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El mayor error de aquel dragón fue suplicar, buscar empatía en sus captores, en quienes lo torturaban.
Su deseo por ser libre lo llevó a buscar la humanidad en ellos, a mostrarse como un humano indefenso, débil y temeroso para evitar que sus escamas siguieran siendo arrancadas de tajo.
Fue el peor error...
Ellos no dudaban en torturarlo, en quemarlo, cortarlo e incluso atravesarlo con sus espadas. El mantenerlo encadenado era un deleite, el escuchar su llanto, el dolor salir en gritos desde su garganta y ver como su mirada se iba apagando les causaba un retorcido regocijo.
 

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