Escapó a la cima de las montañas, donde los humanos fueran incapaces de llegar por el frío, la fauna de sus bosques y las barreras de troncos, arbustos y raíces que él mismo creó a su paso.
Cada metro era un martirio, el camino de sangre a sus pies se borraba con las nevadas mientras más arriba llegaba, sintiendo que su propia vida estaba por desvanecer.