—Luego de atender a su pequeño, le dejó tomar una siesta. Rara vez lo veía dormir, rara vez comía cosas "normales", por lo que verlo reposar y comer debidamente, le dejaba más tranquilo.
Con un pequeño suspiro, acarició su mejilla y le acomodo la pequeña manta, tomando asiento y sirviéndose un poco de té para pasar el rato, sumido en sus pensamientos, con su aparente serenidad que ocultaba aún la tristeza y su corazón roto.—