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Una, otra y otra vez sentía la fría espada atravesar su cuerpo, la sangre emanar como un río y el dolor era insoportable.
Fue, hasta ese momento y para su desgracia, que lo comprendió todo. Los humanos eran seres egoístas, narcisistas y no les importaba cuanto daño hicieran mientras obtuvieran lo que querían.
A pesar de ello, él era incapaz de matarlos, era creador y guardián, no podía matar a seres vivientes a pesar de todo el daño que le causaban. Su única salida fue volver a ser un gran dragón, liberarse de esas cadenas y huir, huir a pesar de su grave estado.
 

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