Algunos sirvientes que pasaban cerca de ellos fueron en auxilio de la doncella Ketzaly, ayudándole a levantarse del suelo, sin comprender el por qué la joven se había puesto en ese estado al hablar con el monarca.

Sin embargo, el Rey se mantuvo inerte e inmóvil en esos instantes, desviando su mirada en el momento justo en que la quetzal se desvaneció hacia el suelo. No soportaba ver la angustia y el dolor en su querida protegida. A pesar de esto, no quería ser el responsable directo de lo que afectaba emocionalmente a la joven, queriendo desviar todo ello hacia alguien más.

— Debes culpar de todo esto a Wilde. Nunca nos respetó, nunca nos valoró ni nunca quiso pertenecer a nosotros... Él y todos los que lo apoyan, deben perecer por las fuertes e invencibles garras de Aeriana... Y si sabes al lugar al cual perteneces, no pondrías en duda mis órdenes. — En ese momento le dio la espalda. — Llévensela a sus aposentos...Necesita descansar. — Ordenó a los sirvientes que la tenían sujet