos cuestiones no podría importarle menos. Una sonrisa se poso en los labios que ella acarició con los propios, había dicho lo que quería decir desde hace tanto. Desde el momento en el que decidió que ella era merecedora de todo su amor.

Lógico es, como cualquier hombre perdido en un abismo de dudas y problemas internos el oírle fue peor de lo que esperaba. Era como exponer su alma, la cual era muy pequeña y frágil pese a que el Maestro se jactará de ser un solido Rashomon inquebrantable e insuperable por cualquier obstáculo, el tigre se amansaba (solo por ahora) de tal forma que parecía aceptar que su naturaleza dictaba ese rumbo ¿Cómo creerlo de otra forma? Su propia piel...
YuiK1533361 · 26-30, F
Desde esa noche mi corazón late distinto cuando está a tu lado. En un comienzo fue desconcertante, extraño, pero ahora que me dejo llevar por ello, lo comprendí. Demo... hay respuestas que aún deben develarse, respuestas tuyas y mías antes de dejar todo a la incertidumbre, anata, porque no quiero que las omisiones y las sorpresas nos decepcionen o nos alejen. Ese es el único miedo que tengo, Seikichi.
YuiK1533361 · 26-30, F
Desde aquella noche, cuando por primera vez fui honesta y te pregunté qué más querías de mí, esa noche en la que te di una pincelada de quién era en realidad y cuál era mi mundo, me has recordado cuan humana soy, cuan frágil soy, porque esa vez, cuando no quisiste responderme y te retiraste, y la siguiente vez en el hotel, una parte de mí quedó devastada. Aoi Inja, yo, la que se jactaba de no tener sentimientos, sí los tiene y siempre los tuvo. A través de ese dolor, y hoy, a través de esta felicidad, me recuerdas, y siempre me recordarás quien soy en realidad.

Se detuvo un instante, pues de pronto pareció escoger mal las palabras, pero necesitaba decirlo para lo que vendría a continuación. Abrió los ojos y le miró unos instantes antes de proseguir, para poder entregar a él no solamente palabras francas, sino que un gesto ídem:
YuiK1533361 · 26-30, F
El desafío de sus propias palabras se transformó en miel, miel en los actos y en los versos, en un discurso que la llenó de una sutil timidez. Respondió a cada gesto con inusitada entrega, una calma movida por la cautela que el referir del Hirudora le entregaba. Cada beso, era respondido como si fuese un reto lúdico por otro, en sus mejillas, en su quijada, recorriendo la camino del rostro ajeno como si quisiera memorizarle con el tacto, pues sus ojos yacían ocluidos, en total oscuridad.

Y dejó que su propia extremidad zurda ascendiera por la espalda ajena, suave, hasta que las yemas de sus dedos alcanzaran la nuca ajena, deleitándose con la sedosidad de los cabellos castaños. De súbito ejerció suave presión, de manera que el rostro ajeno se orientara hacia ella y así, poder robarle un breve beso en los labios. Posterior a ello, casi inmediatamente suscitó:
me verás llegar a ti de nuevo como un vendaval más brillante que una estrella, y no te pediré nada, ni tampoco te quitare nada, solo te recordaré que el encanto de la humanidad yace en la incertidumbre de quizás no tener todas las respuestas, pero al fin y al cabo tu corazón todavía late aunque no le sepas. Y el mio late un poco más cuando tu estás cerca, eso para mi, es una respuesta más que valida.

Por supuesto, él mismo fue testigo de lo que su órgano representaba. Pues en efecto, aquella zona de su pecho (para él) vibraba con un nuevo aire desde el día que ella se acercó al Maestro.

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