—Sus hijos... Sus adorados hijos eran el eterno recuerdo de sus dos amores, los dos quienes le dejaron, los dos a los cuales no amó lo suficiente y se sentía culpable, era culpable.
Aún con el consuelo, las lágrimas no paraban y sólo quería esconderse el pecho ajeno, aferrando sus manos ligeramente a las ropas para seguir el llanto.—

Tú también te irás... Tarde o temprano te irás cansado de que no te quiero lo suficiente...

Abrazándolo, acarició la infantil cabecita y peinó sus cabellos a modo de consolarlo.

—Fei, Fei... no puedes decir eso, he visto con mis propios ojos la vida digna que les has dado a tus pequeñas hurones. Tienen libertad pero una gran lealtad hacia ti.

Pausó un momento al ver el clon de Fei, parecía inmutable en su misión de hacer todas las labores del hogar, nada más y nada menos que por su tercer hijo.

—Con tu tercera cría es lo mismo. Ninguno de ellos estaría mejor que contigo.

Llevó una de sus manos a su pequeño rostro y buscó limpiar sus lágrimas con algunas caricias. Su piel era suave como la de un bebé y su expresión en demasía tierna.

—En ese momento las ganas de llorar eran más grandes que nunca, el ser un niño parecía hacerlo más sincero al respecto, no como un adulto que usualmente optaba por esconder sus emociones, comenzando a llorar de nuevo.—

Soy un dragón malo... No merezco nada, ni siquiera a mis pequeños hijos...
Todo lo que creo amar se desvanece por mi culpa...

Lo sostuvo con una firmeza preventiva, por si se le ocurría huir, pero sin llegar a ejercer nada de fuerza sobre él.

—No miraré... no miraré.

Le aseguró con suavidad, buscando calmarlo y lo abrazó un poco más contra sí, inclinando su rostro para posar sus labios sobre su cabeza.

—Sólo quiero saber si puedo ayudarte.

—Se dejaba llevar sin mayor problema, al terminar en su regazo volvió a mirar al suelo, mirando como sus propias piernas colgaban al ser más cortas, encogiéndose de hombros.
Lo escuchó, pero no podía dejarlo sólo así, era necesario pues su hijo se mantenía tranquilo al ver un rostro familiar.—

Pero Tai Feng...

—Ni siquiera terminó de hablar, mirándolo fijamente de nuevo, negando un par de veces antes de encogerse de hombros, tratando de cubrir sus ojos.—

No veas, por favor...

Suspiró, tratando de ocultar su desesperanza, y fue a sentarse en un mueble de la sala, con él sobre su regazo, mientras pensaba cómo solucionar aquello. Su mirada fue a parar al clon que se movía de aquí para allá.

—Quiero que guardes tus energías sólo para tus crías, de lo demás me encargaré yo, ¿está bien?

Habló volviéndolo a mirar al rostro y fue cuando notó en sus ojos algo que lo hizo tomar su pequeño mentón con suavidad.

—¿Por qué has estado llorando?, ¿es por esto?

Esto...

—Aquella caricia le hizo cerrar los ojos un momento, disfrutando su tacto suave relajándose antes de asentir apenas, pero ni él conocía una solución a eso.
Se quedó mirándolo, tomándolo suave por las mejillas, notando la diferencia de sus pequeñas manos al sujetarlo a comparación de antes.—

No, no tengo... Mis hijas rara vez se volvían niñas y tengo ropa casi de bebé de ellas... y Tai Feng aún es muy chiquito para tenerle ropa así.

Apenas se enteraba de la importancia de aquel lago. Asintió y lo tomó en sus brazos para cargarlo, pues sería más sencillo así movilizarlo.

—Bien, encontraremos una solución. No te preocupes.

Su afecto por él lo llevó a acariciar su cabello y sonreírle con suavidad, pero se preguntaba por qué estaba haciendo afirmaciones que no sabía si eran ciertas.

—Pero primero lo primero: ¿tienes ropa más pequeña en casa?

—Lo dejó hacer, mirando sus manos y como la tela era necia al abrirse una y otra vez, moviendo ligeramente los brazos propios en puro instinto infantil, haciendo "danzar" las largas mangas.—

Esto... el lago donde nací, en el que me encontraste bebiendo.

—Musitó suave, volviendo a mirarle fijamente mientras seguía su pequeño baile de brazos, jugando.—

Lo ayudó a levantarse y en seguida acomodó sus ropas como pudo, pero estas seguían siendo demasiado grandes para él y seguirían deshaciéndose.

—¿Qué lago es ese?...

Su voz tomó una suavidad que no planificó. No era un ser paternal en lo absoluto, pero era protector y verlo algo indefenso comenzaba a evocar esa cualidad de él.